David Llorente. Madrid frontera.

mayo 28, 2021

David Llorente, Madrid frontera
Alreves, 2016. 260 páginas.

En un Madrid distópico, con un mar negro donde viven sirenas y cuyas calles están cubiertas de indigentes comebasuras deshauciados de sus pisos y perseguidos por los antidisturbios, Igi W. Manchester se habla a sí mismo recordando la importancia de recordar tu propia identidad.

Libro premiado y elogiado en muchos sitios por su originalidad y otras cosas a mí me ha dejado bastante frío. Tiene un estilo narrativo original, sí, con ese interlocutor fantasma que va narrando y respondiendo preguntas, pero al final se hace cansino (por suerte el autor lo va usando cada vez menos). La crítica social está muy bien, pero es tan en blanco y negro que casi parece parodia.

Por ahí he leído que es un panfleto y sí, cierto, pero un panfleto no tiene porque ser malo si está bien escrito. Que no es el caso. Porque los malos son tan malos y las víctimas son tan víctimas que todo resulta increíble. Dejo como muestra la descripción de los antidisturbios, que si ya se molestaron por como los dibujaban en la serie homónima no quiero ni imaginarme como se pondrán si leen esto.

No todo es malo. Yo dejé el libro a la mitad y lo retomé un mes después. Así se me hizo menos repetitivo el estilo. Además el giro que toma en el último tercio le da un poco de vida al maniqueísmo que impregna todo, y lo lleva un poco a la novela negra dentro de la que se encuadra.

Aquí otra reseña: Madrid:frontera donde se dice que el libro es una metáfora y no, está todo más claro que el agua. Demasiado.

Se deja leer.

A los antidisturbios (cuando se ponen el chaleco) les desaparece el número de identificación. El agente antidisturbios lleva casco (más que para protegerse la cabeza) para que nadie le vea los ojos inyectados en sangre y la boca rebosante de babas. El agente antidisturbios (para disolver a los alborotadores) cuenta con una porra, un escudo, un espray de pimienta, varias armas de electrochoque y una escopeta que dispara pelotas de goma.
¿Y bombas de gas lacrimógeno?
También.
Para entrar en el cuerpo de antidisturbios hay que pasar una prueba psicológica y demostrar conocimientos de defensa personal y de manejo de armas de fuego. Eligen a aquellos candidatos cuya inteligencia no les permite otra cosa que obedecer al que manda y enardecerse ante el olor del miedo y de la sangre.
¿Como los perros?
Sí.
Los agentes antidisturbios agarran la porra como si se agarrasen la polla. El agente antidisturbios (en la intimidad de su habitación) se pone la porra entre las piernas y se la acaricia (lentamente) hasta alcanzar el orgasmo. Al agente antidisturbios le gustaría que su polla tuviera forma de porra y que su porra (cuando reduce a los manifestantes) tuviera forma de polla. Los agentes antidisturbios ya han entrado en la plaza del antiguo museo Reina Sofía. Se colocan en posición de carga y (cuando escuchan la orden de quien tiene poder para darla) corren hacia los vecinos y se lían a hostias con ellos.
¿Los detienen?
Por supuesto que los acabarán deteniendo, pero antes van a divertirse un poco. Lo que más les gusta es pegar a las mujeres. Suelen arrastrarlas a un portal y golpearlas con las porras. Algunos aprovechan y las manosean.
¿Y a los hombres?
Con los hombres hay que emplearse a fondo. Los antidisturbios son maestros en eso de meter los pulgares en los ojos, en luxar hombros, en romper los dedos de las manos y los dedos de los pies, en aplastar cabezas contra el suelo, en patear costillas.
¿Detienen también a Eufride?
Eufride se subió a un árbol (no es la primera vez que lo hace) y desde ahí arriba ha hecho todas las fotos que ha querido. Los antidisturbios no la han visto. Los antidisturbios rara vez levantan la cabeza. Están muy ocupados mirando al suelo, pateando a la gente a la que después meterán en los furgones.
Camino de la comisaría.
Exacto.

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