Páginas de espuma, 2004, 2005. 128 páginas.
No lo recuerdo muy bien, pero creo que accedí a este autor por la bitácora Masacre en los jardines, que le dedica esta -estupenda- reseña: Noventa ataúdes, por los noventa microrrelatos que componen el libro. No les pongo la lista, porque lo veo un poco innecesario.
En tanta cantidad es inevitable encontrar diferencias de calidad, pero también variedad de estilo. Así, algunos cuentos buscan el efecto típico de las distancias cortas, con sorpresa final incluída -muchas veces intuída. Pero otros consiguen en pocas líneas crear algo diferente, un estado de ánimo, un dibujo completo con apenas una pincelada.
La soledad, por ejemplo, reune las dos cosas. Final inesperado, pero con emoción subyacente. Papillas acaba con un giro cruel y cariñoso a un tiempo. Del diccionario infernal… arranca casi una carcajada. En Father and son y A mail in the life la muerte es menos importante que los sentimientos de los protagonistas.
Los libros de relatos breves, si son buenos, enganchan. Este lo hace.
Extracto:[-]
CUANDO LA MADRE ANGELINES MURIÓ, las campanas del convento doblaron mientras un delicado perfume se esparcía por todo el claustro desde su celda. «Son las señales de su santidad», proclamó sobrecogida la madre superiora. «Nuestro tesoro será descubierto y ahora el populacho vendrá en busca de reliquias y el arzobispo nos quitará su divino cuerpo.» Después del santo rosario nos arrodillamos junto a ella. Hasta sus huesos eran dulces.
Mi MADRE ES UNA MUJER devota y piadosa que no merecía un hijo como yo. Todo el bien que ella les hacía generosa a los demás, yo lo destruía y profanaba. Y si ella era pura y temerosa de Dios, yo era blasfemo y pecador hasta la náusea. Pero Él en su infinita bondad ha vuelto a escuchar las plegarias de mi madre y otra vez ha unido mi alma con mi cuerpo. Quiero moverme y no puedo, trato de arañar la madera y me resulta imposible, intento gritar y sólo consigo que una turba de gusanos descienda por mis entrañas podridas. Y lo peor es que seguirá rezando y pidiendo siempre el mismo milagro, porque Dios me ha castigado con una madre santa.
Yo NO SOY ESA PERSONA de la que hablan. Siempre fui amable, sufrida, cariñosa. Es cierto que a veces me entraban unos como ataques de egoísmo, pero han sido tantos años atendiéndolos, cocinándoles, cuidando a sus hijos como los cuidé a ellos. No. No es justo que ahora digan esas cosas tan horribles de mí. Si al menos pudiera llorar.
Y lo peor no es haber descubierto lo que piensan en realidad. Lo peor es tener que oírlo todos los días. ¿Si no me quieren por qué vienen a verme? Yo era feliz cuando mentían. Cuando decían que me querían.
Yo no soy esa persona de la que hablan. Sólo soy una maleza insomne de mangueras. Un animal erizado de tubos. Una momia insepulta que desprecia sus entrañas.
2 comentarios
Esos tres fragmentos son muy buenos. Con la ironía y la dureza equilibradas de manera magistral.
En el recuerdo, todavía me aprece mejor el libro.