Voy por la página 70.
Sí, es brutal.
Seguiremos informando.
Si no se puede narrar se puede narrar cómo no se puede narrar, y esto también es mentira. No narrar es narrar, no escribir es escribir cuando se es consciente de la negativa a escribir. Así que escribo y me resisto a ello, lo envuelvo todo en una bruma onírica y siniestra que me distancie del texto. Yo no soy quien escribe, yo escribo que me observo escribiendo. Todo es como en Marienbad. ¿Cuándo? El año pasado, cuando decía que «me acerqué a ti, pero me detuve cerca y te miré. Entonces te volviste hacia mí, aunque parecía que no me vieras. Te miré, y no hiciste nada. «Pareces tan viva», dije. Sonreiste». No yo, claro, pero sí esa voz que es la Voz y es la narración. El aedo de las pesadillas.
4 comentarios
Es verdad eso de «el aedo de las pesadillas»: yo sentí algo similar con esa narración incesante que parece no ir a ninguna parte, como las pesadillas de Escher, pero la voz te permea, con sus repeticiones, y las imágenes se te meten como una pesadilla, y agrava la sensación el hecho de no poder aferrarte a nada lógico, nada que construya nada.
Escalofriante sensación. Confieso no haberla sentido nunca; hasta en mis sueños febriles hay un orden riguroso.
Me parece que fui confuso en lo que escribí: hablaba de la película a la que hace referencia el fragmento, «El año pasado en Marienbad» 🙂
¡Ah! Ya te imaginaba torturado en el duermevela por una voz monocorde y fragmentaria… y solo es una película francesa (igual de temible, pero opcional).
Es una novela que bebe mucho del cine y me temo que no soy capaz de captar ni una de las referencias.