Una chica ha sido secuestrada por alguien que la ha encerrado en una jaula de madera y parece que pretende matarla. El comisario que lleva el caso corre contrarreloj para poder rescatarla pero cuando consiguen encontrarla… todo lo que pensábamos está equivocado.
Como thriller cumple su cometido de traernos y llevarnos de aquí para allá con giros de guión que hacen que la protagonista pase de víctima a verdugo y viceversa sin que sepamos a qué carta quedarnos hasta el final. Entretenido lo es.
Pero la prosa es poco más que correcta y los personajes -incluyendo la camaleónica protagonista y el bajito comisario- apenas tienen unos centímetros de volumen. Me la habían recomendado mucho y no pasa de lectura de verano.
Para pasar el rato.
—Si tiene la sensación de que este caso…, cómo se lo diría…, le afecta demasiado, seré el primero en comprenderlo.
La advertencia es clara y la amenaza apenas velada.
—Estoy seguro de que el comisario Le Guen podrá asignar este caso a alguien menos implicado. Pero, pero, pero, pero… —abre las manos y las extiende en el aire como si quisiera cazar una nube—, pero… lo dejo en sus manos, comandante.Tiene mi absoluta confianza.
Para Camille, es definitivo: ese tipo es un hijo de la gran puta.
Mil veces en su vida Camille ha comprendido lo que pueden llegar a sentir los criminales ocasionales, esos que han matado sin intención de hacerlo, cegados por la ira, ha detenido a docenas de ellos. Hombres que han estrangulado a su esposa, mujeres que han apuñalado a su marido, hijos que han empujado a su padre por la ventana, amigos que han disparado a sus amigos, vecinos que han asesinado al hijo de otro vecino, y rastrea en sus recuerdos si hay algún caso de un comandante de la policía que haya sacado su arma reglamentaria para pegarle un tiro a un juez y saltarle la tapa de los sesos. En lugar de eso, calla y se limita a asentir con la cabeza. Le cuesta denodados esfuerzos mantenerse en silencio tras la mezquina referencia del magistrado al caso de Irene, pero es justamente por eso por lo que se obliga a permanecer callado, porque una mujer ha sido raptada y él ha jurado encontrarla con vida. El juez lo sabe, lo comprende y se aprovecha de su mutismo.
—De acuerdo —dice con pronunciada satisfacción—, ahora que los egos han dejado paso al sentido del deber, creo que pueden volver al trabajo.
Camille acabará por matarlo. Está seguro. Le llevará el tiempo que sea necesario, pero lo hará. Con sus propias manos.
El juez se vuelve hacia Le Guen y prepara una salida brillante.
—Por supuesto, señor comisario —dice con voz estudiada—, manténgame informado al detalle.
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