Roger Zelazny. Criaturas de luz y tinieblas.

septiembre 20, 2011

Otro libro electrónico más, en este caso de un autor con solvencia, pero que aquí experimentó tal vez demasiado. Aunque tiene entrada en la wikipedia y todo: Criaturas de Luz y Tinieblas.

El trasfondo es la mitología egipcia, con Osiris y Anubis enfrentados, pero no nos engañemos, más que dioses parecen alienígenas con una gran capacidad tecnológica. Hay una gran cantidad de personajes delirantes, desde El general de acero, especie de encarnación de la guerra hasta la sensual Hechicera roja.

No es un libro totalmente conseguido, y aunque discrepo del siguiente comentario de la tercera fundación ( Criaturas de luz y tinieblas):

Un bodrio de novela , a años luz de «Tú, el inmortal».
Zelazny juega con la mitología egipcia a diferencia de la otra que utilizaba la mitología mediterránea.
Es una novela ininteligible, caótica y sin sentido , new wave con L.S.D.
Esta novela representa porque la new wave se fue al garete.
Recomendación no leerla.
Me parece que no voy a leer ningún libro más de Zelazny, después de este.

Hay que reconocer que se le va la olla mucho con la trama. Sin embargo, lo que este comentarista considera un defecto, yo lo veo su única virtud. Si el argumento hubiera sido escrito con una prosa plana en vez de con los experimentos verbales que el autor practica, hubiera sido infumable. Así, por lo menos, hay páginas que tienen alguna belleza.

Otra reseña en Bibliópolis.

Calificación: Bueno, pero sólo a ratos.

Un día, un libro (20/365)

Extractos:

LA HECHICERA DE LA LOGIA se agita en su sueño y, por dos veces, lanza un grito. Duerme mucho y profundamente. Su buen genio se precipita a reconfortarla, pero de una forma tan torpe que la obliga a despertarse. Se alza sobre el lecho, en medio de un montón de cojines, en una sala alta como una catedral, y el Tiempo, acoplándose a las zancadas de Tarquín el raptor, se aleja de su diván como un fantasma, pero ella lo descubre en su ubicuidad y le inmoviliza con un gesto y una palabra; escucha su doble grito y vuelve la mirada hacia atrás hacia aquella cosa oscuramente onírica que llevaba en sí misma, aquel grito que acaba de parir. ¡Qué truenen diez cañonazos y que se borre su estrépito para que sólo queden los nueve silencios habitados que los separan! ¡Qué sean considerados como latidos de un corazón y sentidos a través del cuerpo místicamente! En aquel centro silencioso, es colocada la seca piel de una serpiente arrojada tras la muda. Y ahora, que ningún lamento se escuche al timón, pues un barco naufragado podría volver a puerto. En lugar de todo eso, apartaos de la cosa oscuramente onírica, la que llora sobre vuestro vientre con gotas de fuego, como un rosario de remordimiento, de frío y de cosas desconocidas. Pensad, por el contrario, en viejos y achacosos caballos, en la maldición del Holandés, o quizá en un verso de Vramin, el poeta loco, aquél que dice: El bulbo resucita el asfodelo cuando llega la estación. Si hay algo que hayáis amado durante la vida, intentad recordadlo. Si alguna vez traicionasteis, considerad por un instante que fuisteis perdonados. Si alguna vez temisteis algo, imaginad por un momento que aquellos tiempos se han ido para no volver jamás. Asíos a la mentira y no la soltéis antes de tiempo. Apretad a vuestro buen genio, sea cual sea su nombre, contra el pecho y acariciadle hasta que ronronee. Cambiad la vida y la muerte por el olvido, mas la luz o la oscuridad alcanzarán vuestra carne o vuestros huesos. Llegará la mañana, y con ella el recuerdo.


Llega, cabalgando en el cielo, una enorme bestia de metal pulido. Tiene ocho patas y sus cascos son de diamante. Su cuerpo es tan largo como dos caballos. Su cuello es tan largo como su cuerpo y su cabeza es la de un dragón chino de oro fundido. Rayos de luz azulada salen de sus narices y su cola es una triple antena. Se desplaza a través de la oscuridad bañada por las estrellas, y sus patas mecánicas se mueven con lentitud. Sin embargo, cada paso que efectúa entre la nada y el vacío la lleva al doble de distancia que ha dado en el paso precedente. Pero la duración de cada paso es igual a los anteriores. Los soles pasan como rayos y no tardan en quedar atrás y desaparecer. Galopa a través de la materia sólida, a través de los braseros estelares, atraviesa nebulosas, avanzando cada vez más deprisa entre la tempestad de polvo de estrellas en el bosque de la noche. Si pudiera avanzar durante el tiempo suficiente, podría abarcar el universo con una sola zancada. ¿Qué ocurriría si siguiera galopando? Nadie lo sabe.
Su jinete fue antaño un hombre. Es aquél a quien llaman el General de Acero. No lleva armadura, pues se trata de su propio cuerpo. Se ha despojado para el viaje de la casi totalidad de su naturaleza humana, y mira fijo ante él, por encima de las escamas que recubren, como hojas de roble de bronce, las crines de su caballo. Lleva un fragmento de carne humana adherida al meñique, pues sería absurdo que llevase joyas de metal. Aquella carne fue un día la suya; al menos, servía para cubrirle hace ya mucho tiempo.
Vaya donde vaya, lleva un banjo de cinco cuerdas, plegable, que guarda en un compartimento cerca del lugar donde antes se hallaba su corazón. Cuando lo toca, se convierte en una especie de anti-Orfeo, y los hombres lo siguen al mismísimo infierno.

2 comentarios

  • The Walking City septiembre 20, 2011en12:08 pm

    La New Wave tiene ese riesgo. Yo no me quejo, de momento lo poco que he leído de esa ¿tendencia? scifi me ha dejado buen sabor de boca.

  • Palimp septiembre 21, 2011en10:18 am

    A mí también, aunque hay algunos, como ‘A cabeza descalza’, que pueden ser demasié

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