Cesare Pavese. Ciau Masino.

febrero 12, 2015

Cesare Pavese, Ciau Masino
Alianza, 1971. 216 páginas.

Creo que es el único libro que he leído del autor, al que conocía de oídas. El libro lo encontré gratis en algún sitio de intercambio.

Al igual que en las vidas paralelas se nos presentan dos historias contrapuestas; los protagonistas sólo coinciden en el nombre. Uno es un periodista que irá prosperando en el medio, el otro es un corredor de pruebas que pierde su trabajo y después de dar tumbos de aquí para allá acaba saliendo con una bailarina. Entre medio se intercalan unos poemas.

Pese a su brevedad el retrato está muy bien conseguido, aunque la idea de poner una vida al lado de la otra no sé si logra algún efecto especial más allá de los diferentes destinos de los Masinos. Los poemas, personalmente, me han sobrado totalmente.

Lectura interesante. No he encontrado nada por la red.

Calificación: Bueno.

Extracto:
Y Masino pensaba que aquel hombre, aunque se quedase cojo, ciego, leproso o soportase cualquier maldición, seguiría sabiendo gozar de la vida, seguiría dando a sus actos un valor supremo, incluso al más humilde, al más inútil: la más extraordinaria figura de hombre que nunca había encontrado. Ahora Masino sonreía. Sabía cómo era. Pero hubo un tiempo en que había meditado en matarlo.
— ¡Aquí lo que nos hace falta es alcohol! —estalló de nuevo el judío después de una gran carcajada dramática, deteniéndose de golpe y dándose aires entre los dos redactores—. ¡Satanás habla por mi boca! ¡Hay que emborracharse! Uno de los redactores, riéndose, aconsejó en voz baja: —Más bajo. Luego nos iremos de putas.
Hoffman agarró a Masino por un brazo: — ¡Ahí los tienes! La escoria de la humanidad. ¡Hombres pequeños! Para disfrutar no saben más que hablar bajo y largarse de putas! ¡No! ¡No! ¡No! Esta noche quiero bailar la danza de la sangre. ¡Fuera las hipocresías de los pequeños hombres! ¿Hablar más bajo? Esta noche despertaremos al Padre Eterno a fuerza de eructos y agrediremos a las mujeres por la calle y las violentaremos a sangre y fuego…
La avenida estaba desierta, pero los dos se volvían a mirar alrededor preocupados, riendo nerviosos y dando palmadas en los hombros a Hoffman. Masino no creía que Hoffman no fuese capaz de hacer lo que decía. Pero no tenía miedo. Había
visto a su amigo borracho como una uva insultar a los guardias y salir bien librado.
— ¡Beber! ¡Beber! —gritó él también—. Era una especie de locura común que se había apoderado de ellos, como por juego, y Masino se dejaba arrastrar por el torrente de Hoffman. Pero solo, no sabía hacer nada.
Entraron, con Hoffman en vena de echar discursos, en una tasca. Hoffman se calló. Acumulaba energías. Y en su exaltación en frío seguía conservando una gran razón, que dominaba los pequeños miedos de cualquiera.
Bebieron no se sabe cuánto. Vinazo fuerte de cuba. Masino, al que repugnaba el color del vino, se dedicó a los licores entre los insultos de Hoffman. Entonces, enfadado, se echó la botella al coleto en un trago de novato. Los dos redactores también se encontraban bien ahora. Empezaron a cantar. Hoffman los hizo callar, pegó un grito y saltó sobre la mesa. Llegó corriendo el dueño. Algunos carreteros que estaban allí se echaron a reír. Los dos colegas también reían como dos melones. Masino fumaba con las sienes que le zumbaban.
El dueño le indicó un cartel y Masino silabeó: —Se prohibe hablar de política y cant… —comentando—: Que pongan este aviso en la Cámara de Diputados y no aquí. Hoffman agarró el frasco de vino y le gritó: — ¡Muera la pequeña política y quien habla de ella!

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