Poesia Hiperión, Madrid 1993
ISBN 84-7517-390-X
Oku no hosomichi
O «Sendas de Oku», o «Senda hacia tierras hondas» de Matsuo Basho (1644-1694).
Breve, muy breve. Nunca había tenido el menor interés por Japón, salvo por algunos haikus de Issa, pero este libro ha sido una revelación. Mezcla de diario de viajes y poesía pone tanto del lado del escritor como del lector, haciendo trabajar la mente en la medida que se desee, no tiene acertijos, ni florituras descriptivas y los episodios rara vez superan la cuartilla, pero el mundo que reflejan es increíblemente rico.
(Un día, un libro 217/365)
La última, por el momento, reseña del posteador invitado Luis. Gracias, y ya sabes que las puertas de mi blog están abiertas. Invitación que hago extensible a quien se anime a enviar reseñas.
7 comentarios
Acabo de releer este libro hace unos días. Aún ha resultado mejor.
Tio Petros y yo nos vamos a Japón el año que viene. Prometo que antes de viajar habré leído este libro.
Como lo leas igual tenéis que replantear todo el viaje.
Echale un ojo a esto:
http://wikitravel.org/en/Narrow_Road_to_the_Deep_North
Ando preparando unas cosillas en torno a esto, pero como mínimo me llevará un par de años, ya que está sólo en fase inicial, aunque la idea es vieja, no habia habido posibilidad.
Tampoco deberias de dejar de leer el de Kobayashi Issa, Cincuenta haikus, en la misma editorial.
gracias Luis.
La poesía «es un arma cargada de futuro» como diría Celaya.
Lo cierto es que,páginas como esta son fundamentales para la proyección de la poesía misma.
Agradezco vuestro portal.
Alvaro Moya Junco.
Poéta.
Ya lo sabes, Álvaro, si tienes algo publicado -o sin publicar- puedes mandarlo aquí para que lo reseñemos.
Gracias por tus palabras.
Isla de Sado, mausoleo de Juntoku
He descendido en el puerto de Ryotsu, en la isla de Sado, con el deseo de visitar esta región conocida como “la tierra del exilio”. Muchos poetas han inmortalizado sus tristes costas gracias a su fama de territorio para el castigo. Hozumi, quien padeciera el destierro en esta cálida isla, ha dicho:
¿Quién puede llamar
efímero al rocío
sin palidecer frente
al litoral de Sado,
inmenso en soledad?
A dos horas de la costa, yendo por un camino de arriero, se llega al Mausoleo de Juntoku, el emperador deshonrado de la guerra de Jokyu. Este lugar es venerado por los ermitaños que hallan en sus piedras la inercia necesaria para la meditación. Luego de rendir los honores obligados, dispongo de dos horas para la reflexión. Cuando llega la noche escribo las siguientes líneas:
Mi desarraigo
¿buscará patria
en estas rocas?
Luego de encontrar posada, el cansancio me lleva al sueño. Cristalino en espíritu, duermo como un niño.
(Por el pequeño sendero interior)