Universidad de Murcia, 2024. 138 páginas.
Cada nuevo libro de Myriam Soteras es una fiesta. Sus plaquettes (vendrá reseña en breve), aquel magnífico Papel de lija, sus intervenciones en la charca literaria son de obligada lectura. Ahora se suma esta Espera instrumental, libro ganador del XXI premio de poesía Dionisia García.
La estructura del libro, en la que ocasionalmente se alternan pequeños párrafos de prosa poética que hacen referencia a las esperas, los aviones, los avisos, con poemas en páginas alternas, hubiera necesitado una edición un poco más cuidada. Un poco de información en la contratapa no hubiera estado mal.
Pero poco importa el continente si el contenido es de la calidad habitual de Myriam que habitualmente siempre tiene un verso luminoso en cualquier poema. En este libro hay varios poemas que me han atravesado por su tristeza afilada y sin esperanza.
Muy bueno.
Dicta la sentencia:
— Allá habrá luz y tú andarás tras ella.
—Tendrás una cabeza. Manos. Hiel.
—Te latirá por dentro sangre propia.
— Aprenderás la espera. Habrás nacido.
Firmas.
— Morirás.
Ya estás muriendo.
Te conformas con rasurar.
Aceptas la brevedad del resultado.
Renuncias al dolor. A arrancar de raíz.
Escoges la poda. Incrementar la frecuencia.
Después, te masturbas:
sus dedos
no llegarán a tiempo de lo suave.
No era un ahora no: era un no seco.
Luego, con los días
[solo los días, las noches son de otra manera y dicen
cosas que son huecas]
se fue llenando la nevera.
Y el formulario desapareció como un testamento anónimo.
Y con él debió disolverse la espera saturada:
hormonal o aprendidad o educada.
Y los días, cada uno con su noche,
[pero de otra manera, con otra música, sorda]
suceden hacia otro sitio.
No han dejado de pasar
[como las noches, pero de otra manera, por otras calles, vacías]
cada uno saturado, sin esperar al siguiente.
De tan lleno de cielo y nada más
de tan vacío,
parece este cielo menos cielo.
Demasiado blandos.
Los dejé al fuego sin más y cuando fue la hora de
cenar los emplaté.
Se recocieron mientras algo.
Mientras otra cosa.
Mientras lo que no digo.
Demasiado fríos.
Llegó tarde y ya estaban fríos.
Porque tenía que terminar algo.
Se enfriaron mientras algo.
Mientras otra cosa.
Mientras lo que no dice.
Un trueno pequeño,
del tamaño de un no
de un contigo no
yo no contigo
y cae sobre la catedral la carga de la catapulta.
Puede que sea ese,
por inesperado
o por no haber visto nadie más el hundimiento
el que quiebra los arbotantes
el que lloran en la cripta los ángeles de piedra
o alguien que vuelve tarde a casa sin paraguas.
Un estruendo pequeño
y el bosque es ceniza
y la casa es ceniza
y un cuerpo, pequeño como un golpe,
es ceniza.
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