Bruxismo ediciones, 2022. 252 páginas.
Tit. or. Man enough to be a woman. Trad. Ibon Errazkin y Tito Pintado.
El Colectivo Bruxista nos trae este libro con la autobiografía de Jayne County, escrita en colaboración con el periodista Rupert Smith. Jayne es una cantante, compositora y actriz transgénero con una vida de infarto. Ha estado en todas las salsas, ha sido pionera en mil aspectos y se ha esnifado la vida a rayas.
Nació en una ciudad conservadora del cinturón bíblico pero enseguida se fue a Nueva York y ahí empezó todo: estuvo en los disturbios de Stonewall, participó en el teatro del ridículo, se movió en los ambientes de Warhol y la Velvet, creó un grupo rompedor que estaba en la vanguardia del punk (y si uno ve las actuaciones podría decir que lo sigue estando). Influyó en muchos músicos que le robaron estética e ideas, viajó a Berlín, se dio un paseo por los infiernos pero volvió sana y salva a casa donde se dedica a seguir siendo un referente y a cuidar de sus gatos.
Todo lo cuenta con una naturalidad y un desparpajo que resulta refrescante, parece que estés con ella tomándote unas copas en el bar mientras enlaza anécdotas cada vez más asombrosas. A pesar de haber estado en el origen de tantas cosas no se da ninguna importancia y ahí sigue, dando guerra.
Ha sido una lectura deliciosa.
Muy bueno.
Mientras estábamos haciendo Island fue cuando empecé a plantearme en serio formar un grupo. A Jimmy y Tommy Marcus, que habían escrito «Ya no tienes piernas» para que Jackie la cantase en Femme Fatale, les gustó mucho la idea. Tenían un loft en el centro, y empecé a pasarme por allí para escribir canciones con ellos y ensayarlas. Al principio nos íbamos a llamar Jezebel, pero lo cambiamos a Queen Elizabeth, en parte por Reina Isabel, aquella travestí de Atlanta, pero también por la reina de Inglaterra. Empezamos dando conciertos acústicos en fiestas de amigos, y eran de lo más absurdo. Dimos uno con Taylor Mead, el actor del underground que protagonizaba Lonesome Cowboys de Warhol. Los hermanos Marcus tocaban las guitarras y cantaban armonías, y yo, vestida de diva del country, cantaba himnos bautistas: «When the Roll is Called Up Yonder», «In the Sweet By and By» y «I’ll Fly Away». Mientras yo cantaba, Taylor salía tumbado a mis pies haciendo un numerito muy loco, levantándose la camiseta para enseñar las cicatrices de cuando le apuñalaron, metiéndome la mano por debajo de la falda y comportándose como un auténtico pervertido sexual. Era la misma táctica que Taylor usaba siempre en los clubs: se acercaba a los chicos, los adulaba y se comportaba como si fuese un niño. Aunque en realidad era muy inteligente, un intelectual. En fin, que el público de aquellos conciertos se quedó de lo más confundido. Veían a dos chicos judíos de pelo rizado cantando armonías y tocando himnos baptistas mientras una travestí loca vestida como una fanática religiosa daba brincos por el escenario como una niña demente. No teníamos remedio.
Queen Elizabeth seguimos ensayando y componiendo canciones. Yo tenía claro que quería aprovechar toda mi experiencia de las obras de teatro y mis influencias de gente como Jackie Curtís, y adaptar todo a un formato de rock. Le dije a todo el mundo que tenía un grupo, y que íbamos a ser la cosa más escandalosa que se pudieran imaginar. Y entonces alguien me dijo que en el Mercer Arts Center todas las semanas tocaba un grupo llamado New York Dolls, que llevaban maquillaje y ropa de mujer. Yo no me lo podía creer: pensaba que íbamos a ser los primeros, pero las Dolls se nos adelantaron por solo unos meses. David Johansen, el cantante, había participado en la obra Whores of Babylon, de Charles Ludlam, paraba mucho por el Max’s y conocía bien todo aquel rollo.
Me fui con Tommy y Jimmy Marcus a ver a las Dolls. Los hermanos no paraban de decirme: «¡Wayne! ¡Van maquillados! ¡Llevan zapatos de mujer! ¡Y el bajista lleva un vestido!». Pero las Dolls me encantaron. Formábamos parte de la misma escena: Queen Elizabeth, las New York Dolls y otros grupos como Harlots of 42nd Street, Eric Emerson and the Magic Tramps, Teenage Lust y Ruby and the Rednecks, el grupo de Ruby Lynn Reyner, fuimos la primera ola de grupos glitter de Nueva York. Todos teníamos conexiones en el underground, con el Teatro del Ridículo, con la gente de Warhol.
Queen Elizabeth debutó oficialmente en la Universidad de Nueva York a comienzos de 1972, y se montó un buen lío. Yo llevaba una peluca multicolor, maquillaje completo y ropa cutre de segunda mano. Nuestra primera canción fue «Wonder Woman», compuesta casi por completo por frases de otras canciones y un montón de bromas baratas. Después venía «Goddess of Wet Dreams», que hablaba de la diosa pagana Astarté. Saqué una pistola de agua con forma de polla y regué con leche a todo el público. Pero la canción que causó el revuelo fue la tercera, «It Takes a Man Like Me to Find a Woman Like Me».
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