Minotauro, 2010. 190 páginas.
Tit. Or. Chocky. Trad. José Real Gutierrez.
Lo que parece el amigo imaginario de un niño resulta ser algo más, una persona autónoma que parece enseñarle cosas y darle consejos. No es difícil deducir que se trata de una presencia extraterrestre que comparte conciencia con el niño.
Historia de ciencia ficción con tintes muy naturalistas, está contada desde el punto de vista de los padres y centrada más en los problemas del día a día de tener un niño especial que en contactos con una posible civilización extraterrestre. Forma parte de la corriente que quiso, en los años sesenta, dar otro enfoque a la ciencia ficción, alejándola de las naves espaciales y la divulgación de ideas.
Un clásico que soporta muy bien el paso del tiempo y que se sigue leyendo con placer, aunque los años transcurridos te hacen adivinar desde el minuto uno lo que está pasando.
Recomendable.
Fue diez días después de este incidente cuando escuché el nombre de Chocky por primera vez. Matthew cayó enfermo con una fuerte gripe que le produjo una fiebre muy alta. Cuando ésta estaba en su apogeo, había ratos que no se sabía si hablaba a su madre, a mí, o a un misterioso personaje que él llamaba Chocky. Es más, parecía que este Chocky lo molestaba, porque varias veces se le escuchó protestar.
Durante la segunda noche le aumentó aún más la fiebre. Mary me llamó para que subiera. El pobre Matthew se encontraba muy decaído. Tenía las mejillas encendidas, la frente bañada en sudor y parecía inquieto. Movía la cabeza de un lado a otro de la almohada, como si tratara de desprenderse de algo. En un tono de cansada exasperación, decía:
—No, no, Chocky. Ahora no. No puedo comprenderlo. Quiero dormir… No… ¡Por favor! Cállate y déjame tranquilo… No, ahora no te lo puedo decir. —Empezó a mover de nuevo la cabeza de un lado a otro y sacó sus manos de debajo de las sábanas para apretárselas contra sus oídos—. Ya, no más, Chocky. ¡Cállate!
Mary atravesó la habitación y le puso una mano en la frente. Abrió los ojos y la conoció.
—Mamá, estoy muy cansado. Dile a Chocky que se vaya. Ella no lo comprende. No me dejará solo…
Mary me miró con rostro inquisitivo. Me encogí de hombros e hice un gesto con la cabeza. Se sentó a un lado de la cama, le incorporó un poco y le dio a beber un vaso de zumo de naranja.
—Muy bien, cariño —dijo—. Ahora échate y procura dormir.
Matthew se dejó caer.
—Yo quiero dormir, mami, pero Chocky no lo comprende. Habla y habla sin cesar. Por favor, dile que se calle.
Mary puso de nuevo la mano en su frente.
—Ahora, señorito, duerma y se sentirá mucho mejor cuando despierte.
—Pero díselo, mami. Él no me hace caso. Dile que se marche ahora mismo.
Mary me miró de nuevo indecisa. En esta ocasión fue ella la que se encogió de hombros. Se levantó y se preparó para la comedia. Se volvió de nuevo hacia Matthew y empezó a hablar hacia un punto situado un poco más arriba de su cabeza. Reconocí la técnica que ella usaba algunas veces con Piff. En tono amable, pero firme, dijo:
—Chocky, tienes que dejar ahora mismo a Matthew para que descanse. No se encuentra bien y necesita dormir. Así que, por favor, vete y déjale solo. Si mañana se encuentra mejor, quizás puedas volver entonces.
—¿Lo oyes? —dijo Matthew—. Tienes que largarte, Chocky, para que me ponga mejor.
Después de decir esto escuchó un rato.
—Sí —dijo con decisión.
Parecía que daba resultado. De hecho lo dio.
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