Nancy Huston. La especie fabuladora.

febrero 6, 2025

Nancy Huston, La especie fabuladora
Galaxia Gutenberg, 2017. 152 páginas.
Tit. or. L’espèce fabulatrice. Trad. Noemí Sobregués Arias.

¿Para qué sirve inventar historias cuando la realidad es tan increíble? Partiendo de esta pregunta que le lanza una reclusa en un taller la autora se lanza a explorar cómo las narraciones conforman la naturaleza humana. No podemos vivir sin narrarnos de una u otra manera.

Coincido plenamente con la tesis de la autora, los relatos articulan nuestra vida. Algo que conocen muy bien publicistas y políticos, que usan y abusan de recursos narrativos para imponer una visión de la realidad. La batalla del lenguaje nunca cesa.

Desde que nacemos nos criamos en un entorno fabulado. Nuestra identidad social, comunitaria, familiar e incluso personal se crea mediante relatos, que muchas veces no tienen más sustancia real que la de ser compartidos por un número importante de personas. Desde las naciones hasta el dinero no son más que convenciones, relatos que nos hemos contado a nosotros mismos.

Me ha encantado de principio a fin.

Muy bueno.

Los sueños, como bien dice Shakespeare, son los hijos de un cerebro ocioso.
Los neurólogos contemporáneos confirman que en los periodos de «sueño paradójico» –los cuatro o cinco periodos de unos veinte minutos por noche en los que soñamos activamente, con rápidos movimientos de los ojos–, aunque determinadas zonas del cerebro están en reposo y se han interrumpido determinadas conexiones, otras zonas y conexiones siguen funcionando. Al no estar coordinadas por la instancia centralizada del yo plenamente consciente, dan vueltas a contenidos un poco por azar: trazas de los acontecimientos del día, imágenes destacables, fragmentos de recuerdos, etc.
En otras palabras, hablando con propiedad, no son los sueños los que nos cuentan historias, sino nuestro cerebro, que, al despertarse –y de nuevo sin que nadie le pida nada–, elabora una historia y a continuación le atribuye un sentido. Un sentido que nos resulta enigmático, y con razón.
Si lo pensamos, es bastante prodigioso: nuestro cerebro, aunque haya sufrido lesiones y perdido una parte de su coherencia diurna, insiste en proponernos relatos abracadabrantes a partir de nuestros sueños. Su mecanismo narrativo innato sigue combinando y organizando. Quiere hechizarnos, alterarnos, fascinarnos… arrastrarnos una y otra vez por el mundo humano, que es el mundo de las ficciones.
Ningún régimen político podrá jamás controlar este fenómeno. Por más que Platón quisiera expulsar de su República a los poetas y a los dramaturgos. Ningún tirano, dictador, monarca o presidente podrá desterrar los sueños, las pesadillas, los fantasmas y los delirios, toda esa actividad febril mediante la cual nuestro cerebro elabora historias minuciosamente y se las cree para que nuestra existencia sea no sólo existencia, sino vida, para que nos parezca que sigue una trayectoria, que se corresponde con un destino, que tiene Sentido.
Jamás se podrá domar el inenarrable cerebro narrador, que nos convierte en humanos.

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