Oakley Hall. Warlock.

agosto 6, 2012

Oakley Hall, Warlock
Círculo de lectores, 2009. 672 páginas.
Trad. Benito Gómez Ibáñez.

¿Qué hago yo leyendo una novela del oeste si siempre me ha aburrido el western? Lo vi recomendado aquí: Warlock y aquí: Warlock y pensé que tantas recomendaciones se merecían una oportunidad.

En Warlock nadie quiere el puesto de ayudante del sheriff y la banda de cuatreros liderada por McQuown campa a sus anchas. El comité ciudadano decide contratar un comisario, Clay Blaisedell, el hombre de las pistolas de oro. Conseguirá poner orden en el pueblo pero ¿a qué precio?

La novela gira en torno a Blaisedell, pero el verdadero protagonista es Gannon, que perteneció a la banda de cuatreros pero acabará siendo el ayudante del sheriff, convirtiéndose en hombre en el proceso. Todos los personajes tienen su motivaciones y bastante profundidad psicológica (no lo esperaba en este tipo de novela). Desde el juez borrachín pero con un insobornable sentido de la justicia hasta la antigua prostituta Kate Dollar, en busca de venganza. Mi preferido, el jugador Morgan, lleno de claroscuros.

Como dicen en una de las reseñas anteriores el autor mantiene el interés a lo largo de las casi 700 páginas, pero mi indiferencia hacia el género provocó que a las 500 ya tuviera ganas de que la cosa fuera acabando. Pero es cosa mía; escritura y trama son de calidad.

Calificación: Bueno.

Un día, un libro (339/365)

Extractos:

-Por eso la derraman. Y acabarán venciendo, señorita; aunque usted se burle de quien se lo está diciendo. Este viejo mundo renace una y otra vez, siempre con pena y sudor, y siempre se crucifica a los mejores. La gente como usted no lo verá, a causa de su amargura; como yo antes, y por eso lo sé. Y seguirán diciendo que una ciudad como ésta devora a un hombre cada mañana -Dio un manotazo en la mesa y, alzando la voz, añadió-: ¡Pero ya no habrá más muertos para desayunar! ¡Ni tampoco crucificados, para mayor gloria de Dios! ¡Ni acuchillados, ni descuartizados…!


¿Acaso no es la historia del mundo sino una narración de violencia y muerte tallada en piedra? Saberlo es algo terrible, triste y cruel, como lo es descubrir -y ahora comprendo que el médico lo entendió antes que yo- que lo único que vale es el intento, y no el logro, porque nunca se consigue nada: hoy puede amanecer sin nubes, o más despejado que ayer, y terminar de una forma igualmente horrible y espantosa, e incluso más. ¿Podrán aplacarse alguna vez esas fuerzas que conducen al hombre a su fin, o seguirán creciendo y prosperando, colisionando horriblemente unas con otras mientras no se sosiegue el hombre mismo? ¿Puedo mirar a las frías estrellas en este cielo negro y creer en el fondo de mi corazón que es el mismo firmamento que cubría con su manto a Belén, y que una estrella como las de aquí suscitó para siempre falsas esperanzas en el corazón de los hombres?
Éste es el cielo de Getsemaní, y el de Belén se desvaneció con su estrella.

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