Benito Pérez Galdós. Gloria.

abril 16, 2012

Benito Pérez Galdós, Obras completas
RBA.

Sigo con Don Benito, con el que tengo lectura, y buena, para rato. En este caso una novela protagonizada por el enamoramiento entre personas de diferente religión.

Gloria es una joven que se enamora de un caballero rescatado de un naufragio por el cura del pueblo, que es de armas tomar. Es extranjero, aunque habla bien el castellano, y enseguida surge el amor. Pero hay un impedimento, nadie sabe si el joven es católico, y, como tiene que ser para que haya un conflicto, resultará no serlo.

El autor aprovecha para denunciar la falsa religiosidad española que, preciándose de ser católicos a machamartillo y adalides de la moral resultan serlo sólo en apariencia. El joven Daniel, pese a tener otro credo, despreciado por la sociedad española, resulta tener un sentimiento religioso más profundo y sincero.

Pocas cosas han cambiado desde entonces; hoy en día la iglesia católica es mayoría en este país, y pocos son los niños que no se bautizan, pero menos son los que van a misa todos los domingos y cumplen los preceptos religiosos.

En cuanto a la novela es la que me ha gustado menos de las que llevo leídas de Galdós, no sé si porque el drama me resulta menos creíble por el tema religioso o por que tiene tintes más folletinescos. Pero leerla, la he leído con placer. Buenas reseñas aquí: Gloria y aquí: Gloria.

Calificación: Bueno.

Un día, un libro (229/365)

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Extracto:
-¿Será posible que en el fondo no pensemos lo mismo, Sr. Morton? Se me figura que sí. Óigame usted con atención. Yo creo que la fe religiosa tal como la han entendido nuestros padres, pierde terreno de día en día, y que tarde o temprano todos los cultos positivos tendrán [123] que perder su vigor presente. Yo creo que los hombres buenos y caritativos pueden salvarse y se salvarán fácilmente, cualquiera que sea su religión. Creo que muchas cosas establecidas por la Iglesia, lejos de acrecentar la fe, la disminuirán, y que en todas las religiones y principalmente en la nuestra sobran reglas, disposiciones, prácticas. Creo que la salvación de los cultos consistirá, si llega a verificarse, en volver a la sencillez primitiva. Creo que si los poderes religiosos se empeñan en acrecentar demasiado su influencia, la crítica acabará con ellos. Creo que la conciliación entre la filosofía y la fe es posible, y que si no es posible, vendrá el caos espantoso. Creo que cada vez es menor, mucho menor, el número de los que creen, lo cual me parece funesto. Creo que ninguna Nación ni pueblo alguno pueden subsistir sin una ley moral que le dé vida; y si una ley moral desaparece, vendrá necesariamente otra… Esto que declaro, y que es lo que pensamos ¿a qué negarlo? todos los hombres del día, es de esas cosas que pocas veces se dicen, y yo las callo siempre porque la sociedad actual se sostiene, no por el fervor, sino por el respeto a las creencias generales. Las circunstancias en que nos encontramos oblíganme a abrir a usted mi pensamiento, mostrándole todo lo [124] que hay en él, y a hablarle con entera franqueza; pues ni mi nombre, ni el respeto que debo a la memoria de mi hermano muerto y a las virtudes acrisoladas del que vive concuerdan bien con estas ideas que a pesar mío exhibo. Y al hacerlo así, revelando lo que nadie hasta hoy ha oído de mis labios, espero hallar un eco en su pensamiento, cierta concordancia remota, porque teniéndole a usted por hombre instruido en las ideas corrientes, no es posible que esté tan rigurosa y tenazmente aferrado a la secta más desautorizada de todas. Creo, finalmente y para decirlo todo de una vez, que el fondo moral es con corta diferencia uno mismo en las religiones civilizadas… mejor dicho, que el hombre culto educado en la sociedad europea es capaz del superior bien, cualquiera que sea el nombre con que invoque a Dios.

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