Mark Fisher. Lo raro y lo espeluznante.

diciembre 20, 2018

Mark Fisher, Lo raro y lo espeluznante

Colección de artículos sobre libros y películas que transitan por los paisajes misteriosos: Lovecraft, Lynch, etcétera. Bastante interesantes tanto si conoces las obras, sobre las que nos ofrece una mirada nueva, como si no las conoces, porque te dan ganas de conocerlas.

El análisis bien, quizás demasiado psicoanalítico para mi gusto, pero siempre interesante.

Me ha sorprendido la traducción de los términos que dan título a las dos secciones del libro. Weird está traducido como raro y quizás hubiera sido mejor extraño, incluso en las derivaciones, no es lo mismo rareza que extrañeza. Por otro lado Eerie tampoco lo veo como espeluznante. Cuestión de gusto personal, entiendo que es imposible encontrar palabras que compartan el mismo campo semántico en los dos idiomas.

Recomendable.

Hasta este punto, mis reflexiones acerca de Lovecraft se han centrado en lo que sucede dentro de las propias historias, pero uno de los efectos raros más importantes que genera el autor tiene lugar entre sus textos. La sistematización de los textos lovecraftianos en una «mitología» puede que haya sido obra de su discípulo August Derleth, pero la interrelación de las historias, la manera en la que generan una realidad coherente es clave para entender la singularidad de la obra de Lovecraft. Puede parecer que la manera en que Lovecraft crea esa coherencia no difiere mucho de la manera en la que Tolkien consiguió un efecto similar; pero, de nuevo, la relación con este mundo es fundamental. Al situar sus historias en Nueva Inglaterra en lugar de en algún reino inmaculado y lejano, Lovecraft puede tejer la relación jerárquica entre ficción y realidad.
La interpolación en las historias de erudición simulada junto a historias auténticas produce anomalías ontológicas similares a las que hallamos en ficciones «posmodernas» de Robbe-Grillet, Pynchon y Borges. Al tratar fenómenos existentes como si tuvieran la misma condición ontológica que sus propias invenciones, Lovecraft quita realidad a lo lacliial y otorga realidad a lo ficticio. Graham Harman si-
gue esperando el día en el que Lovecraft destrone a H61-derlin como el objeto literario de estudio que más apasiona a la Filosofía. Quizá podamos también esperar el día en que el modernista pulp de Lovecraft desplace al posmoderno de Borges como explorador preeminente de los dominios de la ficción de los acertijos ontológicos. Lovecraft ejemplifica lo que Borges se limita a «fabular», pues nadie se creerá jamás que la versión de Pierre Menard del Quijote existe fuera de la historia de Borges, mientras que más de uno ha contactado con la Biblioteca Británica preguntando por una copia del Necronomicón, el grimorio que recoge la sabiduría tradicional a la que tantas veces se hace referencia en Lovecraft. Lovecraft genera un «efecto de realidad» limitándose a mostrarnos solamente pequeños fragmentos del Necronomicón. Es justo ese carácter fragmentario de sus referencias al texto abominable lo que induce la creencia en los lectores de que debe de ser un objeto real. Imaginemos si Lovecraft hubiese escrito un texto completo del Necronomicón; el libro parecería mucho menos real de lo que pensamos al leer citas solamente. Parece que Lovecraft entendió muy bien el poder de la cita, la manera en la que un texto parece más real si se cita que si se encuentra en bruto.

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