Varios. El teatro medieval.

octubre 4, 2024

Varios, El teatro medieval
Editorial universitaria de Buenos Aires, 1980. 412 páginas.

Selección de piezas teatrales del medievo, precedidas de un riguroso prólogo que analiza autores, estilos, temas y principales personajes de las mismas. Me ha sorprendido el carácter fragmentario de la mayor parte de los textos, muchas veces son solo escenas de tres o cuatro páginas.

Dejando de lado su interés para los estudiosos la calidad de muchos de los textos es bastante relativa. Muchos son apenas una anécdota vestida ligeramente con ropajes teatrales, otras adaptaciones de temas bíblicos. Las mejores son las que tienen un componente bufo o humorístico.

Dos son las piezas con más entidad y cuya lectura he disfrutado como profano. Filogenia, donde la manera de deshacerse de la amante es tan cruda como cruel y Maese Pierre Pathelin, un abogado tramposo que acaba cayendo él también en una trampa. El Prólogo sobre la muerte también es un texto potente. Del resto alguna es curiosa, pero muchas me han resultado indigestas.

Bueno.

[…]piensa para sí: “Ahora yo domino la situación como quiero. Vayamos a cazar a otra”. Y cree haber cumplido una empresa victoriosa, si inscribe muchas en su códice. La mujer, comprendiendo que no hay nada más desdichado para su reputación y para su honor que concederse a muchos hombres y casi a hacer comercio de sí, se mantiene fiel a aquel que ha considerado digno de su amor. El hombre, cuando ha satisfecho sus deseos y ha procurado a su cuerpo el gozo que quería, por todo agradecimiento rechaza a la mujer y la abandona. Debía esperármelo, es inevitable —siempre ocurre así— que, en cualquier situación, una vez arrojados’ lejos de sí todos los escrúpulos, se deba asumir la responsabilidad de lo que se ha hecho. ¡Oh, dioses, cuántos son los que por amor pierden el control, toda conciencia de sí, a cuántos el amor ha oscurecido la mente, a cuántos ha enviado a la ruina y a la muerte! ¡Ay, heme aquí reducida al extremo de la abyección y de la desgracia! No deseo nada más, a excepción de la muerte. ¡Ay, sólo llorando logro desahogarme! ¡Pobres mujeres! Cuando nos sucede una desgracia, el único consuelo que se nos concede es el de llorar. ¡Ay, si fuera posible deshacer lo que se ha hecho, ahora estaría lejos de todo dolor y de todo sufrimiento! Tengo lo que merecía, lo sé. Ciertamente ha sido una tontería irme de noche de mi casa, abandonando a mis padres, sin siquiera saludarlos. Habría podido solazarme permaneciendo en casa, como tantas otras muchachas que conozco. He aquí a lo que me han conducido los discursos, las melifluas palabras de Epi-febus, ¡esas hermosas palabras, tan dulces como nadie podría imaginarlas! Con astucia y engaño me ha persuadido a hacer lo que ha querido. ¡Los hombres son realmente una raza maldita! ¡Son peores que cualquier veneno! No creáis nunca en lo que dicen, piensan de manera siempre diversa. ¿Quién no habría creído a Epifebus, cuando decía que habría muerto por el dolor que le causaba mi amor, que se habría arrancado el alma del pecho? ¡Ah, los hombres con su carga de bellas palabras…! ¡Las mujeres tendrían que sentir horror de ellos, si tuviesen cordura! En cambio no se dan cuenta hasta qué punto es venenosa la añagaza en la que caen. Pero es inútil que esté aquí hablando conmigo misma. No se puede volver atrás y poner las-cosas como estaban antes. Es necesario pensar en lo que se debe hacer, como se dice. Y tomar la vida como viene.En esta situación desesperada tal vez algún dios me ayudará, lo que no puede pedirse a un hombre, puede pedirse a un dios. Ésta es mi situación. Socorredme dioses, ayudadme, si os apiadáis de las desventuras humanas. Confieso que he pecado, es culpa mía, pero también es culpa de los otros.


LA MUERTE (dice). —Guarda tus dones, me ofenderías doblemente. No me importan los dones, yo destruiré a todos los vivientes. Si quieres saberlo, te lo diré claramente: el Creador del mundo me ha dado tanta fuerza para que yo mate día y noche. Mato en el Levante y en el Mediodía y sé hacerlo maravillosamente. Voy desde Oriente a Occidente sin preguntar dónde se encuentra el camino. Mi mayor alegría es matar a los vivientes y cuando danzo con la hoz quisiera golpear a mil a la vez. Y éste es el signo de mi poder, mato a toda la estirpe humana, mato a sabios y tontos, arrebato la vida a sanos y enfermos, con la hoz termino con viejos y jóvenes, mi hoz hace perder la cabeza a ricos y pobres. Tomo conmigo a todos los poderosos y a los dignatarios, a todos los vivientes gozosos aunque sean príncipes o condes, quito la corona al rey y arrastrándolo por los cabellos lo llevo bajo la hoz; en invierno, en verano y también en otoño frecuento los atrios imperiales. Atraigo a mi trampa a filósofos y astrólogos; los artesanos, mercaderes y campesinos saltan ante mi hoz. Hago morir a los traidores y a los usureros. Los hosteleros que dan cerveza mala piensan raramente en mí, pero cuando hayan llenado los sacos me conocerán, les arrojaré pez en la garganta el día en que visiten mi escuela. Ante un signo mío, todos mueren de improviso. En primer término las muchachas y los muchachos, de tal manera que a todos les tiembla el corazón. Yo soy quien mató a Goliat, a Anás y a Caifás. Yo soy quien ahorcó a Judas y crucificó a los dos ladrones, pero estropeé la hoz cuando maté a Cristo, porque en Él se encontraba la fuerza divina… Si quieres otras explicaciones, trata sólo de comprender qué es mi hoz, huélela si quieres conocer hasta qué punto es cortante. Llorará sobre ti la hermana y tu ciencia no te servirá para nada, en un cerrar de ojos huirás… Maté a los gigantes, el sabio Salomón y a Teodorico de Verona…

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