Aunque no me gustó el libro Crítica antropologica de la religión, estoy de acuerdo con la mayoría de sus tesis, comenzando por que la religión empieza en el animismo. El hombre primitivo debió notar que sus pensamientos eran de alguna manera diferentes a su cuerpo y de ahí al alma sólo hay un paso. Después no es difícil pensar que las fuerzas que le rodean puedan estar también animadas. Añadimos una jerarquía, y ya tenemos a los dioses.
Este enfoque de abajo arriba despoja a la religión de trascendencia y la muestra como una construcción al servicio de las necesidades humanas. Siempre se ha dicho que la religión sirve para aliviar el miedo a la muerte (con la promesa de una vida postrera) y como herramienta para imponer un código moral (evitando los crímenes con el miedo a castigos celestiales).
Personalmente creo que no es así, que en estos dos aspectos la religión ha fracasado estrepitosamente. Sólo hay que ir a un funeral para ver que hay poco consuelo, e incluso los ancianos que dicen cosas del tipo Ay señor, llévame pronto, cuando llega la hora se aferran a la vida como pueden. Lo expresa muy bien este cuento de Pere Calders:
Le dieron a elegir entre ir al cielo o seguir en el mundo. Y a pesar de la buena publicidad del primero y del frío y las goteras que tenía en casa, eligió lo segundo..
Respecto a la imposición de un código moral creo que ya traemos uno de serie, como ya decía Mencio:
Si los hombres ven a un niño que está a punto de caer en un pozo todos sin excepción experimentarán un sentimiento de alarma y pesar. No sentirán así como una estrategia para ganarse el favor de los padres del niño, ni para buscar el elogio de sus vecinos y amigos, ni para evitar dar la mala impresión de no conmoverse por ello. Este caso nos permite percibir que el sentimiento de conmiseración es esencialmente humano.
Las religiones, pues, no nos hacen falta para hacernos mejores personas. El porcentaje de ateos entre los reclusos no es mayor que en el resto de la población, sino menor. Hay bastantes argumentos para opinar que en el terreno moral, las religiones son perjudiciales.
¿A qué se debe, entonces, el triunfo de la religión? A dos factores de los que no se habla mucho (igual se han escrito tropecientos libros al respecto, pero como soy ignorante no los conozco): la ilusión de control y el sentimiento de justicia.
El ser humano ha vivido siempre rodeado de imprevistos sobre los que no ha tenido ningún control. Que un año hubiera una mala cosecha podía significar hambre y muerte para todo un pueblo. Y si no llueve ¿Qué hacer? Incluso en nuestra época, con la mejor medicina de la historia, hay casos en las que todo está en manos de la suerte ¿Qué podemos hacer si tenemos a algún ser querido en una situación de vida o muerte?
Ante estas situaciones sacamos al santo a pasear, rezamos, prometemos hacer el camino de Santiago, hacemos un sacrificio, un ritual… cualquier cosa menos no hacer nada. No conseguiremos ningún efecto práctico, pero sí un psicológico muy importante. Nosotros ya hemos puesto de nuestra parte. Si luego la divinidad no responde es cosa suya, nosotros tenemos la conciencia tranquila.
Sobre el sentimiento de justicia es de lo que quería hablar realmente, aunque no estoy seguro de que nadie haya llegado hasta aquí. Pero allá vamos.
Lo que nos conforta del cielo y del infierno no es que tengamos una vida después de la muerte, sino que allí se hará justicia: los malos a la hoguera, y los buenos a disfrutar de la eternidad. En este artículo: Historia idiota del derecho hay un fragmento de Alfonso X muy revelador:
descreencia que tienen algunos hombres malos y descreídos, que creen que el alma se muere con el cuerpo, y que del bien y del mal que hombre hace en este mundo no habrá galardón ni pena en el otro mundo, y los que esto creen son peores que bestias
Que como vemos hace hincapié en el premio y castigo, no en la vida después de la muerte. Vemos a gente muy buena a la que sólo le pasan desgracias y a verdaderos hijos de puta a los que la suerte les sonríe. Pero nos consolamos pensando que a cada cerdo le llega su San Martín, y que ya nos veremos las caras en el más allá.
El ejemplo más concreto es la noción de karma: si nos portamos bien, en otras vidas nos irá bien, si nos portamos mal, nos irá mal o incluso nos reencarnaremos en algún bicho (algunos hay que lo parecen sin reencarnación). Ha pasado al lenguaje popular porque tenemos la impresión de que si hacemos algo malo, tarde o temprano lo pagaremos. Si un jefe despótico tiene un ataque al corazón es el karma en acción. Sus malos actos tienen un castigo.
En la ficción la nómina de justicieros es inabarcable, empezando por Don Quijote, arquetipo universal del desfacedor de entuertos. Abunda, sobretodo, en los géneros populares, donde se da satisfacción a nuestro innato sentimiento de justicia. En géneros más sofisticados se tiende a ser más realista, y ya sabemos que en la realidad pocas veces los malos tienen su castigo.
Los superhéroes de los tebeos son justicieros enmascarados, y es instructiva la historia de Spiderman. Cuando adquiere sus poderes se dedica a lo que haría cualquiera: ganar dinero y ser famoso. Hasta el punto que pasa un ladrón a su lado y ni se molesta en detenerlo. Pero ¡Ay! el karma en la ficción es implacable y el mismo ladrón que dejó escapar mata a su tío. Se acabó la diversión, a impartir justicia.
El equipo A, Charlse Bronson, Cantinflas, todos combaten a los poderosos y a los malos (que no por casualidad muchas veces coinciden) defendiendo a quien por ser débil no puede conseguir justicia. Y nuestros corazones se alegran cuando triunfa el bien y el mal se lleva su merecido. A falta de Dios y su justicia lejana que tan largo nos lo fía, bien están sus apoderados.
No es extraño el éxito que tiene El tío la vara, superhéroe cañí que lleva a su esencia el concepto de justicia. Moler a palos al aprovechado, al impertinente, al fantasma:
No quería ponerme reivindicativo, pero a uno le gustaría que Don Quijote no existiera sólo en la ficción. Porque lo peor de la crisis en la que vivimos no es que las cosas vayan mal, sino la impunidad de los culpables. Que muchos estén sufriendo por la maldad e ineptitud de otros que tienen los bolsillos llenos. La injusticia.
En nuestras manos está coger una buena vara, real o metafórica.
6 comentarios
Muy conveniente reflexionar lo que hablas, nos sentimos modernos y seguimos con la mayor parte de la carga medieval encima.Me encantaría haberlo expresado con la misma elegancia cuando escribí esto :
Bibliotecas vs Bancos.
Saludos
Desde que la conozco, siempre que surge la cuestión religión meto (con calzador si hace falta) la cita del nobel Steven Weinberg, que poco más o menos dice:
«Con o sin religión siempre habrá gente buena haciendo cosas buenas y gente mala haciendo cosas malas. Pero para que haya gente buena haciendo cosas malas hace falta la religión.»
Me apunto la cita de Cities: Walking . Para pararse a pensar un rato.
Saludos
Gracias panta por el enlace, y Cities por la citia, que no he usado por no querer abusar (la usé aquí: El espejismo de dios y no puedo estar más de acuerdo).
Creo que hay bastante datos para pensar que las religiones nos hacen peores personas, pero no quería repartir leña en esta entrada.
También existe la réplica de Freeman Dyson a la frase de Weinberg, diciendo que la frase de Weinberg no es la verdad al completo, que habría que añadir una cláusula que sería algo así como: «para que la gente mala haga cosas buenas, también para eso es necesaria la religión».
En fin, tampoco es mi intención meterme en un debate sobre este tema. Saludos.
El debate puede ser muy largo, pero creo que hay dos cuestiones fundamentales:
1.- La afirmación de que sin la religión existiría un desmadre moral. Creo que es falsa y que hay bastantes datos que se podrían aportar (entre ellos el que comentaba que entre la población reclusa el número de ateos no es mayor, sino menor que en la población normal).
2.- La religión ¿nos trae más beneficios que inconvenientes? En el terreno moral aclaro. Mi opinión es que es perjudicial, lo puedo argumentar pero no lo considero incontrovertible.