Alasdair Gray. Historias inverosímiles, en general.

diciembre 22, 2022

Alasdair Gray, Historias inverosímiles, en general
Rayo Verde, 2013. 324 páginas.
Tit. or. Unlikely stories, mostly. Trad. Marcelo COhen de Levis.

Incluye los siguientes cuentos:

La estrella
La propagación de Ian Nicol
El problema
La causa de algunos cambios recientes
La comedia del perro blanco
La manivela que hizo la revolución
El gran culto al oso
El nacimiento del eje
Cinco cartas de un imperio oriental
Logopandocia
Prometeo
El final del eje
Historia verosímil en marco no matrimonial
Historia verosímil en marco doméstico

Que a pesar de las elogiosas frases de la contraportada y de las recomendaciones de gente cercana de probada solvencia, me han resultado en su mayor parte insufribles. Me divirtió mucho La manivela que hizo la revolución y también, aunque en menor medida, El gran culto al oso. Pero otros como Cinco cartas de un imperio oriental me dieron ganas de tirar el libro por la ventana. Y no porque no tenga una trama bien trabada, con algún detalle que me gustó. Pero en ese cuento hubiera estado bien dar la vuelta al conocido consejo de escritura que dice ‘No cuentes, muestra’. Con las mismas ideas Borges te lo cuenta en dos o tres párrafos y te evitas tanta página insulsa.

Aquí gustó mucho: Historias invereosímiles, en general. Pero a mí no.

Decepcionante.

Si gracias al cigüeñal un pato impulsaba una embarcación al triple de la velocidad normal, ¿cuánto más rápido la impulsarían tres o diez patos? McMenamy decidió llevar el experimento lo más lejos posible. Construyó una nave para que la impulsaran los diecisiete patos de la abuela. La primera nave había sido un bote convencional de madera impelido por palas. La segunda tenía forma de cigarro y en la popa una hélice, que McMenamy no encargó al carpintero sino al herrero. Era de hierro laminado. Sin los diecisiete cuellos y cabezas asomando por los agujeros, el casco se habría confundido con un submarino moderno. Este hecho es digno de meditación. Pasarían cien años antes de que el Charlotte Dundas, el primer vapor con ruedas de palas, zarpara de Bowling y avanzara rechinando por el canal Forth and Clyde. Cincuenta años más tarde, el primer acorazado de hélice dispararía su primer cañonazo en la Guerra Civil norteamericana. En dos años la imaginación de un humilde aldeano había cubierto el terreno que en el siglo siguiente los ingenieros más famosos del mundo tardarían dos generaciones en atravesar. Vague tenía quince años cuando botó su segunda nave. Graznando histéricamente, la embarcación cruzó el estanque a tal velocidad que al momento de haber zarpado de una orilla ya chocaba con la opuesta. De haber dado en tierra, hubiera encallado. Por desgracia, chocó contra la raíz de un árbol, rebotó hasta el centro de la laguna, zozobró y se hundió. Los patos murieron todos ahogados.

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