Natalia Carrillo y Pau Luque. Hipocondría moral.

febrero 18, 2025

Natalia Carrillo y Pau Luque, Hipocondría moral
Anagrama, 2022. 120 páginas.

Hipocondría moral hace referencia al sentimiento de, por sentir culpa, sentirse culpable. Si algo no funciona bien en el mundo (discriminación de minorías, pobreza, explotación) los culpables son ellos. Así que se lanzan desde una postura narcisista a arreglar el mundo con grandes gestos (como hacer un atentado) o se dedican a hacer sentir culpables a todos los demás mediante proclamas morales (normalmente por internet).

Ese es el hueso de este ensayo que analiza con el ejemplo de Kathy Boudin, la Pastoral Americana de Roth, las reflexiones de Mark Fincher y Hannah Arendt y la experiencia de Didion la línea entre la culpa, la culpabilidad y la responsabilidad. Porque la culpa nos puede acercar a la ética pero la culpa patológica nos lleva a una romantización del mundo que impide encontrar soluciones válidas.

Bueno.

Hay, como mencionamos, una sospecha bastante generalizada en la tradición marxista hacia la moral y la culpa. Son identificadas como algunos de los peores aspectos de la vida burguesa. Pero ser moral no te hace burgués. Ser moral te hace moral. Lo que te convierte en burgués no es tener moral, sino tener moral burguesa (entre otras cosas). Está en nuestras manos, al menos hasta cierto punto, elegir qué actitud moral o ética adoptamos. Y no hay nada intrínsecamente burgués en ello.

Por nuestra parte, hay una actitud moralista que repudiamos. Consiste en entender que el sentimiento subjetivo de culpa genera siempre obligaciones morales inescapables. En los casos de Boudin y Levov, la culpa generaría la obligación moral absoluta de compensar el daño infligido por sus meras existencias; en el caso del vampiro del castillo, la culpa genera la obligación moral absoluta de hacer que los demás se sientan igual de culpables que el vampiro. A veces, este moralismo está impulsado por la creencia de que la única alternativa sería el nihilismo, la indiferencia, el valeverguismo o la defensa del statu quo. No hay, sin embargo, ninguna razón para pensar que sea el caso. Se puede ser antimoralista en ese sentido sin caer en el nihilismo ni en la defensa del statu quo. Nosotros no creemos que la culpa genere siempre obligaciones morales inescapables. O sea: no creemos que los compromisos morales desemboquen necesariamente en hipocondría moral.


No hay hipocondría moral sin culpa, pero puede haber culpa sin hipocondría moral. La tentación de desechar la culpa para así deshacemos de la hipocondría moral no solo resultará innecesaria, sino que posiblemente será contraproducente. Sentir culpa no es una razón para creer que se es culpable. Pero sí debería ser una razón, como ya mencionamos, para examinar, en el sentido aristotélico, nuestra vida.

La hipocondría moral nos puede llevar a consecuencias homicidas, como en el caso de Boudin, o, en casos menos extremos, como les ocurre a los vampiros del castillo, puede derivar en actitudes ridiculas y en un absolutismo moral discursivo carente de formas elementales de compasión frente a las más básicas pulsiones punitivas y autopunitivas. El sentimiento subjetivo de culpa, desprovisto de su deriva patológica, puede inducir de forma indirecta la pregunta acerca de qué es una vida que vale la pena ser vivida y, con ello, tal vez podamos alejarnos del cinismo y de otras formas de miseria humana. La hipocondría moral nos deja a merced del moralismo de la peor calaña. La culpa, en cambio, es una emoción que si consigue esquivar su siniestra metamorfosis en hipocondría moral nos puede aproximar a la ética.

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