Mijaíl Bulgákov. Corazón de perro. La isla Púrpura.

enero 15, 2007

Círculo de lectores, 1999. 301 páginas.
Trad. Ricardo San Vicente. Selma Ancira.

BulgakovCorazónPerro
Humanización de ida y vuelta

Lo primero que leí de Bulgákov fue Novela teatral, más o menos cuando empezó a picarme el gusanillo del teatro. Me pareció muy buena pero pasaron muchos años antes de que leyera El maestro y Margarita. Esta vez decidí que no pasara tanto tiempo, y en cuanto vi este libro en una edición muy cuidada, con prólogo de Shentalinski y epílogo de Sergio Pitol, lo compré inmediatamente.

En Corazón de perro un eminente doctor consigue lo que parece imposible; transplantando una hipófisis humana a un perro empieza a tranformarse y a convertirse paulatinamente en hombre. Pero lo que era un cariñoso perrito se convertirá en una persona desagradable que traerá de cabeza al médico.

La isla púrpura es una obra de teatro en la que asistimos al ensayo de una obra de teatro titulada, precisamente, La isla púrpura. El texto destila optimismo revolucionario y encaja como un guante con la ideología imperante pero ¿Conseguirá el visto bueno del censor?

En las dos piezas la mordacidad de Bulgakov alcanza límites geniales. La primera es una crítica de los primeros momentos de la revolución rusa en la que no queda títere con cabeza. La segunda es uno de los ataques más graciosos a la censura que he leído nunca. Ni siquiera pasándose de sumiso es uno capaz de escapar a la tijera.

En la contraportada se hace hincapié en una interpretación que veo equivocada. Parece que el doctor sea una buena persona, mientras que el rufián en el que se transforma el bondadoso Sharik llega al extremo de afiliarse al partido comunista. Comparto la opinión de Pitol en el epílogo: en esta novela no se salva nadie, salvo el ingenuo Sharik, un humilde perro callejero no contaminado por la maldad humana. La moraleja que deberíamos extraer es que un salto artificial como el operado en el perro no puede traer buenos resultados, lo mismo que imponer a una sociedad un modelo para el que no está preparado.

Me parece muy bien que se recuperen obras y autores a los que la censura de sus regímenes políticos tuvo ocultos. Sobre todo si se tratan de autores cuya calidad los situa en la cumbre de la literatura universal. Dos obras maestras.

Escuchando: Mi murciana favorita. Sergio Makaroff.


Extracto:[-]
«¡A-u-u-u-u-hu-huu-huuu!

»¡Oh!, mírenme, me estoy muriendo. La ventisca en el portal entona mi réquiem y yo aúllo con ella. Estoy perdido, perdido. Un miserable con un gorro sucio -el cocinero de la cantina de los empleados del Soviet Central de Economía Nacional- me ha escaldado con agua hirviendo todo el costado izquierdo. ¡Qué bicho! Y para colmo proletario. Señor, Dios mío, ¡qué dolor! El agua hirviendo me ha carcomido hasta los huesos. Ahora aúllo, aúllo, como si el aullar me ayudara en algo.

»¿En qué le he molestado? ¿En qué? ¿O se va a arruinar el Soviet de Economía Nacional si escarbo entre las basuras? ¡Bicho miserable! Mírenle, si tienen ocasión, la jeta: ¡si es más ancho que largo! Valiente ladrón, cara de sebo. ¡Qué gente los hombres! Al mediodía el del gorro me ha obsequiado con un cubo de agua hirviendo y ahora ya ha oscurecido, serán más o menos las cuatro de la tarde a juzgar por el olor de cebolla que sale del cuartel de bomberos de la calle Prechístenka. Los bomberos, como ustedes saben, cenan gachas, pero eso es lo último, igual que comer setas. Unos conocidos míos de la calle Prechístenka me han contado que en el restaurante Bar de la calle Neglini sirven como plato del día setas con salsa picante a tres rublos cinco kopeks la ración. Las setas para quien le gusten, aunque para mí es lo mismo que lamer un chanclo… A-u-u-u-u.

»E1 dolor del costado es inaguantable. En cuanto a mí, veo perfectamente claro el futuro de mi carrera: mañana aparecerán las llagas, y me pregunto ¿con qué las voy a curar? En verano uno puede largarse a Sokólniki; allí hay una hierba especial, muy buena, y además te puedes hartar gratis de mondaduras de salchichón y lamer los papeles untados con grasa que tiran los ciudadanos. Y si no fuera por los idiotas que cantan en el prado, a la luz de la luna, Celeste Aída, de una manera que da náuseas, sería una maravilla.

»Pero ahora ¿adonde ir? ¿No habéis recibido puntapiés con las botas? Sí, claro. ¿Y pedradas en las costillas? También, bastantes. Todo lo he probado, me resigno a mi destino y si ahora lloro es sólo por el dolor físico, por el frío, porque aún respiro. El alma del perro es tenaz.

»Pero he aquí mi cuerpo destrozado, golpeado, malherido por los hombres. Y además, lo peor es que el agua hirviendo me ha quemado el pelo y tengo el costado izquierdo sin ninguna protección. Puedo atrapar fácilmente una pulmonía, y después, queridos ciudadanos, me moriré de hambre. Con una pulmonía hay que estar acostado en una entrada principal debajo de la escalera, y ¿quién irá a buscarme algo de comida entre los cubos de basura? Se me infectará el pulmón, me arrastraré sobre la barriga, me quedaré sin fuerzas, y cualquier tipo me matará de un golpe. Y algún portero me agarrará de las patas y me echará al carro.

»Entre todos los proletarios, los porteros son la gentuza más abominable. Son los desechos de la humanidad, la categoría más baja. Entre los cocineros puede haber de todo. Por ejemplo, Vías, el de la calle Prechístenka, ¡cuántas vidas ha salvado! Porque cuando uno está enfermo, lo principal es tener algo que llevarse a la boca. Y era entonces, explican los viejos perros, cuando Vías les tiraba un hueso y con él un buen trozo de carne. Que Dios le tenga en la gloria, porque fue un verdadero prohombre, el cocinero de los condes Tolstói y no del Soviet de Alimentación. Lo que allí pueden hacer supera la inteligencia de un perro. Aquellos miserables hacen sopa de col con cecina podrida, y los pobres no se dan cuenta de nada. Corren, comen y se chupan los dedos.

«Miren aquella mecanógrafa… Es de la novena categoría y cobra cuarenta y cinco rublos al mes. Aunque, es verdad, el amante le regala medias de seda. Pero ¿cuántas humillaciones tendrá que soportar a cambio? Sí… Esta mecanógrafa con cuarenta y cinco rublos seguro que no irá al Bar. No le llega ni para el cine, y el cine es el único consuelo de la vida de las mujeres. Mírenla, está temblando, haciendo muecas, pero traga. Y pensar que dos platos cuestan cuarenta kopeks cuando en realidad no valen ni quince, porque el administrador se lleva los otros veinticinco. ¿Creen que esto es lo que ella necesita? Tiene algo en la punta del pulmón izquierdo y una enfermedad femenina, en el trabajo le han descontado algo del sueldo y en el comedor ha comido cualquier cosa podrida; ahí está, ya viene…

»Corre hacia el portal, lleva puestas las medias del amante. Tiene las piernas heladas, el aire le llega hasta el estómago, porque el pelo que la cubre es como el mío ahora, y los pantalones son ligeros, de encaje, trapitos para el amante. Si se pusiera unos de franela, aquél empezaría a chillar: «Pero ¡qué poco elegante eres! Estoy harto de mi Matriona y de sus pantalones de franela. Ha llegado mi hora, ahora soy yo presidente y todo lo que robe será para adornar a una mujer, para comer patas de cangrejo y beber buenos vinos, porque ya he pasado bastante hambre en mi juventud, ahora basta, al fin y al cabo después de la muerte no hay nada».

»¡Qué lástima me da, qué lástima! Aunque más pena me doy yo. Y no lo digo por egoísmo, ¡oh no!, sino porque en realidad estamos en condiciones muy distintas. Ella al menos en su casa está caliente, pero ¿y yo? Tundido a palos, escaldado, maldito, ¿adonde iré yo? ¡A-u-u-u-u!»

5 comentarios

  • el murmullo de las cucarachas enero 16, 2007en10:40 am

    Mola lo del cuchitril…. me sentare un rato a leerte…a ver si es cierto…lo del cuchitril….

    ta luegooooo

  • La Otra Chilanga enero 17, 2007en7:14 am

    Un retrato social que salvo los nombres (y aún con estos) no cambia, continúa vigente. ¿En qué condiciones estamos como humanidad que la mirada de un perro tiene mayor estatura que la de los hombres?. El maestro Bulgákov, sin lugar a dudas, hablaba de la realidad que le circundaba, eso lo hace universal; pero también lo hace universal que los demás pueblos del mundo cabemos en las situaciones que nos cuenta. La mirada irónica es en primer grado para el Sóviet, es verdad; pero en todos los planos para el resto de la humanidad que se ha deshumanizado a tal grado en nombre del poder (como el hombre que prefiere ver congelada a su amante con tal de que use medias de seda… o quizás ni sepa que la mujer se congele; porque más que ella, le interesan las medias). En fin, que junto con Sharik terminamos diciendo: «¡qué lástima me dan, qué lástima! Aunque más pena me doy yo».
    Lo dicho, Palimp. Muchas gracias.

  • Palimp enero 17, 2007en12:30 pm

    Gracias a ti por tu aportación. Así da gusto tener un blog.

  • Juanra enero 19, 2007en3:40 pm

    De estas dos obras, sólo conozco “Corazón de perro”. La leí después de haber disfrutado de la obra maestra “El maestro y Margarita”. Después de leerlas me confesé un admirador de Bulgákov.
    Coincido con la opinión de que en la obra no se salva ningún personaje; no podemos clasificarlos como buenos o malos de de una pieza. Creo que todos ellos manifiestan conductas reprobables, pero, de todos ellos, el autor parece tratar con menos dureza las reacciones de Sharik en su nuevo cuerpo; aunque se comporta como un individuo repulsivo, el lector disculpa sus excesos, seguramente porque ha conocido las penalidades que ha vivido como perro. Comparto la opinión de que el cirujano es un personaje más oscuro de lo que aparenta.
    Respecto a las interpretaciones políticas que apuntáis en los comentarios, es evidente que existe un reflejo sarcástico de la sociedad rusa de la época.
    Sin embargo yo valoro más de esta novela otros aspectos: en primer lugar, la audacia formal de focalizar el punto de vista en un perro, otorgando al texto una especia de realismo animal que sorprende al lector (es un ejemplo clarísimo de “desautomatización” o “extrañamiento” de la que hablaba Sklovski); en segundo lugar, la maestría en el tratamiento del registro coloquial (¡animal!): resulta curiosísimo escuchar los pensamientos de un perro “de clase baja”, un proletario perruno. No sé cómo será el texto en su lengua original, pero la edición que manejo (Alfaguara, 1989) refleja bastante bien este registro. Finalmente apunto la interpretación existencial de la obra: la imposibilidad del cambio drástico y definitivo en el pensamiento, la forma de actuar y la escala de valores. Aunque se varíe el aspecto, el ambiente e incluso la especie, el protagonista reproduce en su nuevo ambiente y cuerpo la miserable existencia que había llevado. Según esta interpretación (además de ser un análisis político claramente pesimista) es también descorazonador en el plano personal. Quizá la clave para el enriquecimiento espiritual (o social) resida en la educación, y no en la variación del aspecto externo (sucesión de regímenes políticos sin cambios en la estructura social).
    Estupendo blog.
    Saludos

  • Palimp enero 19, 2007en8:55 pm

    Estupendo tu comentario y análisis. Bienvenido y gracias por tu aportación.

    Un saludo.

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