Editorial Anagrama, 1983. 255 páginas.
Tit. Or. Il giorno del giudizzio, 1979. Trad. Joaquín Jordá.
El juicio de un Dios benévolo
Antes de nada, pido perdón por el desierto posteador de estos días; he tenido unos días de mucho trabajo y no me he podido despistar ni un momento para mantener esta bitácora al día. Leer libros he leído, pero tampoco tantos. Al grano.
Este es un libro al que le he maltratado de varias maneras, como se irá viendo. Pero empecemos por el principio. Salvatore Satta fue un gran jurista italiano que, en el ocaso de su vida, decidió retomar su afición juvenil de la escritura y escribió este libro. Publicado después de su muerte, fue un auténtico éxito editorial, gano el premio Comisso y fue traducido a varios idiomas (al español al cabo de cuatro años, en la edición que manejo). Todavía le publicaron (postumamente) dos obras más de las que ignoro si se han publicado aquí, aunque lo dudo.
El libro es una gran novela coral ambientada en Nuoro, Cerdeña. En la primera parte, tomando como centro la familia de Sebastiano Sanna, notario célebre, nos irá presentando, como rescatados de la muerte, a todos los personajes que conforman la sociedad de Nuoro. En este excelente fresco caben todos: Monseñor Dettori, de ilustre memoria por sus aportciones al pueblo, ziu Pozeddu, mano derecha de don Sebastiano, que salvará a su amo en varias ocasiones, el maestro Manca, de grandes aptitudes pedagógicas pero gran borrachín, el loco Fileddu, el carcomido por la envidia don Ricciotti, capaz de llegar a todo con tal de obtener venganza, las ideas modernas, el socialismo, la guerra y, como no, la muerte. Todo ello narrado con los ojos de un juez comprensivo y humilde. En la segunda parte, breve, encontraremos el por qué de éste libro.
Hasta aquí lo objetivo, y, ahora, lo anecdótico. El libro lo compré por dos euros en el mercado de San Antonio, totalmente a ciegas, guiado tan sólo del título, de que le habían dado un premio, y de que lo editaba Anagrama. Suelo ser fiel a esta editorial porque me ha descubierto buenos escritores a lo largo de muchos años (también edita cosas malas, y también las he leído, sí, pero me sigo fiando de ellos). Menos mal que no me guié por la contraportada porque, una de dos, o el que la escribió ha visto cosas que a mí se me han escapado, o es que hemos leído distintos libros.
El caso es que comencé a leerlo y, cuando llevaba 64 páginas, lo dejé de lado porque había tenido la feliz idea de sacar seis libros de la biblioteca y, si quería devolverlos en el plazo, tenía que darles preferencia. Ahí estuvo el pobre libro abandonado durante casi un mes (algo que hago en muy raras ocasiones; no me gusta tener libros a medias). Y cuando llegó el momento de retomarlo, me resitía. Tenía el recuerdo de que era un libro algo pesado; un ladrillo, vamos. Pero pudo mi disciplina lectora, y menos mal. Fue retomarlo y quedarme enganchado. Si estamos asistiendo, como dice el título, al día del juicio, es sin duda el juicio de un dios benévolo. (Como aquel del cuento de Karel Capeck (lean, lean a este autor que también es muy bueno) en el que un criminal subía al cielo y ante él encontraba a unos jueces humanos y a Dios. Y este no juzgaba porque, como le decía al delincuente, el lo sabía todo; sabía porque había robado a su hermana, y porque había matado por vez primera. Y, al saber, no podía juzgar. Pero como había que juzgar de todos modos, para eso estaban los jueces. Un cuento delicioso.). Todos lo personajes están tratados con cariño; y eso es algo que yo aprecio mucho en un escritor.
Pero el estar enganchado no impidió que, por causas laborales, lo leyera a paso de tortuga, con ratos sacados de aquí y de allí. Y que ahora, al tener que postearlo, haya tenido que esperar otros diez días sobre la mesa. Pero todo llega, y aquí tienen, como otras veces, una buena recomendación para la lectura. Un emotivo mensaje desde las tierras de Cerdeña y un libro que queda en el recuerdo.
(Un día, un libro 191/365)
Escuchando: Los crímenes de la calle Gondomar. Deneuve.
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Francisco de Almeida Salgado Zenha, gran jurista