Jose Carlos Llop. París suite 1940.

diciembre 6, 2024

Jose Carlos Llop, París suite 1940
RBA, 2007. 158 páginas.

París, 1940. César González Ruano ha abandonado Berlín y se ha trasladado a París donde vive sin escribir pero con gran lujo. ¿Es un estafador? ¿Un espía? Le detienen con un pasaporte falso, 12000 dólares y un diamante, pero todo seguirá siendo un misterio.

Un librito que pica de aquí y allá (las propias memorias de Ruano, sus novelas, documentos sobre la policía en la época de la Gestapo) para ofrecernos un retrato de la vida del escritor franquista cuando estuvo en París, pero que no se acaba de mojar del todo. Parece que traficaba con arte, pero no se nos dice nada en firme. Parece que traficaba con favores, pero se afirma nada. Otros escritores dijeron que algunas de sus ocupaciones fueron obstante truculentas (y uno piensa en todos los judíos que vendieron lo que no tenían en busca de una salvación que no llegó) pero es algo que se menciona de pasada.

Vamos, que la lectura está bien, es un libro cortito y bien estructurado, pero uno se queda con ganas de más, de algo sólido, ni que sea alguna evidencia, porque si no todo se queda en rumores, hipótesis, y ni siquiera demasiado arriesgadas.

Se deja leer.

Las páginas de ese pasaporte están en blanco. Nadie ha viajado con él. Nadie figura como propietario. Ninguna identidad es usuaria del documento. Sin embargo está firmado por el secretario y el vicecónsul de la embajada correspondiente, quizá Rubirosa, quizá De Beistegui, quizá un diplomático de Nicaragua…
Sobre la mesa, el policía también tiene sus notas sobre el emperador Tiberio —que el detenido reconoce enseguida— y unas fotos que le muestra a CGR. Son fotografías de mujeres desnudas en poses lascivas y otras que parecen anuncios de joyas. En estas últimas, las mujeres —o mejor, la misma mujer en todas— también aparece desnuda. No se le ve el rostro, que aparece cortado o en sombras y siempre refulge sobre su piel una joya importante: un brazalete, unos pendientes, un collar, una pulsera, un pendantif… Son joyas antiguas y modernas, y podría dar la impresión de que tanto el tercer hombre del interrogatorio —al que llamamos Wolfgang— como CGR, saben de qué mujer se trata. Nosotros también pero éste no es el caso. Sólo un fleco.
Mostrar esas fotografías como quien muestra un ful de reyes y ases no es más que una manera de decirle a CGR que saben más de lo que él cree; o que les sería fácil saber lo que no saben. CGR sabe eso. Como sabe que el funcionario Wolfgang acabará sabiendo lo que necesita saber sobre ese segundo pasaporte. Lo sabrá porque él va a decírselo, si llega a saber qué es lo que quiere saber Wolfgang exactamente. Porque CGR sabe que esas fotos de un cuerpo enjoyado van a soltarle la lengua. Con cierto recato, sin perder la compostura, estudiando el perfil, pero hablando y hablando hasta donde sea necesario. Aún confía en sus amigos. Confía en Lequerica y en Marañón. En los pasos que debe de estar dando su mujer para que la pesadilla acabe. Pero sabe que en un momento u
otro deberá hablar. Ahora sólo es cuestión de saber manejar los tempos. Si le dejan, claro. Y Wolfgang, Rado y Friederich sabrán si las firmas de esos pasaportes eran falsas o no. Si lo eran, quién es el falsificador. Desde cuándo CGR y el falsificador tienen relación profesional. Dónde opera. A quién iba destinado ese pasaporte. Si pensaba o no entregárselo CGR a su destinatario. Sabrán hasta qué punto puede calificarse este asunto de espionaje o de mercado clandestino. Todo eso acabarán sabiéndolo los tres policías como saben ya la nacionalidad de ese pasaporte. La que nosotros desconocemos.
Regresemos a una de las frases del interrogatorio en Manuel de Montparnasse —subtitulada París, 1940-1943 y acabada de escribir según consta al final de la novela (me temo que falsamente) en la capital francesa en 1943, recién salido de la cárcel—: «¡Esto es absurdo! ¡Yo no me he ocupado en la vida de política! Yo soy un escritor».
Efectivamente: pero no escribe. En ningún periódico. En ninguna parte. Sólo versos —en su casa— y un poeta no es lo mismo que un escritor. Ni entonces, ni ahora. Para definir su oficio en ese momento acudimos a la cronología establecida por Quico Rivas para la exposición que sobre CGR celebró la Fundación Mapire en Madrid en 1984.
«1940: […] se traslada al París ocupado, donde lleva una vida bohemia, dedicándose sobre todo a escribir poesía y a la compraventa de antigüedades y pintura.» La compraventa de antigüedades y pintura. Más adelante, Rivas dice: «en el mes de junio de 1942 es detenido por la Gestapo e internado en la cárcel de Cherche-Midi. Culmina aquí uno de los períodos más misteriosos y desconcertantes de su vida.»
Et voilá!

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