Rosa María Reis. Qué hacemos con el tiempo que nos queda.

julio 26, 2022

Rosa María Reis, Qué hacemos con el tiempo que nos queda

La dueña de una librería sufre el ataque de un hombre que no la mata de milagro. ¿Quién está detrás del intento de asesinato? En el transcurso de la investigación irán apareciendo secretos familiares que trastocarán la vida, incluso, de los investigadores.

Una novela negra atípica en la que lo más importante no es quién ha causado el crimen sino las dinámicas que se establecen entre los personajes de la novela y la vida interior de las protagonistas de la misma. Una novela en las que las mujeres tienen un papel protagonista, desde las poetas suicidas que aparecen en la presentación literaria hasta las que desencadenan algunos de los trágicos acontecimientos que se ponen en marcha.

Muy Bueno.


A las tres, pero entonces, ¿por qué no había ido a comer? Se fue con Silvia y con su hermana y desechó los pensamientos negativos que le rondaban por la cabeza.
Susana abrazó a Julia, la veía cansada y un poco triste, sin embargo, seguía siendo tan hermosa como siempre. Ni las ojeras disminuían un ápice de su belleza a la que ella vivía tan ajena. Eso es lo que le hacía tan extraordinaria; su forma entrañable y un poco pueril de relacionarse con el mundo. Lástima que se hubiera hecho pedazos tan pronto. Por un momento la vio al lado de su marido y se estremeció al recordar su muerte tan inesperada en marzo del 2020. Su enfermedad pulmonar no había resistido el CO-VID-19. Aquel chico grandote conquistó el corazón de su hermana cuando se conocieron en la Facultad de Filología.
—Estás muy pensativa, Susi.
Su hermana siempre la había llamado así.
— La lluvia, hermanita. Ya sabes, no puedo evitar cierta melancolía.
—Yo también estoy muy cansada. Hoy mis alumnos estaban muy pesados. He dejado a los niños con papá. No tengo mucho tiempo, pero hablemos sobre la decoración de la librería para el día de la presentación — dijo Julia sentándose en el sofá y cruzando sus largas piernas, al tiempo que recogía su melena, y se hacía un moño improvisado, atravesado por un bolígrafo que a duras penas sostenía la maraña.
— Sí, esa parte quiero dejarla toda en tus manos y en las de Silvia. Estábamos hablando sobre la poeta Tove Dit-
levsen, no tenemos demasiada información. Te pasaré lo que hemos conseguido sobre ella a ver qué te parece y si puedes añadir algo más a su biografía.
—De acuerdo, luego le echo un vistazo.
Susana tomó de nuevo la palabra y dijo:
—Quiero seguir dando voz a todas las mujeres que, por una u otra razón, terminaron con sus vidas de una manera violenta. Muchas de estas poetas han desaparecido entre la bruma de la tragedia. Recordadas más por su muerte que por sus poemas. Sé que es un gran reto, pero me he propuesto sacar del silencio a todas aquellas mujeres condenadas por su condición de serlo. En un mundo de hombres hecho con palabras de hombres.
Mientras hablaba, Silvia observaba la elegancia de sus manos al moverse. Ajena a esos pensamientos, ella seguía contando la necesidad de romper el maleficio y alzar sus voces. Estaba segura de que si el mundo no podía partir de cero olvidando el pasado, y creando seres humanos iguales y con idénticas oportunidades, ella tenía la responsabilidad de sacar a la luz la parte más fea de ese pasado y sembrar nuevas rutas. Recordó lo que Gloria Fuertes había escrito: «demasiado silencio es igual que una bomba».
Las tres mujeres pensaban lo mismo. El lenguaje debía contribuir a esas nuevas necesidades de incorporación de la mujer a la labor creativa, al humanismo.
—Otra de las poetas de estas jornadas sobre la que deseas hablar es Florbela Espanca, muy desconocida fuera de Portugal, su país, ¿no es así, Susi? —preguntó Julia mientras caminaba en dirección a la oficina para recuperar su cuaderno de apuntes.
—Sí, me atrae su personalidad, su figura poliédrica nos puede servir para muchos análisis. Era hija ilegítima, nacida de la relación que su padre Joáo María Espanca tuvo con su amante Antonia da Conceiçào Lobo.

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