Yo también he visto 300
A buenas horas voy a comentar esta película que ha sido sobada y vuelta del revés por todo hijo de vecino. La vi en el estreno pero hasta ahora no me he podido sentar a escribir mis impresiones; más vale tarde que nunca (además, quería hacer un homenaje a Seikilos y Ericz).
Ya había leído el comic de Frank Miller y en comparación con su magnífica Sin City me decepcionó un poco. Conocía la versión que de las batallas de las Termópilas hicieron Oesterheld y Breccia en el último episodio de Mort Cinder (tambien lo comenta Absence) con un guión mucho más cuidado. La fuerza de 300 está en sus imágenes, no en su historia -más bien plana-. Con estas bases la película adolece del mismo defecto, una trama bastante básica -casi de videojuego- a la que no ayuda -pero tampoco perjudica- el único añadido respecto al cómic: las intrigas en las que se ve envuelta la mujer de Leónidas.
Fui a verla al cine porque pensé que si era tan mala como prometía mejor verla en pantalla grande, dónde al menos podría disfrutar de los efectos especiales. Pero ¡oh, sorpresa! salí encantado. 300 es una película hermosa. Visualmente, claro. Muchas escenas son incluso superiores al cómic; el baile de la pitonisa es verdaderamente impresionante, y las coreografías de las batallas convencen -lo que no es precisamente fácil-. Si quiero una buena historia, me leo un libro; si voy al cine quiero que me seduzcan por los ojos, y 300 lo hace.
Sobre la película hay interpretaciones para todos los gustos; que si es fascista, que si es antiimperialsta, que si es una excusa para presentar hombres musculosos casi en bolas, que si esto, que si lo otro… Y en ninguna parte veo reproducido el mensaje más claro de la película: el elogio del pensamiento en contra de la religión. Cuando Leónidas va a consultar a los sacerdotes los tilda de superstición ya superada, los desprecia y los insulta. Lo peor de Jerjes es que exige que se arrodillen, pero no por lo que implica de sumisión, sino porque es un Dios, no un emperador. Pero donde es totalmente evidente es al final de la película, cuando antes de la batalla final el que exhorta a los griegos a la batalla grita algo así como «Defendamos la razón contra el misticismo», frase que no aparece en el cómic y que me apetece interpretar así: «No podemos ser libres mientras haya religión».
Hay esperanza
El mismo fin de semana, pero cómodamente instalado en mi casita, vi Los hijos de los hombres. No esperaba mucho de ella porque casi todas las críticas que había leído la ponían a caldo, pero como amante de la ciencia ficción tenía que darle una oportunidad. De nuevo, sorpresa agradable. Un peliculón -y también hermoso-. Los que no la hayan visto pueden leer aquí la sinopsis, que resumiendo es la siguiente: en el año 2027 hace 19 años que no ha nacido ningún niño. El mundo está sumido en el caos y sólo esta a salvo Inglaterra a costa de vivir prácticamente en un estado policial, donde los refugiados son internados en campos de concentración. La vida del protagonista, un funcionario en estado de parálisis emocional, cambia radicalmente cuando se pone en contacto con él su antigua compañera sentimental, ahora líder de un grupo de activistas.
Lo primero que impresiona de la película es la ambientación entre la dictadura y el caos, que convence como escenario de una sociedad sin esperanzas que intenta aguantar lo que pueda. La asepsia a golpe de armas que reina en la ciudad contrasta con la degradación de los campos de refugiados. La abulia del protagonista no viene motivada por la situación, sino por motivos personales.
Pero lo que más destaca, como en 300, es la belleza visual. La escena de la comida con su hermano, que se dedica a rescatar obras de arte, es magnífica. Casi al final de la película, cuando están luchando los rebeldes y el ejército, asistimos a una de las mejores escenas de guerra que he visto nunca. El combinado con esa interrupción milagrosa, que el director sabe estirar sólo el tiempo justo, es magistral.
Dos películas hermosas, cuyas imágenes convencen. Todo lo contrario que The Wicker Man (pueden leer la sinopsis aquí) que ni tiene argumento, ni resulta creíble. Hay escenas que se supone que deberían dar miedo, pero quedan ridículas. Como decía antes, el buen cine debe seducir por los ojos, si no, no hay historia que lo salve.
12 comentarios
¿Y dónde habías leído críticas malas a hijos de los hombres? A mí me parece sencillamente sensacional, y con contrastar un poco por ahí, ingente población piensa lo mismo.
¿Qué pasó al final con esas cañas? ¿Viniste a Madrid?
No puedo decir lo mismo de 300, que me aburrió-escandalizó (por mala y videojueguil) a partes iguales.
Fui, pero el sábado estuve todo el día currando… me he metido en un marrón de proporciones bíblicas. Salí ya tarde, y como tenías cita ineludible..
Es un concepto caprichoso el de libertad, e interesante cómo se tiende a entremezclarlo con asuntos variopintas que – normalmente – se eligen sin presión alguna y que sirven para recortarnos el campo mientras pensamos que así somos más libres en lo que intercambiamos unos marginadores por otros. Verdaderamente curioso.
PS: Espero no tener nada que ver con el marrón y que todo se haya solucionado satisfactoriamente después de haber pasado unos días bastante desazonado. BTW espero me mandes la confirmación que te pedí hace unas semanas después de tu última visita.
Luis, te acabo de enviar un mail.
Yo también oí hablar muy bien de «Hijos de los hombres». De hecho, creo que la escogieron en «Miradas 2» como una de las mejores películas del año pasado. Me gustó muchísimo, pero como suele pasarme con la ciencia ficción, más por la «idea», por el guión (que en muchos casos, como en este, no es original, sino adaptado de una obra literaria), que por la realización en sí. Me impresionó mucho la emboscada, cuando van en el coche. Si la veis en DVD, vale la pena ver los extras sobre cómo lo rodaron.
Por lo visto yo he sido el único que ha oído hablar mal de la película… mejor, porque la sorpresa fue muy agradable.
Hola,
muy cierto lo que dices acerca de que para una buena historia están los libros y el cine está para que nos entre por los ojos (aunque hay películas con magníficas historias, claro; se entiende lo que quieres decir). Muy necesario en un ámbito en que tantas veces se oye la comparación entre libro y adaptación al cine, como si hubiera comparación posible. El cine tiene que funcionar como cine, como historia contada con imágenes y si no es un fracaso, independientemente de que la novela original sea muy buena. Y al revés, hay novelas mediocres que han dado lugar a grandes películas. Estoy harto de oir esa malsana comparación, o a los que dicen «es mejor el libro» (no, será que la película como tal es mala, simplemente) o a los alumnos que vienen por la biblioteca a sacar la película de la novela que no piensan leer, o de ver películas en las que una voz en off nos narra lo que el director es incapaz de pasar a lenguaje fílmico. Recientemente he visto «Los duelistas», sobre un relato de Conrad; te recomiendo ambas, si no los conoces.
De acuerdo también con que se trata de un enfrentamiento entre razón y religión o mejor aún entre la concepción racional del mundo griego, del que venimos, afortunadamente, y el concepto mágico-irracional del mundo persa. En esa batalla, como dicen muchos historiadores, se puso en juego mucho más de lo que creemos. Y en sucesivas, donde siempre han estado en confrontación el mundo occidental y el oriental, prueba de que son dos formas de ver el mundo cuya incompatibilidad ha creado siempre tensiones muy fuertes (con los árabes, con los turcos…) hasta hoy mismo. A los árabes los tuvimos aquí mismo, y los turcos llegaron a las puertas de la misma Viena. Una visión edulcorada y simplista de coexistencia de civilizaciones tan antagónicas no se puede decir que haya hecho mucho bien. El que deduzca de esto que no se puede trabajar por la paz y el entendimiento es un simple, también. Te añado un enlace a un artículo de Umbral algo antiguo pero que termina de forma muy bella, hablando de la «cabeza despejada de los griegos» y si Umbral no te entusiasma mucho, perdónaselo al menos a un enamorado de Grecia, que vuelve allí siempre que puede. Un saludo
http://www.elmundo.es/2002/02/18/ultima/1107851.html
Me alegra ver que se entiende lo que quiero decir, y que coincidamos en tantos aspectos. A mí el libro El nombre de la Rosa me encantó, y la película también -a pesar de tener voz en off-. Buscaré Los duelistas.
El enfrentamiento oriente-occidente, razón-misticismo me gusta como arquetipo aplicable a la realidad y en el que me considero del lado de la razón. Otra cosa es aplicarlo a los pueblos por las buenas; cuando los árabes dominaban la península ellos tenían el estandarte de la razón, y la iglesia católica occidental ha sido mucho tiempo un bastión del misticismo.
Por lo demás, encantado de su visita y coincidir también en el entusiasmo por Uumbral, sobretodo el articulista.
Me alegro de que te guste Umbral; es una autor al que se admira o al que se odia, no hay términos medios.
Bueno, admito que hay algunas películas con voz en off que no están mal; ahora me acuerdo de «La edad de la inocencia», que en España tuvo la voz de Nuria Espert, y era una gran película. No estorbaban demasiado esos comentarios, e incluso daban ambiente. Por cierto, la novela, de Edith Wharton, es magnífica y te la recomiendo vivamente, como hago con frecuencia en la biblioteca a quien creo que le puede gustar. También tiene otras obras memorables, como «Ethan Frome» o los relatos incluidos en «Vieja Nueva York», sobre todo el del coleccionista de arte, maravilloso.
Los árabes tuvieron grandes médicos, filósofos, arquitectos, calígrafos, viajeros, pero su edad de oro o su posibilidad de desarrollo se detuvo, por razones que me falta erudición para calibrar y exponer, pero que saltan a la vista observando el mundo árabe de hoy (a grosso modo, claro; nadie dice que no tengan centros de estudio o gente muy valiosa). En occidente, con toda la crítica que se pueda hacer a la cerrazón de la Iglesia, se ha evolucionado de manera imparable. Grandes avances y descubrimientos propiciados por gentes en su mayoría creyentes, que no vieron qué había en sus estudios que les pusiera en contra de su fe; fue luego la iglesia como estructura y como poder la que les apretó las tuercas. Y resulta saludable conocer que por ejemplo, en el caso de Galileo, no fue la Iglesia propiamente dicha la instigadora de la persecución, sino los filósofos aristotélicos de la época, a los que Galileo contradecía. Ellos se encargaron de llenar de calumnias y acusaciones de herejía (que hoy vemos falsas) la obra del científico. En fin, enfrentamientos de cátedras y publicaciones no muy diferentes de los de hoy, lamentablemente. Feyerabend estudió profundamente el proceso y reconoció que su enemigo Bellarmin tuvo una actitud tan «científica» como la de Galileo a ojos modernos, y para los conocimientos de la época. A veces las simplificaciones empañan la historia. Hay que dejar de verlo como un enfrentamiento ciencia-religión o al menos «sólo» así; hasta nuestro siglo, ya digo, los científicos en su mayoría han sido creyentes a los que su fe no ha estorbado la inteligencia, y a pesar de la actitud represora de la Iglesia, han sabido separar su propia creencia de su persecución, lo cual es un increible ejercicio de ecuanimidad. Las dos hijas de Galileo fueron monjas, lo que indica quizá que él no las instruyó en un anticatolicismo, a pesar de su proceso.
En cuanto al enfrentamiento razón-misticismo, pasa algo similar. Qué misterioso es, en nuestra mística por excelencia, Teresa de Jesús, una humanidad razonable tan honda, tan moderna, apreciable en sus cartas y en sus libros biográficos (incluso tanta guasa y humor que se gasta). Nada hay en ella de la histérica integrista que otros nos quieren hacer ver (de hecho fueron los «integristas» los que la denunciaron). Y qué decir del raciocinio que hace falta para componer los más bellos poemas del castellano, los de San Juan de la Cruz, tan intelectuales, tan inaprensibles, perfectos.
Soy un enamorado de Occidente, lo siento. A lo mejor llega un día en que haya que pedir disculpas por ello. Recientemente hemos asistido a un vergonzoso procesamiento en la liberal, la republicana Francia, por unas viñetas jocosas sobre Mahoma. Ahora habrá que ir explicando qué es el humor, el sanísimo humor.
Un saludo.
Yo tampoco soy experto en la civilicación árabe, pero los pueblos cambian a través de la hsitoria. La patria de los antiguos vikingos, que hicieron verdaderas barbaridades, alberga ahora a los países más avanzados de Europa. Los suizos, tan temidos antes, son ahora sinónimo de publo aburrido. La misma Grecia, cuna de la civilización, está a la cola de Europa en investigación.
Con todo sí creo que hay un espíritu ‘de occidente’ y me identifico con él. Pero es un espíritu que recoge la antorcha de la antigua Grecia y el renacimiento, no la de la inquisición ni, en tiempos modernos, el creacionismo.
Sobre el tema de la religión hay mucho que hablar, pero sólo comentaré una cita de Pascal, persona poco sospechosa de ateísmo:
Los hombres nunca obran mal de una manera tan perfecta y aclamada como cuando lo hacen movidos por la convicción religiosa
Claro que los pueblos cambian. A ver cuando cambia un poco España y dejan de maltratar animales en las fiestas patronales, cosa que me pone literalmente enfermo cada vez que empieza el verano. Bueno, la verdad es que no necesitan de fiestas patronales muchos bestias que hay por ahí. Perdona esto, que parece que viene poco a cuento, pero es que he leído recientes noticias que ponen lo pelos de punta (No me refiero a Pamplona, ahí se corre de verdad y se arriesga, y se respeta al toro, por lo menos).
Nada que rebatir en lo que dices; efectivamente, los pueblos pueden mejorar y empeorar. Se echa de menos una o varias grandes figuras internacionales que pongan un poco de cordura en el conflicto entre árabes e israelíes, por ejemplo. Han tenido políticos que sólo han avivado el odio con el que ya llegaron al poder, después de trayectorias poco edificantes.Ya decía Carlyle: «¡Ay!, hemos conocido tiempos que reclamaban a voz en grito su grande hombre, ¡pero no lo hallaban a pesar de reclamarlo», al comienzo de «Los Héroes», señalando que hay muchos que creen que las cosas se arreglan por sí solas y que los grandes estrategas son fruto de su tiempo, nada más, como si el tiempo lo hubiese hecho todo y ellos no hubiesen puesto nada, como si todo se curara por generación espontánea, lo que da ciero clima propicio a la pereza y al providencialismo (algo de esto ha dicho Savater recientemente, en otros contextos, y con mucha razón).
No creo que de mis palabras se deduzca la más mínima defensa de la Inquisición, espero. Ni del creacionismo, que añades, y que me parece abominable.
La cita de Pascal es muy acertada en su contexto de luchas religiosas; pero creo que a mucha gente su fe la ha llevado a una enorme entrega en ingentes labores (buenas labores, se entiende), y que muchos otros no han necesitado esa fe -o han tenido otras- e igualmente han hecho el bien. Y voy a dejar ya este tema, porque va a parecer que defiendo la fe con más ahínco que el propio Ratzinger, y ni siquiera estoy seguro de ser creyente. Sólo me molesta esa hipocresía que circula por ahí y que hace a la gente tener un exquisito cuidado con musulmanes y budistas, por ejemplo, mientras se dicen grandes inexactitudes sobre el cristianismo, cuando no verdaderas barbaridades.
Un saludo
No creo que defiendas la inquisición, sólo quería decir que para mí lo que considero el espíritu de occidente lo pueden tener personas de oriente y viceversa.
El tema de la fe da para mucho; lo mismo anima a hacer el bien que a hacer el mal. El saldo ¿es positivo o negativo? No lo sé. Veo pequeñas comunidades religiosas que hacen bien a su alrededor y no son nada fanáticas, y veo grandes corporaciones de la fe que abusan del poder que han conseguido. Personalmente preferiría que el papel de la religión lo tuviera una ética, pero lo veo muy difícil.