Andrés Braithwaite. Bolaño por sí mismo.

octubre 4, 2022

Andrés Braithwaite, Bolaño por sí mismo
UDP, 2011. 140 páginas.

Recopilación de entrevistas de Roberto Bolaño aparecidas en diferentes medios. Para los muy bolañeros porque no hay mucho más. Las opiniones del escritor siempre son interesantes y sus reflexiones acerca de la escritura se acercan muchas veces al ensayo, pero al fin y al cabo son solo entrevistas.

Muy bueno.

-¿ Tiene algún sentido el éxito que tanto buscan algunos escritores o que simplemente les llega a otros, si pensamos que grandes autores, como Lautréa-mont, incluso han rehuido el reconocimiento social»?
-Eso de que Lautréamont rehuyó el reconocimiento social es muy relativo. Si lo hubiese rehuido no habría publicado nada, y una de las pocas cosas que se sabe de él son los problemas que tuvo para imprimir los Cantos de Maldoror. Su segundo libro, inconcluso, las Poesías, no hace más que reforzar esta impresión. Toda escritura, de alguna manera, es un acto social. Eso no quiere decir que el escritor, en el momento de escribir, piense en los lectores. Pero no hay que olvidar que, mientras uno escribe, al mismo tiempo lee. No hay que olvidar que el escritor (hablo del buen escritor, por supuesto) es su primer lector. Tampoco que un acto social es, por decirlo de alguna manera, un fenómeno complejo y diverso, en donde cabe desde una comida de caníbales hasta una recepción presidencial. Un acto social puede transformarse, sin ningún problema, en un atentado o en un velorio.
-¿ Qué tan importante y determinante es la experiencia en el momento de crear»?
-La única experiencia necesaria para escribir es la experiencia del fenómeno estético. Pero no me refiero a una cierta educación más o menos correcta, sino a un compromiso o, mejor dicho, a una apuesta, en donde el artista pone sobre la mesa su vida, sabiendo de antemano, además, que va a salir derrotado. Esto último es importante: saber que vas a perder.
—¿Coincides con quienes dicen que el momento más feliz, pero también el más dramático, es cuando el hijo se va ?
-No coincido con eso. Si por mí fuera, me gustaría vivir cien años y estar protegiendo a mi hijo siempre. Creo que la razón no tiene nada que ver en una relación paterno-filial, nada que ver. Tal vez desde la perspectiva del hijo la razón se imponga, a Dios gracias, pero desde la perspectiva de un padre es muy difícil que la razón se pueda imponer. Uno actúa visceralmente, actúa conforme se van acumulando los miedos y las angustias. Por ejemplo, mientras yo no fui padre era muy difícil herirme. Creía que por fin había conseguido una cierta invulnerabili-dad. Desde el momento en que tengo a mi hijo mayor se acaba todo eso; es decir, todos los terrores y los miedos que yo pasé de adolescente vuelven a resurgir duplicados, multiplicados por cien, porque yo puedo soportarlos, pero no quiero que los soporte mi hijo. Es espantoso eso, y
-¿ Y los silencios de Rulfo ?
-El silencio de Rulfo creo que obedece a algo tan cotidiano, que explicarlo es perder el tiempo. Hay varias versiones. Una que explicaba Monterroso es que Rulfo tenía a su tío fulanito, que le contaba sus historias, y cuando le preguntaron por qué ya no escribía, él contestó porque se me murió el tío fulanito. Y yo me lo creo, además. Otra explicación es simple y sencilla, y es porque ya está, todo tiene fecha de caducidad. Por ejemplo, a mí me inquieta mucho más el silencio rimbaudiano que el silencio rulfiano. Rulfo deja de escribir porque él ya había escrito todo lo que quería escribir y, como se ve incapaz de escribir algo mejor, simplemente para. Rimbaud probablemente hubiera podido escribir algo mucho mejor, que ya es decir palabras muy altas, pero ése es un silencio que a los occidentales nos plantea preguntas. El silencio de Rulfo no plantea preguntas, es hasta un silencio entrañable, es cotidiano. Después del postre, ¿qué cono vas a comer? Hay un tercer silencio literario, que es el no buscado, el de las sombras que uno está seguro de que estaban allí en el umbral y que no han llegado a ser jamás hechos tangibles. Por ejemplo, está el silencio de Georg Büchner. Él muere a los 25 o a los 24 años, deja tres o cuatro obras de teatro que son cuatro obras maestras, una de ellas Woyzeck, una obra maestra absoluta, otra sobre la muerte de Danton, que es una obra maestra enorme, no absoluta pero notabilísima, y las otras dos, una se llama Leonce y Lena y la otra no me acuerdo, que son de una importancia fundamental. Todo esto antes de
cumplir 25 años. ¿Qué hubiera pasado si Büchner no hubiera muerto, qué escritor hubiera habido ahí? Y este silencio no buscado es el silencio de…, no me atrevo a llamarlo del destino…, es una manifestación de la impotencia. El silencio de la muerte es el peor de los silencios, porque el silencio rulfiano es un silencio aceptado y el rimbaudiano es un silencio buscado, pero el silencio de la muerte es el que corta de tajo lo que pudo ser y nunca más va a poder ser, lo que no sabremos jamás. No sabremos nunca si Büchner hubiera sido más grande que Goethe o no; yo creo que sí, pero no lo sabremos nunca. No sabremos jamás qué habría podido escribir Büchner a los 30 años. Y eso mismo se extiende en todo el planeta como una mancha, una enfermedad atroz que de alguna u otra manera pone en jaque nuestras costumbres, nuestras certezas más arraigadas.
pone el ejemplo de Quevedo. Se podría agregar a García Lorca o a otros. No obstante eso, una obra como el Quijote podría resistir hasta el peor traductor. Es más: podría resistir la mutilación, la pérdida de numerosas páginas y hasta una lluvia de mierda. Así y todo, mal traducida, incompleta y dañada, esa versión del Quijote le podría decir mucho a un chino o a un africano. Y eso es literatura, indudablemente. A lo mejor se pierde mucho en el camino. Sin duda, pero tal vez ése era su destino. Llega lo que llega.
-¿ Qué cosas desea hacer antes de morir?
-Ninguna en especial. Bueno, preferiría no morirme, claro. Pero tarde o temprano la distinguida dama llega. El problema es que a veces no es una dama ni mucho menos es distinguida, sino más bien, como dice Nicanor Parra en un poema, es una puta caliente, que es algo que hace dar diente con diente al más pintado.
Recuerdo una mujer, la primera noche que pasé en Barcelona. Salí a caminar con un amigo por las Ramblas, por Vía Laietana, por el Barrio Gótico. Era una mujer que iba caminando totalmente desnuda, y hablaba. Una mujer gorda. La gente la dejaba hablar, algunos la escuchaban y seguían su camino, hasta que se le acercó un policía. Yo pensé que la iba a detener. Pero en vez de detenerla lo único que hizo fue cubrirla con una especie de manta. En ese momento me di cuenta de que estaba en Europa. Yo he vivido en países latinoamericanos donde la violencia es horrible. En algunos de estos países se habría detenido un coche de la policía, hubieran metido a la mujer desnuda en el coche, la hubieran llevado a un descampado para violarla y luego matarla. Aquí no pasó nada. Joder, la diferencia es abismal.93
Latinoamérica es como el manicomio de Europa. Tal vez, originalmente, se pensó en Latinoamérica como el hospital de Europa, o como el granero de Europa. Pero ahora es el manicomio. Un manicomio salvaje, empobrecido, violento, en donde, pese al caos y a la corrupción, si uno abre bien los ojos, es posible ver la sombra del Louvre

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