Sorpresón agradable. Esperaba algún tipo de libro divulgativo sobre el dilema del prisionero, que explora los límites de las teorías de decisión y de juego. Dos prisioneros deben decidir, independientemente uno del otro, si colaboran o se traicionan. Aunque la mejor estrategia global es colaborar, la mejor estrategia individual es traicionar.
Pero no, el libro explora qué elementos de la realidad no estamos implementando en las versiones habituales del dilema, ya que como seres humanos tenemos una mochila de comportamientos colaborativos y no sólo evaluamos las ganancias netas, también nuestra imagen frente a los demás, nuestra concepción del mundo, etcétera.
También se analiza la paradoja de San Petersburgo y, aunque no se centra en eso, se realiza una crítica de ciertos consejos como los dados por la escuela de Chicago en la que se plantea que el egoísmo individual es la base de una buena sociedad.
Muy buen libro, excelentes análisis, muy recomendable.
La solución que ha aportado la teoría de juegos (DN) para las situaciones de cooperación es desoladora: sé racional, ¡nunca cooperes! Esta conclusión aparentemente incontestable está sin embargo sostenida por unos pilares muy endebles: 1) una ejemplificación de las situaciones de cooperación por medio de un cuento artificioso y antinatural, 2) una modelización muy superficial de ese cuento, y 3) una inducción descuidada a partir de ese modelo.
Respecto al cuento, hasta lo que debe declarar el prisionero para que se considere «cooperar» o «desertar» se presta a confusión. Si hay dos encausados, el prisionero tiene cuatro (y no dos) opciones de declaración: fui yo y no fue él, fue él y no fui yo, fuimos los dos, no fuimos ninguno de los dos. Muchas veces este extremo no se aclara y el cuento resulta indeterminado; en otras ocasiones sí se dice que sólo está permitido declarar que ambos han cometido o no el delito conjuntamente, pero para que esta restricción resulte verosímil, los dos prisioneros deberían conocerse, y en ese caso algo tendrían que importar los años de cárcel del otro prisionero.
Por otra parte, la situación parece darse en un país con Administración de Justicia (se habla de policías, inspectores, fiscales, sentencias…), y sin embargo se supone que la condena se hará sin juicio, o que éste de nada servirá. No creo mucho en que las Administraciones de Justicia sirvan para administrar justicia (sea lo que sea lo que signifique esa palabra), pero en el contexto del cuento cualquier prisionero pensaría que no es nada seguro que se vaya a cumplir lo que promete el inspector; algo pintarán en el asunto el juez o el jurado.
En tercer lugar, tampoco sería razonable confiar en un personaje como nuestro inspector engominado, el jefe de policía de Poundstone o el fiscal de Lewis (ver la nota 2). ¿Por qué iba a cumplir su palabra un sujeto así?; si consigue que confieses lo que él desea, ¿qué le impediría darte después el peor de los pagos posibles. Resulta irónico que, hasta para argumentar que las mejores soluciones son las de desconfianza, se utilice un cuento en el que se necesita confiar en alguien que por su conducta no merece ningu-n,i confianza.
Definitivamente no es fácil entender la aceptación casi unánime de una conclusión tan contraria al sentido común, basada además ■n unos ejemplos mal elegidos y mal analizados. La única explicación que se me ocurre es la siguiente:
El primer contacto con el dilema se establece a través de un cuento con distancias entre pagos muy grandes y un factor de entorno presumiblemente pequeño, en el que antes de detenernos a considerar sus inconsistencias y sus indeterminaciones casi todos pensamos intuitivamente que desertaríamos, con o sin sensación de desazón asociada24. A continuación se utiliza la jerarquía de pagos \)C > CC > DD > CD para defender que la conducta que habíamos decidido previamente era «la única conducta racional». Y en el contexto de esta presentación secuencial puede surgir por descuido el siguiente argumento inductivo, claramente inconsistente: 1) en el ejemplo anterior yo desertaría; 2) el análisis del objeto formal DC > CC > DD > CD muestra sin lugar a dudas que la estrategia dominante es hacer D, luego la decisión de desertar que yo había tomado es la correcta; 3) por tanto, en todas las situaciones con pagos DC > CC > DD > CD se debe tomar la misma decisión, avalada por el mismo análisis matemático.
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