Diane Wei Lang. Mariposas para los muertos.

junio 1, 2022

Diane Wei Lang, Mariposas para los muertos
Siruela, 2008. 228 páginas.
Tit. or. Paper butterfly. Trad. Lola Diez.

Mientras la detective Mei Wang intenta descubrir qué ha pasado con una estrella del pop desaparecida, un detenido por las protestas de Tiananmen inicia su regreso a un moderno Pekín. Los dos caminos acabarán cruzándose.

Me faltaba esta novela de la trilogía y sigue el mismo esquema que las otras dos, lo importante no es tanto el caso y su resolución como el retrato de una china a medio camino entre lo antiguo y lo moderno, donde el poder del partido comunista sigue siendo omnipresente pero ha aparecido una nueva clase que hace negocios al modo capitalista.

En esta ocasión es interesante la descripción de las protestas estudiantiles y la vida en la cárcel de quiénes fueron detenidos en ella. También el contraste entre unos pueblos anclados en otra época y una capital del siglo XXI.

Bueno.

—Usted es la dueña de la Consultoría de Información El Loto, situada en la calle Norte de Chongyang, 122, Comuna del Pañuelo Rojo, Edificio número 1. Tiene actualmente un empleado, un trabajador inmigrante de Henan. ¿Son estos datos correctos?
—Sí —Mei presentía que la conversación iba a dar un giro desagradable.
—Hemos descubierto recientemente que algunas personas usan empresas legales como esta suya para actividades ilegales como la investigación privada. Necesitamos examinar sus libros para comprobar que ha estado usted actuando de acuerdo con la ley y las ordenanzas.
—¿Es que alguien ha informado sobre mí? ¿Estoy siendo investigada?
—También nos faltan algunos documentos que debía habernos enviado, la Declaración de Limpieza de Espíritu, el Impreso 11956, el Impreso 20010, etcétera. ¿Sabía usted que es ilegal tener abierto un negocio sin haber cumplimentado el Impreso 11956? Podríamos vernos obligados a pedirle que suspenda temporalmente su actividad hasta que hayamos recibido todos los documentos que se requieren y estemos conformes con ellos.
Mei no sabía qué era el Impreso 11956 ni si de verdad existía o no, pero no le cabía duda de que si la Oficina de Ordenanzas quería, podían hacerla cerrar mañana mismo. Siempre había sido consciente del riesgo. Sin embargo, a menos que los promoviera el gobierno, golpes como éste eran poco frecuentes. Al fin y al cabo, cientos si no miles de investigadores privados trabajaban provechosamente bajo el paraguas de la consultoría de información: había estado con ellos en su conferencia anual. ¿Por qué iban hacer con ella una excepción?
El otro hombre, que hasta el momento no había pronunciado palabra, se acomodó en la silla, cruzando las piernas.
—El señor Peng ha sido generoso y paciente, pero usted continúa trabajando en el caso de Kaili. Está disgustado.
—Si lo deja —dijo el hombre del maletín— podríamos pasar por alto lo del impreso que falta… por ahora.
El otro hombre se puso de pie. Entró en el despacho de Mei, hizo un gesto de aprobación a las pinturas de la madre de Mei que colgaban de la pared y acarició su ordenador.
—Tiene usted un bonito negocio. Estoy seguro de que quiere protegerlo. El señor Peng está haciendo lo mismo —dijo en tono más bien tranquilo, como si estuviera rogándole a Mei que comprendiera.
Cuando se fueron, Mei se paseó de arriba abajo por su despacho, con el corazón latiéndole rápido. Si no dejaba de investigar la muerte de Kaili, podrían volver y ejecutar su amenaza. Pero si se detenía ahora, nadie sabría nunca la verdad sobre Kaili y Lin. ¿Sería ella capaz de vivir consigo misma si cedía ante un hombre como el señor Peng?
Un rayo de sol se vertía a través de la ventana en el cuadro de su madre de un loto solitario que brotaba del barro. ¿Qué habría hecho su padre?, se preguntó en silencio.
Sonrió y sintió una energía renovada. Recordaba el día en que había presentado su dimisión en el ministerio: fuerza y dignidad. Seguiría a su corazón. No se iba a dejar intimidar. No iba ni a ceder ni a abandonar.

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