Fondo Cultura económica, 2009. 354 páginas.
Tit. Or. The new world of mr. Tompkins. Trad. Francisco Rebolledo.
George Gamow, además de ser un físico excelente y el inventor del modelo del Big Bang, escribía muy bien. Una prueba es su Biografía de la física. Sus breviarios del señor Tompkins son unos libros de divulgación en los que explicaba la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica.
Mientras el señor Tompkins asiste a conferencias de física no se entera de mucho, pero en sus sueños se ponen de manifiesto las curiosas consecuencias de las teorías de las conferencias.
Yo había leído la versión original, esta está revisada y actualizada por Russell Stannard para incorporar los nuevos descubrimientos y -no sé si para bien o para mal- corregir algunos aspectos políticamente incorrectos. Es ideal para aquellos que quieran saber de que va la revolución de la física del siglo XX, y seguro que se divierten por el camino.
Calificación: Muy bueno.
Extracto:
«Si usted logra tener lo que los jugadores llaman una racha de buena suerte, ganará en varias ocasiones consecutivas. Sin embargo, su ganancia total será de una libra cada vez, por lo cual no será muy alta. Por otra parte, una mala racha le causará de inmediato un grave quebranto. Descubrirá que el índice al cual tendrá que incrementar su apuesta para cubrir las pérdidas anteriores lo dejará pronto en la fl inopia y no podrá seguir jugando. Por ejemplo, si las probabilidades son equilibradas (si apuesta una libra para ganar una libra), después de cinco pérdidas sucesivas tendrá que apostar 32 libras para cubrir las pérdidas y tener una ganancia de una libra; al cabo de 10 pérdidas sucesivas la apuesta se elevará a 024 libras; con 15 pérdidas tendrá usted que apostar 32 768 libras… ¡Y todo para ganar una libra! Una gráfica para representar las variaciones de su capital consistiría en varios tramos que suben lentamente, interrumpidas por caídas muy bruscas. Es probable que al principio del juego se encuentre en la larga porción de la curva que asciende muy despacio y, por un tiempo, tenga usted la agradable sensación de ver cómo crece su dinero, en forma lenta pero segura. Pero, si persiste el tiempo suficiente con la esperanza de obtener ganancias cada vez mayores, llegará de manera inesperada a una caída brusca que será tan profunda que lo obligará a apostar (y perder) hasta el último centavo.
«Lo importante es esto: nadie tiene recursos infinitos. El jugador que aplique este esquema seguramente dispondrá de recursos limitados, pues, aunque pudieran ser cuantiosos, necesariamente serán limitados. Por esta razón tendrá que llegar el momento en que, por la ley de promedios, una mala racha le produzca pérdidas suficientes para agotar todos sus fondos. En términos muy generales, con éste o cualquier otro sistema similar, la probabilidad de duplicar los fondos iniciales a base de ganancias es igual que la de perder hasta la camisa. En otras palabras, las probabilidades de ganar al final son exactamente las mismas que si apostara todo su dinero a una moneda arrojada al aire: doble o nada. Lo único que puede usted lograr con ese sistema es prolongar el juego y obtener más diversión (o tortura) a cambio de su dinero.
«Desde luego, en todo este ejemplo he estado suponiendo que el corredor de apuestas no recibe ninguna comisión, pero eso no es factible, por lo cual las cosas son aún peores de lo que he descrito. No, la verdad es que, en el juego, la única persona que tiene asegurado un final próspero y feliz con su sistema infalible es el corredor de apuestas.»
—¿Lo que usted dice es que no puede haber un método para ganar dinero sin arriesgarse a una probabilidad ligeramente mayor de perderlo? —dijo el señor Tompkins, abatido.
—Precisamente —respondió el profesor—. Más aún, lo que he dicho no sólo se aplica a problemas de importancia relativamente menor como los juegos de azar, sino a gran variedad de fenómenos físicos que a primera vista parecen no tener relación con las leyes de probabilidades. Por ese concepto, si usted lograra idear un sistema para vencer las leyes del azar, podría hacer con él gran cantidad de cosas mucho más emocionantes que ganar dinero. Podría fabricar automóviles que circularan sin combustible, fábricas capaces de funcionar sin carbón ni petróleo, y muchas otras cosas fantásticas.
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