Turner, 2013. 374 páginas.
Tit. Or. Consider the fork. Trad. Miguel Ros González.
Repaso histórico a diferentes aspectos de los utensilios culinarios. Es cierto que, mientras que hay libros que nos hablan de la historia de la cocina, hay pocos que hagan hincapié en los instrumentos que la hacen posible.
Desde ollas y tenedores hasta el fuego y el hielo. ¿Qué tipos de cuchillos ha usado el ser humano? ¿Desde cuándo una cocina empieza a denominarse así? ¿Cómo ha cambiado nuestra manera de cocinar inventos como el frigorífico? La autora da respuesta a estas preguntas con multitud de ejemplos y referencias.
Sin embargo, no sé si porque el tema no me ha llamado especialmente la atención, o porque la autora no tiene mucho ritmo en la prosa, el libro me ha resultado soso. Lo que, por muchos utensilios que tengamos, es un error muy grave, hablemos de guisos o hablemos de libros.
Huelga decir que la mayoría de los hogares son menos escrupulosos a la hora de deshacerse de algunos objetos cuando dejan de funcionar. Sin embargo, las cocinas siguen siendo estupendas para alojar elementos viejos y nuevos bajo un mismo techo. Hay algo triste, además de derrochador, en la impulsividad con que actualmente empezamos de cero una cocina, en ese hacer desaparecer cualquier traza que perteneciese a los cocineros que llegaron antes que tú. Parece un tanto desconsiderado. En general, las cocinas nunca han estado tan bien diseñadas, tan bien equipadas, tan llenas de estilo -ni tan vacías-. En 1910, el ideal era la cocina «racional»; después, en los años 40 y 50, fue la cocina «bonita». Ahora es la cocina «perfecta»: todo debe conjuntar y encajar, desde el techo de alabastro hasta el suelo de piedra caliza. Todos los elementos deben ser «contemporáneos». Cualquier elemento harapiento o fuera de lugar va a parar a la basura (a no ser que se haya elegido seguir la onda «harapienta chic»).
Por supuesto, se trata de una ilusión. Hasta en las cocinas de más alto diseño echamos mano de los utensilios y herramientas del pasado. Cuando agarras tus brillantes pinzas de cocina para preparar un plato moderno de calamar y verduras pasados por el wok o unos tallarines con calabaza y chili rojo, estás haciendo algo muy, muy antiguo: usar el poder transformador del fuego para hacer que algo sepa mejor. Nuestras cocinas están llenas de fantasmas. Quizá no los veamos, pero no podríamos cocinar como lo hacemos sin su ingenio: los alfareros que nos permitieron cocer y guisar por primera vez; los herreros de los cuchillos; los brillantes ingenieros que diseñaron los primeros refrigeradores; los pioneros del gas y de los hornos eléctricos; los fabricantes de básculas; los inventores de los batidores de huevos y los peladores.
Lo que cocinamos no es solo una recopilación de ingredientes. Es el producto de tecnologías pasadas y presentes. Un buen día decido hacerme una tortilla francesa rápida para almorzar, un óvalo rechoncho
y dorado, enrollado siguiendo la más pura tradición francesa. Sobre el papel, no consiste en nada más que huevos (de corral), mantequilla dulce y fría y sal marina, pero los verdaderos ingredientes son muchos más. Está el frigo del que cojo la mantequilla y la vieja sartén abollada en la que la cocino, con la superficie sazonada por diez años de uso. Está el batidor de globo con el que bato los huevos, aunque también podría haber servido un tenedor; están los incontables escritores culinarios que me pusieron sobre aviso para que no bata más de la cuenta; el hornillo de gas que me permite calentar bastante la sartén, pero no tanto como para que los huevos se quemen o se queden correosos; está, en fin, la espátula que echa la dorada tortilla en el plato. Gracias a todas esas tecnologías, la tortilla, en esta ocasión, para este almuerzo solitario en concreto, ha funcionado. Me quedo satisfecha. El humor que tengamos durante toda una tarde puede verse arruinado o mejorado por el almuerzo.
Pero aún hay un componente más en esta comida: el impulso primero de empezar a hacerla. Las cocinas solo cobran vida cuando cocinamos en ellas; la tecnología y los inventos están condicionados por el uso que les damos. Nunca habría podido preparar esta tortilla sin mi madre, que fue la primera en enseñarme que la cocina era un lugar donde pasaban cosas buenas.
3 comentarios
Muchos libros sobre cultura y cocina, sobre poder y gustos… se me viene a la cabeza Bourdieu o Todorov… pero a veces pensar en algunos utensillos y sus usos (una cuchara, un tenedor, aún cuando sus mangos sean tallados o de madera) me hacen pensar en un mundo equitativo y no simplemente por ser el mundo de la necesidad
perdón Levi Strauss (no Todorov)
perdón Levi Strauss (no Todorov)