Orbis, 1987. 192 páginas.
Tit. or. The economics consequences of Mr. Churchill, The end of laissez-faire, How to pay for the war. Trad. Jorge Pascual.
Lo tenía por ahí escondido y con la que está cayendo me pareció bien leerlo. Son tres ensayos que como afirman en el prólogo no son de lo mejor de Keynes, pero son agradables de leer. El primero habla de las consecuencias económicas de una decisión de Churchill, el segundo critica la desregulación del mercado y el tercero da ideas para financiar la inminente guerra con Alemania.
El que más me ha llamado la atención es el segundo, inmersos en un mundo cada vez más dominado por el mercado es conveniente recordar que el sistema actual tiene muchos fallos y que los gobiernos no están haciendo nada para remediarlos. Vivimos una de las peores crisis de la historia gracias a las políticas neoliberales, y parece que así vamos a seguir.
Calificación: Bueno.
Un día, un libro (289/365)
Extracto:
Los economistas, como otros científicos, han escogido las hipótesis de las que parten, que ofrecen a los principiantes, porque es lo más simple y no porque es lo más próximo a los hechos. En parte por esta razón, pero en parte -lo admito-porqué se han visto sesgados por las tradiciones sobre la materia, han empezado suponiendo un estado de cosas en el que la distribución ideal de los recursos productivos puede producirse a través de la actuación independiente de los individuos, mediante el método de prueba y error, de tal modo que aquellos individuos que actúan en la dirección correcta eliminarán por la competencia a aquellos que lo hacen en la dirección equivocada. Esto implica que no debe haber piedad ni protección para aquellos que embarcan su capital o su trabajo en la dirección errónea. Es un método que permite el ascenso de los que tienen más éxito en la persecución del beneficio, a través de una lucha despiadada por la supervivencia, que selecciona al más eficiente mediante la bancarrota del menos eficiente. No cuenta el coste de la lucha, sino sólo los beneficios del resultado final, que se supone son permanentes. Siendo el objeto de la vida cortar las hojas de las ramas hasta la mayor altura posible, la manera más plausible de alcanzar este fin es permitir que las jirafas con el cuello más largo dejen morir de hambre a las que lo tienen más corto.
Concordando con este método de alcanzar la distribución ideal de los instrumentos de producción entre los diferentes fines, hay un supuesto similar sobre el modo de alcanzar la distribución ideal de lo que está disponible para el consumo.
En primer lugar, cada individuo descubrirá cuál, entre los objetos posibles de consumo, él desea más, por el método de prueba y error «en el margen», y de esta manera no sólo cada consumidor distribuirá su consumo más ventajosamente, sino que cada objeto de consumo encontrará su camino hacia la boca del consumidor cuya satisfacción es la mayor cuando se la compara con la de los demás, porque ese consumidor ofrecerá más que los otros. Así, si dejamos que las jirafas se comporten libremente, (1) se cortará la máxima cantidad de hojas, porque las jirafas con el cuello más largo, a fuerza de matar de hambre a las otras, se colocarán más cerca de los árboles; (2) cada jirafa tratará de tomar las hojas que le parezcan más suculentas entre las que estén a su alcance; y (3) las jirafas a las que apetezca una hoja dada más que cualquier otra, se estirarán al máximo para alcanzarla. De esta manera, más y más jugosas hojas serán engullidas, y cada hoja alcanzará la garganta que ella crea que ha acreditado un mayor esfuerzo.
Sin embargo, este supuesto de condiciones en las que la selección natural sin limitaciones lleva al progreso, sólo es uno de los dos supuestos provisionales que, tomados como verdad literal, se han convertido en los contrafuertes gemelos del lais-sez-faiie. El otro es la eficacia, y ciertamente la necesidad, de la oportunidad para hacer dinero privado ilimitadamente, como un incentivo al máximo esfuerzo. En condiciones de lais-sez-faire aumenta el beneficio del individuo que, por habilidad o por buena fortuna, se halla con sus recursos productivos en el lugar correcto y en el tiempo apropiado. Un sistema que permite al individuo industrioso o afortunado cosechar la totalidad de los frutos de esta coyuntura ofrece evidentemente un inmenso incentivo para la práctica del arte de estar en el sitio adecuado y en el tiempo oportuno. De esta manera, uno de los motivos humanos más poderosos, es decir, el amor del dinero, se empareja con la tarea de distribuir los recursos económicos del modo mejor calculado para aumentar la riqueza.
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