Siruela, 2008. 152 páginas.
Tit. Or. My life in the bush of ghosts. Trad. Maribel de Juan.
Huyendo de la guerra un niño se interna en la maleza, que resulta ser la entrada a un mundo mágico habitado por fantasmas. Con un periplo a medio camino entre Alicia y el país de las maravillas y una pesadilla de Stephen King irá recorriendo diferentes pueblos y sobreviviendo en un entorno extraño.
El libro tiene muchas cosas buenas: es original, usa una prosa más cercana a la narración oral que a la académica, es un buen combinado de imaginación y la tradición cuentística de África, nos sumerge en un ambiente onírico muy sugestivo. Por contra a veces las aventuras pecan de repetitivas, huyendo de un poblado de fantasmas para acabar en otro no muy diferente.
La experiencia de asomarse a otro mundo narrativo.
El pueblo sin esperanza
Cuando entramos en este maravilloso pueblo que es el pueblo sin esperanza, fuimos derechos a casa de su abuela en donde nos encontramos con muchos fantasmas que nos recibieron con alegría porque son de su familia. Pero no vi a su abuela, porque estaba encarcelada dentro del fuego eterno. Cuando entramos en este pueblo sin esperanza, ella me advirtió seriamente tres veces lo siguiente: «No debes hablar ni una palabra con la boca, sino con un encogimiento de hombros. Cuando estés hablando con un fantasma en este pueblo, no debes levantar ni bajar los párpados y tampoco abrir la boca para nada. Si equivocadamente o voluntariamente no cumples alguna de estas advertencias, recibirás un severo castigo». Después de que me advirtió esto, le dije: «No creo que vuelva sin algún castigo, porque me olvidaré de cumplir todas las advertencias». Después de advertirme esto, ella dejó de hablar con la boca y yo también.
La verdad es que noté claramente que nadie hablaba con la boca en este pueblo; incluso un bebé nacido el mismo día, él o ella no hablará con la boca, y todos sus animales domésticos como cabras, ovejas y aves y todos los animales que viven allí no hablan tampoco con la boca sino con encogimiento de hombros.
Un día, cuando mi esposa y su hermana fueron a visitar a su abuela en el fuego eterno donde estaba encarcelada por más de doscientos años, como me quedé solo en la casa
pensé dentro de mí en ir hasta el centro de este pueblo para dar un paseo. Después de andar hasta el centro de este pueblo me paré y estuve mirando a un curioso ser cuyo cuerpo estaba lleno de grandes ojos, pero cuando un fantasma pasó muy cerca de mí, me pisó equivocadamente con su pesado pie, que tenía unas uñas como de quince centímetros de largo. Pero cuando me pisó grité «Ay», y los que estaban por allí oyeron mi voz, que era muy extraña para ellos, porque no hay ningún ruido allí, todas las partes del pueblo están siempre tranquilas como si nadie viviera allí. Así que como grité, lo cual es contra su ley, los que estaban allí vinieron y me cogieron como a un ladrón, entonces me llevaron delante de su rey, que estaba sentado encima de un ídolo terrible que estaba hecho con arcilla o barro rojo y amarillo, porque es en ese asiento donde tiene que sentarse el rey de este pueblo cada vez que quiere juzgar un caso muy serio. Entonces me hizo las siguientes preguntas con un encogimiento de hombros: «¿Quién eres tú?». Pero como yo no entendía lo que me preguntaba con el encogimiento de hombros, pues para librarme del castigo empecé a responderle encogiendo los hombros como él estaba haciendo, pero de una forma que para él quería decir: «Eres un rey hijo de puta». Y además, allí mismo delante de él, equivocadamente levanté y bajé los párpados, lo cual quiere decir: «Eres tonto», y eso es contrario a la ley en ese pueblo. Además equivocadamente abrí la boca en ese mismo momento, y esto quiere decir para ellos: «Te vuelvo la espalda». Pero cuando todos los fantasmas que estaban allí vieron esto, todos se pusieron a gritar con encogimientos de hombros de tal manera que los hombros casi se les rompían, esto quiere decir: «¡Estás insultando al rey!».
Así que, como estas tres reglas son delitos muy importantes en este pueblo y ninguna de las tres son perdonables, como mi esposa me había dicho ya antes de entrar en el pueblo, pues el rey ordenó a los que me trajeron delante de él que me llevaran al purgatorio que está cerca del pueblo para echarme dentro como castigo. Pero cuando estos fantasmas
me llevaban arrastrando despiadadamente por el camino del purgatorio, en vez de dejarme andar con mis pies, por suerte en ese momento mi esposa y su hermana volvían del sitio donde habían ido a visitar a su abuela y era por este camino por donde volvían al pueblo. Inmediatamente que las dos vieron a estos fantasmas arrastrándome, supieron ya que yo me había equivocado, así que las dos empezaron a rogar a estos fantasmas que no me metieran en el purgatorio, y les sobornaron con cierta cantidad antes de que me soltaran. Pero en el mismo momento en que me soltaron, mi esposa y yo no volvimos a ese pueblo otra vez, solamente su hermana volvió. Así que nosotros empezamos desde allí el camino de vuelta a nuestro pueblo sin nombre, pero era un camino extraño el que cogimos en vez de aquel por el que vinimos a este pueblo. Si mi esposa y su hermana no se hubieran encontrado a los fantasmas que me arrastraban hacia el purgatorio, yo habría perecido antes de que ella lo supiera. Así es como dejamos el pueblo sin esperanza.
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