Rafael Sánchez Ferlosio. Vendrán más años malos y nos harán más ciegos.

julio 24, 2023

Rafael Sánchez Ferlosio, Vendrán más años malos y nos harán más ciegos
Destino, 2008. 160 páginas.

Colección de aforismos, reflexiones, artículos reducidos e incluso poemas sobre diferentes temas que tiene según la contraportada una fuerza desafiante y un estilo absolutamente personal y que recibió, además, el premio nacional de ensayo del año siguiente al de su publicación.

Si hiciera falta una prueba más de la estulticia de quien escribe esta bitácora, de la ceguera ante las cosas buenas y acreditadas por todo el mundo, la tendríamos aquí. Porque salvo algunos (pocos) párrafos que he encontrado brillantes y vibrantes, el resto se me han deshecho entre las manos. Poca cosa he visto de sustancia, hasta el punto de que ni siquiera estaba en desacuerdo con lo que leía, porque nada despertaba en mí.

El título y el poema con el que empieza, y el que cierra el libro, son sin duda excepcionales. Lo que está en medio me ha aburrido sobremanera. Como todo el mundo lo encumbra reitero que el fallo está en mi ceguera, porque yo no he visto nada de valor.

No me ha gustado.


Vendrán más años malos
y nos harán más ciegos;
vendrán más años ciegos
y nos harán más malos.
Vendrán más años tristes
y nos harán más fríos
y nos harán más secos
y nos harán más torvos.


(Al Creador.) Señor, ¡tan uniforme, tan impasible, tan lisa, tan blanca, tan vacía, tan silenciosa, como era la nada, y tuvo que ocurrírsete organizar este tinglado horrendo, estrepitoso, incomprensible y lleno de dolor!


Moral moral, la única que querría uno ya tener a estas alturas es la del Alcoyano.


Las dos grandes categorías de personajes de la literatura (y tal vez también de la vida) resultan de la contraposición tradicional entre carácter y destino. Personajes de carácter son los arquetipos, generalmente cómicos, de pura manifestación, que no nacen, ni crecen, ni mueren, sino que siempre se repiten en situaciones frente a las cuales confirman su carácter, como Charlot, los personajes de historieta semanal de los tebeos o, en la vida, el bobo de Coria, el niño de Vallecas y los demás monstruos o bufones de la corte de Felipe IV que pintó Velázquez. Estos últimos ejercían sin duda para el alma del melancólico rey la función de aliviar, con la repetición de un eterno presente (el de su inmutable carácter), la percepción de un tenebroso, precipitante y azorado destino que se abatía sobre su rey prendido de las garras de Richelieu. Los personajes de destino son los héroes, épicos o trágicos, de plena actuación, que nacen o comienzan o parten y mueren o acaban o vuelven a lo largo de una peripecia en que se cumple su destino. Los personajes de carácter alientan en el distenso ahora del tiempo consuntivo; los personajes de destino corren sin tregua a través del tenso trecho fugaz entre el ayer y el mañana del tiempo adquisitivo.
[…]
A pesar de esta ambivalencia, e incluso a vueltas y a causa de ella, si hubo jamás en el mundo un personaje de carácter en el sentido más pleno y exclusivo que quepa imaginar, ese es Don Quijote. La genial ocurrencia de Cervantes está precisamente en esto: en haber concebido un personaje de carácter pero cuyo carácter consistía precisamente en creerse, en querer ser o en pretenderse un personaje de destino, cuya epopeya pudiese ser un día contada. Y aún más, me atreveré a decir que aquel personaje de carácter, haciéndose personaje de destino y arrostrando y sufriendo todas sus dolorosas consecuencias, fue como el Cristo de los caballeros, que bajando a los infiernos de la caballería, redimió a aquellos condenados de la maldición eterna del destino.

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