Christopher Moore. El ángel más tonto del mundo.

diciembre 8, 2011

La factoría de ideas, 2009. 250 páginas.
Tit. Or. The stupidest angel. Trad. Omar El-Kashef.
Chirstopher Moore, El ángel más tonto del mundo
Desmadre zombi

No es el primer libro que leo del autor, aunque sí el que reseño primero; el otro lo regalé y lo leí en el viaje, pero no ha podido echarle mano. Este también lo regalé.

El argumento es una especie de homenaje. En plena festividad navideña aparece un ángel dispuesto a hacer un milagro. Pero como es un poco tonto, el milagro no saldrá como esperaba. La galería de personajes pintorescos del pueblo tendrá que sufrir unas fiestas bastante movidas.

El libro es entretenido, sin mayores pretensiones (existiendo Pratchett este humor queda un poco flojo), pero el desmadre final, con ataque de zombis incluído -siento destriparlo un poco- hizo que pasara de un condescendiente aprobado a un bien alto. A JJ le gustó The stupidest angel, de Christopher Moore y en un libro al día no les gustó lo que me gustó a mí: Christopher Moore: El ángel más tonto del mundo.

Si no buscan alta literatura, pasarán un rato divertido.

Calificación: Buenillo.

Un día, un libro (99/365)

Extracto:
Empapada en sudor, Lena Márquez salió de su uniforme de Papá Noel como una cría de lagarto que saliera de un peludo huevo rojo. La temperatura había subido hasta casi los 30° antes de que acabara su turno enfrente del súper y estaba segura de que había perdido dos kilos en agua dentro de ese pesado uniforme. Entró en el cuarto de baño en bragas y sujetador y se puso sobre la báscula para disfrutar de la sorpresa de cuántos kilos habría perdido. El indicador se agitó y se detuvo en la marca habitual previa a la ducha. Perfecta para su altura, delgada para su edad, pero demonios, se había peleado con su ex, la habían golpeado con una bolsa de hielo, había contribuido a alegrar a los más desgraciados y había soportado felizmente el calor del traje durante ocho horas. Se merecía algo por sus esfuerzos.
Se desnudó del todo y volvió a subirse a la pesa. No había ninguna diferencia sensible. ¡Maldita sea! Se sentó, orinó, se limpió y regresó a la báscula. Puede que unos cien gramos menos de lo habitual. ¡Ahí, pensó mientras se quitaba la barba de Papá Noel que aún llevaba, quizá ese era el problema. Se quitó la barba y el gorro y los llevó al cuarto, se soltó la larga melena negra y esperó a que el indicador de la pesa se detuviera.
Oh, sí. Dos kilos. Dio una rápida patada de taebo para celebrarlo y se metió en la ducha. Se sobresaltó al tocar un punto doloroso a la altura del plexo solar mientras se enjabonaba. Había un par de moretones en plena gestación sobre la costilla que había recibido el golpe. Lo había pasado peor muchas veces después de machacarse en el gimnasio, pero ese dolor parecía llegarle al alma. Quizá era la idea de pasar las Navidades sola. Esas iban a ser sus primeras fiestas desde el divorcio. Su hermana, con la que había pasado los últimos años durante esas fechas, se marchaba a Europa con el marido y los hijos. Dale, con lo
capullo que era, la había implicado en toda clase de actividades festivas, de las que ahora se veía excluida. El resto de su familia había vuelto a Chicago y no había tenido ninguna suerte con los hombres desde Dale (aún le quedaba demasiada rabia residual y no menos desconfianza). Dale no solo era un mamón, sino que además le había puesto los cuernos. Sus amigas, todas ellas casadas o con novios más o menos permanentes, le habían dicho que necesitaba pasar de los hombres durante un tiempo y dedicarse más a conocerse mejor. Todo eso era una mierda, por supuesto. Ya se conocía bastante, se gustaba, se lavaba, se vestía, se compraba regalos, tenía sus propias citas e, incluso, tenía sexo consigo misma de vez en cuando, que, por cierto, siempre acababa mejor que cuando lo hacía con Dale.
—Oh, esa mierda del «conócete a ti misma» te joderá viva —le había dicho su amiga, Molly Michon—. Y créeme, soy toda una reina sin corona en ese terreno. La última vez que me dio por conocerme a mí misma, resultó que había toda una pandilla de zorras ahí dentro con las que lidiar. Me sentía como la recepcionista de un centro de rehabilitación. Eso sí, todas tenían unas tetas bonitas, tengo que admitirlo. De todos modos, olvídalo. Sal por ahí y haz cosas de cara a los demás, te irá mucho mejor. «Conócete a ti misma», ¿y para qué? ¿Qué pasa si te conoces y descubres que eres una arpía de cuidado? Sí, claro, me caes bien, pero no puedes fiarte de mi opinión. Ve a hacer algo con otra gente.

2 comentarios

  • JJ diciembre 18, 2011en10:45 am

    Pero ¿qué es alta literatura? En este libro el ritmo es casi perfecto, el montaje para llegar a la apoteosis final preciso, y los personajes están bien delineados, tienen claras sus motivaciones, haciéndolo todo perfectamente plausible. Pratchett es genial por su creación de mundos, que aquí, hasta cierto punto, no existe, pero he leído más de Moore que de Pratchett y a mi, sinceramente, me gusta más.

  • Palimp diciembre 19, 2011en6:57 pm

    Buf, anda que no se podría discutir sobre el tema. Pero para no alargarse y no generalizar podemos imaginar que ‘alta literatura’ es un concepto mental mío en el que meto libros como éste, pero en el que no incluiría el de Moore, que me parece más literatura de entretenimiento. Sin ánimo peyorativo, que yo como de todo.

    Repecto a Pratchett, a mí me gusta mucho más, pero si a todos nos gustara lo mismo el mundo sería un lugar aburridísimo.

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