Editorial UOC, 2016. 190 páginas.
En el difícil mundo de la gestión de proyectos informáticos se han impuesto las metodologías ágiles, que solucionan muchos problemas que las predictivas tenían. Sobrecostes, desviaciones de presupuestos, análisis funcionales que no se correspondían con lo que necesitaba el cliente.
Basándose en unos principios sencillos, basándose en la comunicación y en hitos mesurables y un control periódico con el cliente, SCRUM permite que el desarrollo de software no descarrille.
Y este libro es uno de los mejores manuales que he leído para implementar esta metodología en cualquier empresa. Conciso, sin paja innecesaria, guiándonos en todos los aspectos del proceso, indicando recetas para construir métricas…
Imprescindible en la biblioteca de su empresa, para servir de guía permanente. Muy recomendable.
Satisfacción del cliente: el objetivo último es la satisfacción del cliente. El cliente tiene que obtener lo que quiere y tiene que sentir que el producto que le damos es útil. Receptividad ante el cambio de requerimientos: los proyectos no son estáticos, cambian cada día. Nuestro trabajo diario tiene que prever y asumir este hecho. Trabajar enfocado en el producto, proyecto o servicio: la finalidad es la creación de un producto útil, por encima del método empleado.
Desarrollo sostenible: la creación del producto tiene que ser posible dentro de un marco de trabajo que sea favorable a todo el mundo.
Cooperación diaria y abierta entre negocio y desarro-lladores: todos los participantes en la creación del producto tienen que estar en contacto sin trabas. La información tiene que fluir.
Comunicación directa entre personas: debe favorecer la comunicación cara a cara por encima de otros medios de comunicación porque, si hay compromiso de todas las partes, se favorece la adopción de responsabilidades. Individuos motivados frente a individuos dirigidos: los participantes en la creación del producto tienen que sentirse parte de un equipo. Sentirse parte de un equipo implica asumir responsabilidades y participar de las decisiones.
Orientación a la excelencia: el objetivo no es crear productos porque sí, sino crear productos increméntales que mejoren en calidad cada día.
Simplicidad: hay que hacer solo aquello que es necesario, no hace falta reinventar la rueda, no hace falta avanzar a posibles necesidades que no se han planteado. Si se detecta una necesidad útil no planteada, es necesario comunicarla antes de tomar la decisión unilateral de construirla. Como excepción a esto, encontramos las tareas que son importantes para el equipo y para el proyecto, pero no siempre visibles por el cliente (como por ejemplo, los desarrollos de infraestructura). Si la tarea redunda en la calidad, la fia-bilidad, la robustez, la seguridad, etc., se tendría que asumir como parte del alcance.
Equipos autoorganizados: el equipo es capaz de hacer el trabajo que le piden, las personas individualmente quizás no, pero el trabajo es del equipo, no de las personas. El equipo se organiza de forma que pueda asumir todos los aspectos que comporta ejecutar el trabajo. Adaptabilidad: como los proyectos cambian, es necesario adaptarse a este cambio y hacer propuestas que adapten el proyecto a la nueva situación. La adaptabilidad sólo es posible si el equipo es adaptable.
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