Penguin Random House, 2017. 700 páginas.
Edición impecable y completísima de todos los ensayos del poeta Jaime Gil de Biedma, donde se ve que también tenía un extraordinario talento para la crítica. Llego al libro a través de esta entrada de devaneos: El pie de la letra, donde podrán encontrar abundantes muestras.
Hay varios bloques temáticos. Una parte sobre la obra de poetas como Elliot, Aleixandre o Cernuda. Una muy extensa sobre Jorge Guillén, del que despliega un conocimiento pasmoso y un ojo clínico certero. Otros textos sobre literatura y poesía de carácter variado (presentaciones, artículos, comentarios…). Para cerrar textos dispersos que van desde prólogos a transcripciones de algunos recitales. El editor no se deja nada.
Una lectura que te hace más sabio.
Muy recomendable.
Porque es más que dudoso que sea Pound el mayor genio literario que ha producido Estados Unidos, pero es en cambio absolutamente cierto que en ningún país europeo de posguerra hubiera sido castigado con unos meses de confinamiento en un campo de concentración y unos años de asilo en un sanatorio para enfermos mentales. En Europa no suelen andarse por esas ramas en el caso de un ciudadano, por muy famoso poeta que sea, que permanece voluntariamente en territorio enemigo en tiempo de guerra y realiza propaganda radiofónica contra el gobierno de su propio país. De haber nacido europeo, un día cualquiera de 1972 hubiéramos lamentado el vigésimo séptimo aniversario del fusilamiento de Ezra Pound.
Felicitémonos, pues, de que naciera en Estados Unidos, y quedémonos únicamente con su primera leyenda, que es justo reflejo de una realidad: la de su intervención decisiva en la liquidación de la herencia literaria decimonónica —liquidación hasta cierto punto, claro está: lo que la poesía de Pound debe a Robert Browning o a los simbolistas franceses es buena prueba de ello— y la de su decisiva influencia en la poesía de lengua inglesa y en la vinculación activa del movimiento literario norteamericano al de la Europa de los treinta primeros años de este siglo.15
Como tantas otras, la leyenda de Pound está asociada al recuerdo de aquella Internacional Europea de la Bohemia, aquel improvisado y permanente Café Parisién de las Naciones en donde se fraguaron la literatura, la pintura y la música de la primera mitad del siglo XX. La aventura fue magnífica.
Un poema moderno no consiste en una imitación de la realidad o de un sistema de ideas acerca de la realidad —lo que los clásicos llamaban una imitación de la naturaleza—, sino en el simulacro de una experiencia real. «Qu’est-ce que l’art pur —según escribía Baudelaire— suivant la conception mo-derne? C’est creer une magie suggestive contenant à la fois l’objet et le sujet.»82 Se trata de dar al poema una validez objetiva que no está en función de lo que en él se dice, sino de lo que en él está ocurriendo. Resulta muy curioso —para mí es el pasaje más interesante en «Historial de un libro»— saber cómo Cernuda llegó por su cuenta a conclusiones similares.
El trabajo de las clases me hizo comprender como necesario que mis explicaciones llevaran a los estudiantes a ver por sí mismos aquello de que yo iba a hablarles; que mi tarea consistía en encaminarles y situarles ante la realidad de una obra literaria española. De ahí sólo había un paso a comprender que también el trabajo poético creador exigía algo equivalente, no tratando de dar sólo al lector el efecto de mi experiencia, sino conduciéndole por el mismo camino que yo había recorrido, por los mismos estados que había experimentado y, al fin, dejarle solo frente al resultado.
Aquí también Cernuda está aprendiendo algo que ya sabía, o que ya practicaba sin saberlo. Y no sólo él. Cierto, nuestra tradición poética ha vivido demasiado a menudo encerrada en sí misma, al igual que nuestro país, y nuestros poetas, que tanta vivacidad y listeza han gastado a veces en ponerse al día, parece como si encontrasen alguna inveterada dificultad en ser completamente modernos. Creo que Paz ha dicho esto último, que es muy verdad.
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