Impedimenta, 2024. 160 páginas.
Tit. or. I drugi istorii. Trad. María Vútova.
Incluye los siguientes relatos:
Prehistorias
La octava noche
El hombre de los muchos nombres
Primeros pasos
Una segunda historia
Historia con estación
Kristín que saluda desde el tren
Mosca en el urinario
Acerca del sabor de los nombres
Acerca del robo de historias
El regalo tardío
L
El alma navideña de un cerdo
La pesadilla de una dama
El tercero.
Peonías y nomeolvides
Vaysha la Ciega
Alma viviente
Forjando el pendiente búlgaro
Los paños menores de la historia
Última historia sobre los años noventa Gaustín
En los que se habla de gente que se reúne para contar historias, personas que se encuentran en el tren y hablan sin conocer el idioma del otro, violinistas capaces de colar un fragmento de las estaciones de Vivaldi entre Los blancos monasterios y Ojos negros, almas de cerdos o pesadillas de damas.
Hay cuentos preciosos, como Peonias y nomeolvides, sobre un amor que fue y no fue, pasó y no existió, o simpáticos como el que dejo de muestra. En todos se respira una humanidad tan cercana que te coge del hombro y te palmea la espalda.
Muy bueno.
MOSCA EN EL URINARIO
En los baños alemanes —de hombres, se sobreentiende— los urinarios ofrecen el siguiente aspecto: limpios y resplandecientes, esto por descontado, pero en el centro de cada uno, sendas moscas. En un primer momento te apartas asqueado, luego te das cuenta de que la mosca está dibujada. Realismo total. Esa mosca cumple al menos dos funciones. En primer lugar, debido a su absoluta incongruencia, sirve para resaltar toda la asepsia del baño alemán, y del urinario en particular.
La segunda función, me interesé en averiguar, es puramente pragmática. El hombre frente al urinario debe tener un objeto al que apuntar. La mosca es una buena diana, un estímulo, un objetivo que el hombre inconscientemente quiere abatir. Y mediante el
sencillo sistema binario «blanco – impacto directo» la probabilidad de fuego disperso fuera del urinario disminuye considerablemente. Y así: la mosca, abatida; el urinario, limpio. Y el hombre, aliviado.
Todo esto solo puede ocurrir en un baño alemán, donde la mosca está dibujada. ¿Y si estamos en un baño en los Balcanes? (Aquí se les llama retretes, y con razón.) Primero, la mosca no es una. Segundo, están vivas. Y tercero, no paran quietas.
Aquí vamos a interrumpir la historia porque a los lectores escrupulosos les empiezan a entrar arcadas, las damas se sienten excluidas y las analogías se tornan alegorías. Ya ninguna historia es inofensiva.
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