Alguien me lo votó en el esclavo lector, donde hay otras obras del autor esperando votantes que las aupen. Gracias por votarlo, me ha encantado. Hay buenas reseñas en la red, pero me quedo con la de solo de libros (otra aquÃ: El amigo manso). Si la leen no hace falta que sigan con ésta.
De un personaje que se llama Máximo Manso no se pueden esperar heroÃsmos. Si además digo que me he identificado bastante con él, yo tampoco quedaré lucido. Pero asà ha sido. Un profesor que vive su vida tranquilamente, hasta que llega su hermano de Cuba con una gran familia y le trastoca completamente. Su caracter apacible y su sensatez le servirá a los demás, pero no a sà mismo.
Galdós es una fiera con el retrato de personajes, y aquà no es menos; gorronas incansables, nuevos ricos con Ãnfulas polÃticas, la pujante clase media alta, amas de crÃa que más parecen animales. Pero la historia acompaña ¡y como! Ese amor otoñal que sabemos no podrá cumplirse, cuya resolución el protagonista acepta con su buen conformar.
En más de una ocasión utiliza el protagonista suelta una fresca, para enterarnos renglón seguido que ha sido sólo en el pensamiento. Lo mismito que en algunas series de ahora. Y es que en el XIX ya usaban eficaces recursos narrativos.
Les dejo el fragmento de cuando el amigo Manso empieza a perder su tranquilidad, y un par que enseñan -y denuncian- las condiciones que sufrÃan aquellas mozas que querÃan se amas de crÃa. Porque lo de dar el propio pecho es un invento de ahora.
Calificación: Muy bueno.
Extractos:
-¡Qué chinchoso!… Quiero melón.
En tanto la niña Chucha (asà llamaban a la suegra de mi hermano), que desde el principio de la comida no habÃa cesado de dirigir acerbas crÃticas a la cocina española, ponÃa los ojos en blanco para lanzar una exclamación y un suspiro, consagrados ambos a echar de menos el moniato, la yuca, el ñame, la malanga y demás vegetales que componen la vianda. De repente la buena señora, mareada del estruendo que en la mesa habÃa, llenaba un plato y se iba a comérselo a su cuarto. DistraÃdo yo con estas cosas, no advertÃa que una de las niñas, sentada junto a mÃ, metÃa la mano en mi plato y cogÃa lo que encontraba. Después me pasaba la mano por la cara llamándome tiito bonito. El chiquitÃn tiraba la servilleta en mitad de una gran fuente con salsa, y luego la arrojaba húmeda sobre la alfombra. La otra niña pedÃa con atroces gritos todo aquello que en el momento no estaba en la mesa, y los papás seguÃan disertando sobre el tema de lo que más convenÃa al delicado temperamento y al crÃtico estado de Lica.
«Chinita, toma vino».
-¿Vino?, ¡qué asco!
-Mujer, no bebas tanta agua.
-¡Jesús, qué chinchoso! Que me traigan azucarillos.
-Carne, mujer, toma carne.
Y el chico salÃa a la defensa de su mamá, diciendo:
«Papá mapiango».
-Niño, si te cojo…
-Papá cochino…
-Yo quiero fideo con azúcar -chillaba una vocecita más allá. [57]
-Me apetece garbanzo.
-¡Silencio, silencio! -gritaba José MarÃa dando fuertes golpes en la mesa con el mango del cuchillo.
Una chuleta empapada en tomate volaba hasta caer pringosa sobre la blanca pechera de la camisa del papá. Levantábase José MarÃa furioso, y daba una tollina al nene; pegaba este un brinco y salÃa, atronando la fonda con su lloro; enfadábase Lica; refunfuñaba su hermana; aparecÃa la niña Chucha enojada porque castigaban al nieto y se sentaba a la mesa para seguir comiendo; llamaban a Rupertico, a la mulata, y en tanto yo no sabÃa a qué orden de ideas apelar, ni a qué filosofÃa encomendarme para que se serenara mi espÃritu.
Como todo el dÃa estaba comiendo golosinas, Lica no hacÃa más que probar de cada plato y beber vasos de agua. Al fin saciaba en los postres su apetito de cositas dulces y frescas. ServÃan el café, más negro que tinta; pero yo me resistÃa a introducir en mà aquel pÃcaro brebaje por temor a que me privara del sueño, y me impacientaba y contaba las horas, esperando la bendita de escapar a la calle.
Luego venÃa el fumar, y allà me verÃais entre pestÃferas chimeneas, porque no sólo era mi hermano el que chupaba, sino que Lica encendÃa su cigarrito y la niña Chucha se ponÃa en la boca un tabaco de a cuarta. El humo y el vaivén de las mecedoras, me ponÃan la cabeza como un molino de viento, y aguantaba, y sostenÃa la conversación de mi hermano, que despuntaba ya por la polÃtica, hasta que llegada la hora de la abolición de mi esclavitud, me despedÃa y me retiraba, enojado de tan miserable vida y suspirando por mi perdida libertad. VolvÃa mis tristes ojos a la historia, y no le perdonaba, no, a Cristóbal Colón que hubiera descubierto el Nuevo Mundo
-Pues poca cosa… Figúrese usted, señora… Buscar un ama… volar al socorro…
-¿Hay fuego?…
-No, señora; no hay más sino que el ama…
-¿El ama del niño de su hermano? No hay peste como esas mujeres. Yo, mire usted, aunque estaba muy delicada, no quise dejar de criar a mi Manolo. Y los médicos me decÃan que por ningún caso. Y mi marido me reñÃa. Pues bien saludable ha salido mi hijo, y yo… ya usted ve.
-Usted no sabrÃa de alguna…
-Veremos, veremos; voy a echarme a la calle… Y a propósito, amigo Manso, ¿ha visto usted a Manuel anoche? [195]
-¿Qué he de ver, señora?
-Esta es la hora que no ha venido a casa. Creo que tuvieron cena en Fornos… ¡Ay qué chico! ¡Pero qué afanado está usted!… Pobre D. Máximo, ¡qué sin comerlo ni beberlo!… Aprenda, aprenda usted para cuando sea padre.
-Señora, si usted tuviera la bondad de buscarme por ahà una de esas bestias feroces que llaman amas de crÃa…
-SÃ, voy a ello… Espere usted: la vecina me dijo que conocÃa… Ya, sÃ… es una chica primeriza, criada de servir, que se desgració. Estaba en casa de un concejal que hace la estadÃstica de nacidos… hombre viudo, y que debÃa tener interés en que se aumentara la población… Voy allá… Creo que tiene la gran leche; es morenota, fresconaza… un poco ladrona. También sé de una muy sÃlfide, una traviatona que bailaba en Capellanes, casada; pero que no vive con su marido. Sabe muchos cantares para dormir a los niños, y tiene aires de persona fina… Pues no me quito la mantilla y echo a correr. Vaya usted por otro lado. No deje usted de ir a la Concepción Jerónima, a casa de MatÃas, donde van a parar todas las burras de leche que vienen a buscar crÃa. Es aquello, según dicen, una fábrica de amas y un almacén de ganado. Ea, hombre, no se quede usted lelo; coja usted La Correspondencia y lea los anuncios. Ama para casa de los padres. ¿Ve usted? Váyase pronto al Gobierno Civil donde está el reconocimiento… Si encuentra usted alguna, no se fÃe de apariencias: llévese un médico. Escójala cerril, fea y hombruna… Pechos negros y largos. Mucho cuidado con las bonitas, que suelen ser las peores… No dejen de examinar la leche, y fÃjense en la buena dentadura. Yo voy por otro lado; avisaré lo que encuentre. Abur.
-Más tengo yo. ¿Le parece a usted que es agradable este viaje diario por la vÃa láctea?… Estoy deseando soltar los trastos y que venga otro. Luego nos queda el examen quÃmico con el lacto-butirómetro… Porque hay falsificaciones, amigo. ¿Ve usted? Las hay que son cartuchos de veneno, y aquà velamos por la infancia. Pero, a pesar de nuestros esfuerzos, la generación futura va ser bonita, sà señor; se van a divertir los del siglo veinte, que será el siglo de las lagartijas.
-Pero Miquis, que es tarde, y…
-A ver, Sánchez, Sánchez.
Sánchez, que era el otro médico, se acercó.
«A ver, aquella, la que vimos antes. Es la única res que vale algo. La segoviana… ahà está, la que tiene una oreja menos, porque se la comió un cerdo cuando era niña».
-¿Es buena?
-Bastante buena, primeriza, inocentÃsima. Me ha contado que era pastora. No recuerda de dónde le vino la desgracia, ni sabe quién fue el Melibeo… Esta gente es asÃ. Suele resultar que las ignorantonas saben más que MerlÃn. Allà está. Vea usted qué facciones, jamás lavadas… Creo que para salir del paso… ¿Es para un sobrinito de usted?
2 comentarios
«Gracias por votarlo, me ha encantado.»
De nada. Lo voté porque lo tengo en casa desde hace tiempo (una de mis compras impulsivas) y pensé que una crÃtica tuya me animarÃa a leerlo, como asà ha sido.
Ahora voy a votar «Lo que está mal en el mundo». Estoy haciendo un poco de trampas en eso de las votaciones, perdona… 😉
Espero que te guste también. Vota, aunque espero que lo de las trampas sea votar de diferentes ordenadores y no hackear el sistema 🙂