Irene Yúfera. Derrumbe.

diciembre 11, 2025

Irene Yúfera, Derrumbe
Esto no es Berlín, 2024. 152 páginas.

La protagonista no solo tiene que lidiar con un divorcio, también con la crisis que reduce su trabajo y le obliga a alquilar una habitación de su casa para redondear sus ingresos. La inquilina resulta ser una persona encantadora, lo que hace aflorar una serie de inseguridades en la relación con su hijo.

Una novela muy bien escrita, que te arrastra a un ambiente emocional que te llena de angustia y tristeza, con un retrato de personajes excelente (en la página que aparece el exmarido nos lo dibuja de manera magistral con cuatro frases) y que te deja un regusto de melancolía y esperanza.

Una encantadora sorpresa que no te deja indiferente.

Muy bueno.

Otras veces llegaba del trabajo cansada y hambrienta y me encontraba con que ella estaba cocinando. Cuando cocinaba, escuchaba música con su teléfono móvil conectado a un pequeño altavoz. Me contrariaba tener que esperar. Seguramente no era necesario que esperara: podría haberme puesto a cocinar con ella, pero no me sentía con fuerzas, al final del día cuando ya he agotado mi tiempo de adaptación a otras personas, de interés por ellas, de comunicación con el prójimo. Me sentaba en el sofá, trataba de leer y pensaba en lo bien que nos habría venido ahora la cocina original del piso, con sus cuatro paredes y su puerta, pese a que siempre había defendido la cocina integrada en el espacio más grande de la casa, una sola pieza en la que pudieran estar varias personas dedicadas a hacer cosas diferentes, pero juntas. Me sentaba en el sofá y fingía leer. Enseguida Ástrid despertaba mi curiosidad: quería saber qué cocinaba y cómo. Quería sobre todo ver cómo se manejaba en mi cocina, con mis cosas. No conseguía no estar pendiente de lo que ella pudiera necesitar. Las especias están ahí en el armario de la derecha. Tienes un colador en el cajón de las ollas.
Por las mañanas ella todavía no había salido de su cuarto cuando Pablo y yo nos íbamos, y a mediodía no comía en casa.
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Lentamente se fue disipando la extrañeza de tener en casa a otra persona y me repetía con tozudez que la perspectiva de contar con el dinero mensual del alquiler de la habitación me tranquilizaría. Sin embargo, era todavía demasiado pronto para que esa tranquilidad que había de llegar me permitiera aflojar el ritmo de trabajo y decir que no a alguna de las propuestas de cursos para tomarme un respiro. En breve, me decía.
Ir a dar las pocas clases que me quedaban en el centro de lenguas era un suplicio. Me ponía enferma encontrarme con los compañeros que no solo seguían dando sus clases, sino que se habían hecho cargo de las de los profesores a los que prácticamente se nos había dejado en la calle. No sabía qué hacer con la rabia. Se me solidificaba, se me indigestaba. Además, había aceptado encargos tan mal pagados que, en el momento de abordarlos, me sentía estafada. Tampoco lograba hacer lo mínimo imprescindible para cobrar, que era de lo que se trataba, sino que intentaba trabajar lo mejor que podía, por si en el futuro surgían mejores oportunidades, por si en el futuro las cosas se me ponían aún más feas. Por si. ¿Por si qué? Cuando lo pensaba detenidamente, me indignaba. Mantenía en la boca un regusto mineral y con él acababan mis largas jornadas de trabajo. Así volvía a casa, deseando prepararme algo rico para cenar. Pensaba en Sísifo.

Un comentario

  • Geometry Dash diciembre 12, 2025en4:09 am

    Geometry Dash — Rhythm-platforming at full throttle: tap to the beat, thread spike gauntlets, and memorize cycles until every jump feels automatic. Consistency and calm inputs win the day. Challenge: 100% on a hard level—show the proof.

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