María Virginia Estenssoro. El occiso.

febrero 23, 2024

María Virginia Estenssoro, El occiso
Dum Dum, 2019, 2021. 134 páginas.

Tres cuentos que conforman una trilogía. El que da título al libro, el más largo, describe el proceso de la muerte en tres fases, un muerto que tiene conciencia de serlo. En El cascote la historia tiene como protagonista a la mujer que se ha quedado atrás y que siente su presencia como si no se hubiera ido. El último, quizás el más crudo y a la vez más poético, nos narra el aborto del niño que no pudo ser.

Se acompaña de un extenso prólogo para poner de contexto a una de tantas autoras invisibilizadas que está muy bien recuperar porque su calidad lo merece. Después de los textos nos encontramos biografía, bibliografía, fotos, reseñas de la acogida del libro en su momento. Una excelente labor de edición que hace de este libro una delicia.

Muy bueno.


En la mesa de operaciones, Magdalena gemía automáticamente:
—Ya no más, doctor, ya no más.
El médico restañaba la sangre con pedazos de algodón esterilizado. Ella sentía el olor de yodo, de alcohol, de desinfectantes. El dolor la punzaba y volvía a implorar:
—¡Basta, por Dios, doctor, basta!
De improviso el estilete penetró hasta el fondo, y a su grito enloquecido, se unió una súplica ahogada, un balbuceo infantil que brotaba en sus entrañas:
—Mamá.
El médico se secaba las manos y le decía:
—Ya está señora. Qué cobarde es Ud.
—No se burle doctor…
Y escuchaba:
—Mamá.
Salió. Aunque se sentía adolorida, alargó el paso y trató de hacerlo elástico acompasándolo en la acera:
—Tac, tac. Tac, tac, tac, tac, Ma, má, Ma, má, Ma, má… Un niño vendía diarios; estaba sucio, andrajoso, descalzo. Sus ojos imploraban humildes. Magdalena le compró un periódico, mirándolo, mirándolo:
—Mamá.
En la casa la esperaba su niño. Su niño; el hijo de su matrimonio. Salió como siempre a recibirla corriendo, con los bracitos extendidos. Tropezó y cayó:
—¡Mamá!
Oprimida, abrumada, se acostó. Su niño, fresco, tranquilo, sonriente, dormía a su lado. Su cabecita castaña se hundía en la almohada como en un nido. Ella lo miraba como a una flor lozana y blanca que hubiera nacido en su corazón. Y en su corazón se dibujaba otra cabecita oscura que también pudo haber brotado como otra flor de maravilla y de inocencia, y que ella había dejado cercenar bárbaramente al cirujano.

No hay comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.