Cristian Crusat. Tranquilos en tiempo de guerra.

abril 4, 2014

Cristian Crusat, Tranquilos en tiempo de guerra
Pre-textos, 2010. 122 páginas.

Me lo prestó un amigo, así que venía recomendado. Incluye los siguientes relatos:

Tranquilos en tiempo de guerra
I
Piedras
La isla
Zurich
Cuadros colgados en la pared
II
Un balcón azul de titanio
All thincs must pass
(Cinco sueños)
Charly, el amigo de mi hermana
Transparencia

Relatos intimistas, retratos de situaciones melancólicas, soledad, apenas hay trama, sólo fragmentos de vida. Incluso cuando se habla de un astronauta (Un balcón azul de titanio) lo más importante es su mundo interior. El sexo, que aparece con frecuencia, es menos pasional que desapegado.

Todo está bien escrito, la atmósfera es magnífica. Le seguiremos la pista. Una buena reseña aquí: Tranquilos en tiempo de guerra, de Cristian Crusat.

Calificación: Bueno.

Extracto:
Él reconoció no haberse movido en todo ese largo tiempo de la ciudad. Confesaba haberla visto numerosas veces paseando por el campus, cerca de la facultad cuando acudía a la biblioteca para sacar libros. Llevaba el pelo más largo y revuelto sobre sus ojos extraviados. Apenas guardaba fuerzas para apretar el telefonillo, que Daniela no contestó, ni para golpear la puerta después de subir las escaleras. Con suerte se dejó quitar el viejo overol. Daniela le ofreció algo de beber y preparó un plato caliente. También le tomó la temperatura. Comenzó a pasarle la mano por la frente y la cabeza, consolándolo mientras se quedaba dormido. Además de fiebre, Alfonso tenía sudores fríos y deliraba; más tarde lo escuchó hablar de calles sin salida mientras ella buscaba un juego de sábanas. Sin razón aparente las eligió oscuras, limpias pero con aspecto envejecido, temiendo que Alfonso vomitara sobre ellas. No presentaba el aspecto de alguien que se rapa la cabeza al despertar. Apagó la luz del salón. Al llegar a su cuarto, levantó las mantas de su cama y quedó un rato observando el espacio vacío. Empezó a bajar la persiana mientras iba viéndose reflejada en el cristal, calculó el tiempo transcurrido y se mantuvo inmóvil cuando el edificio de enfrente estallaba, mudo y silencioso, en mil pedazos, miles de cascotes y escombros encendidos por los aires.

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