Colección de relatos vendidos con el tirón de Hitchcock -que no sé si realmente tuvo algo que ver en la selección- y que releí porque recordaba que no estaba mal. Lo cierto es que hay de todo, como en botica, algunos cuentos malísimos y otros bastante buenos. Hay nombres que tienen su fama en la ciencia ficción como Fritz Leiber, Theodore Sturgeon, Tomas M. Disch o Algis Budrys.
El volumen lo cierra una novela de Wyndham -más conocido por El ataque de los trífidos sobre una especie de invasión extraterrestre. El texto es solvente y poco más, pero el comportamiento de una humanidad que va ignorando los peligros mientras va subiendo el nivel del agua del mar me ha puesto los pelos de punta.
Se deja leer.
Según podíamos ver, los acontecimientos fueron lo mismo aquí que en otras partes…, con la excepción de que aquí no había habido invasión: el movimiento fue hacia fuera. Primero, hubo la cauta retirada cuando el agua empezó a subir de nivel; luego, la huida llena de pánico, para alcanzar tierras más altas cuando aún existía la posibilidad de encontrarlas. Los que se quedaron, y aún penmanecían aquí, eran una mezcolanza de testarudos, negligentes y siempre esperanzados que habían estado diciendo desde el principio que mañana, o tal vez pasado mañana, cesaría de subir el nivel del agua.
Se había establecido un perfecto estado de guerra civil entre los que se quedaron y los que intentaban establecerse allí. Los moradores de las tierras altas no querían admitir a recién llegados en su territorio estrictamente racionado, y los de las tierras bajas portaban armas y establecían trampas para evitar las invasiones de su territorio. Se decía, aunque no sé con qué visos de verdad, que las condiciones aquí eran buenas comparadas con las de Devon y otros lugares situados más al este; por lo cual, una vez que los habitantes de las tierras bajas fueron arrojados de sus casas y se pusieron en camino, muchísimos de ellos decidieron continuar la marcha hasta alcanzar el magnífico territorio situado más allá de los páramos. Se contaban cosas terroríficas sobre la guerra defensiva contra los grupos hambrientos que intentaban penetrar en Devon, Somerset y Dorset; pero aquí sólo se oía algún disparo de vez en cuando, y siempre en pequeña escala.
Nuestro completo aislamiento fue una de las cosas más difíciles de soportar. La radio, que podía habernos puesto al corriente de algo de lo que pasaba por el resto del mundo, si no de nuestro país, estaba estropeada. Se estropeó pocos días después de nuestra llegada y no teníamos medios para arreglarla ni reemplazarla por otra.
Nuestra isla ofrecía poca tentación, así que no fuimos molestados. La población de aquí había conseguido una excelente cosecha el verano anterior, que, con la pesca, que era abundantísima, bastaba para sacarla adelante. Nuestra situación no era enteramente como la de los forasteros; pero tuvimos mucho cuidado en no hacer peticiones ni encargos. Supongo que creían que nos sustentábamos a base de pescado y de las provisiones que habíamos traído en la motora… y por lo que podía quedar de ellas ya no merecía la pena hacer una incursión contra nosotros. Hubiera sido diferente si la cosecha del último verano hubiese sido más escasa.
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