Covadonga Mendoza. Liber Hespericus.

enero 21, 2011

Ipunto, 2009. 566 páginas.

Covadonga Mendoza, Liber Hespericus
Otra vuelta de tuerca

Da gusto ver que la escritura de M.C. Mendoza va ganando en calidad, sus personajes en profundidad y sus historias en atractivo. Si ya me gustó La hermandad de los elegidos, con su original interpretación de las búsquedas de griales y similares, este Liber Hespericus lo ha hecho todavía más.

No es fácil escribir novelas de aventuras inteligentes. Juntar una trama trepidante que te enganche y reflexionar por el camino. Algunos lo hacen poniendo un especial interés en el estilo -creo que Javier Calvo es un ejemplo- y otros, como es el caso que nos ocupa, planteando una historia en varios niveles.

El Barón de Audenas es un cazadotes simpático que tiene la suerte de tener como mayordomo a Thierry Dumont, antiguo delincuente de guante blanco e inveterado lector. Junto con la escritora Elizabeth McPherson se embarcarán en la búsqueda del Liber Hespericus antes de que lo haga una oscura Orden milenaria que planea hacerse con el dominio del mundo ¿Serán capaces de conseguirlo?

La escritora ha aceptado una apuesta. Ella, que solo escribe alta literatura, quiere demostrar que es capaz de escribir un best-seller. Mientras están inmersos en sus trepidantes aventuras, ella va escribiendo un libro que es reflejo de lo que les va pasando (¿o es al revés?). La denuncia en el papel de los mismos trucos que usa en la novela produce un curioso juego de espejos y un distanciamento irónico que más de una vez te arranca una sonrisa.

Me recordó a la película El ladrón de orquídeas, cuando el protagonista va a un cursillo sobre como hacer guiones y a partir de ahí la película se transforma en un guión típico.

Me siguen pareciendo muy tiernos sus personajes y no hay ninguno acartonado. El ritmo de la novela es muy bueno. Una excelente historia de acción que puede leerse sin que se suiciden nuestras neuronas. ¿Se puede pedir más?


Extracto:[-]

Louis Vian era, en su aspecto más presentable en sociedad, un bouquiniste que tenía su negocio en la Rué de Metz, donde ofrecía libros, objetos de colección, muebles y demás piezas antiguas. Pese a su juventud (no pasaba de los treinta), y su apariencia, en absoluto peligrosa, nadie sabía tanto de los entresijos delincuentes de la ciudad. Podría decirse que era el referente de todos los libreros, anticuarios y expoliadores del patrimonio de Midi-Pyrennes, Languedoc-Roussillon y hasta Provenza y Aquitania. Thierry lo sabía de sobra; hacía un par de años le había llevado algunos de los frutos de su latrocinio e incluso habían organizado en comunidad un golpe en una villa de las afueras de Carcassonne. Vian tenía contactos con bandas de atracadores de la Europa del Este, con ladrones autóctonos y bandas internacionales, para las que ejercía de intermediario, como reclutador de personal para atracos de cierto nivel. También vendía objetos robados. En el golpe de Carcassonne, Thierry había aprendido mucho del joven en cuanto al uso de la informática y la electrónica como instrumentos imprescindibles para el hurto; y este, a su vez, había mostrado una enorme admiración por sus cualidades físicas. El señor Dumont había trepado una pared de diez metros en un tiempo increíblemente corto, cuando se dio cuenta de que las cámaras de seguridad manipuladas por Vian habían vuelto al control de la empresa de seguridad. No lo habían pillado por los pelos. El joven jamás hubiera podido hacer algo así.

4 comentarios

  • Libros enero 22, 2011en12:39 am

    Muy buena reseña, Palimp! Va link en Lo mejor de la quincena.

  • M.C. Mendoza enero 22, 2011en7:44 pm

    Gracias por el comentariooooo. Aunque yo hubiera puesto otra cita, algún díalogo ingenioso sobre metaliteratura, alguna crítica a los bestsellers… jajajaa

  • Palimp enero 24, 2011en12:44 pm

    Mariana, te gustará. Y gracias por la referencia.

    M.C. tengo que confesarte que soy bastante perezoso a la hora de las citas: uso un escáner y un OCR para no tener que picar. Y tu libro es demasiado gordo para poder hacerlo sin desencuadernarlo. Así que tuve que coger algo del principio. Pero estaría encantado de cambiar la cita si me envías otra que te guste más.

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