[*] William Shakespeare. Otel·lo.

julio 20, 2005

Institut del teatre de la diputació de Barcelona, 1979, 1996.
Tit. Original: Othello. Trad. Josep Mª de Sagarra. 160 páginas.
13 personajes. 10 hombres y 3 mujeres.

El monstruo de los celos

Bueno, con un poco de esfuerzo me pongo al día escribiendo las tres reseñas que tengo pendientes y con tiempo para leer el libro que me ocupa ahora. Y en este caso la reseña es de uno de los grandes clásicos de todos los tiempos: Otelo. Ya van cayendo las obras mayores de Shakespeare.

Otelo está inspirada en una novela de los Hecatómitos, y está escrita en 1604. Shakespeare aprovecha este material y la fascinación que el mundo italiano provocaba en los ingleses de su tiempo para crear una obra de teatro universal acerca de las relaciones humanas, el amor, y, sobre todo, los celos. Puede encontrarse un excelente resumen en micromegas (muy buena página, por cierto, no, no me dan comisión), pero haré lo propio aquí.

Otelo, un moro noble al servicio de la república de Venecia, se casa con Desdémona sin el consentimiento de su padre. Como es una persona indispensable para la defensa de la república, y Desdémona confiesa estar enamorada de él, la nobleza italiana consiente el matrimonio y envían a Otelo a Chipre porque se espera a la flota turca y su presencia es crucial. Yago, envidioso de Otelo porque lo considera inferior, se alía con Rodrigo, un pretendiente despechado de Desdémona, para fraguar su venganza contra él. Ante Otelo se comportará como un amigo fiel, a sus espaldas tramará su ruina. Para ello nada mejor que hacer creer a Otelo que su esposa le es infiel con Cassio, lugarteniente de Otelo. Al principio Otelo no cree en la infidelidad de Desdémona, pero ante la insistencia aparentemente desinteresada de su ‘amigo’ Yago, y con la ayuda de un pañuelo que Otelo regaló a Desdémona y que Yago ha podido conseguir con la ayuda de su esposa, al final creerá que su esposa le engaña. No creo revelar el final diciendo que, abrasado por los celos, Otelo mata a su esposa mientras le pide ‘un último beso’. La carga trágica de este final apenas se ve aligerada por el castigo final de Yago, descubierta su iniquidad por la confesión de su esposa.

Una obra de lo mejor de Shakespeare. Siempre me viene a la cabeza un comentario, creo que de Stanislawsky, sobre la interpretación de un buen actor sobre otelo. En los primeros actos, éste es un ser tierno y dulce con su esposa. Alguien a quien ves incapaz de hacer el menor daño a su mujer. Sólo después de caer en la trampa de Yago se transforma en alguien ciego y lleno de ira. Me parece una adecuada interpretación de la intención de Shakespeare. Cuando Otelo cree que su esposa le es infiel, ya no es él, está poseido por los celos, y es incapaz de pensar en otra cosa. La buena pluma de Shakespeare nos lo hace ver como si lo tuviéramos delante.

Por otro lado en Yago tenemos al precursor de tantos psicópatas que encontramos en las películas actuales; un encanto por delante y un verdadero hijo de puta (con perdón de la expresión y con perdón a las putas) por detrás. Siempre se dice que Otelo es los celos, pero Yago es la envidia; envidia de que alguien a quien el considera inferior tenga mejor fortuna que él. Desgraciadamente, y sin llegar a tales extremos, hay bastantes yagos por el mundo.

Y siguiendo con mi práctica habitual de hacer ‘interpretaciones silvestres’, destacaría el gran valor pedagógico de la obra. Invita a no ser tan desconfiado y a ser magnánimo con el perdón. Me imagino a una mujer de la época diciendo a su marido: No seas tan malpensado, que pareces un Otelo. Quedándose el marido algo parado por aquello de que si se equivoca, igual mete la pata. De hecho, todavía se sigue utilizando la expresión ‘celoso como Otelo’ o ‘no seas Otelo’ o ‘no seas moro’ (recordemos que el personaje es moro, y, por lo tanto, su posición en una república italiana siempre es cuestionable; este es uno de los factores que utiliza Yago para hacerle creer que Desdémona está enamorada de otro). Una gran labor por parte de Shakespeare para evitar aquello de ‘la maté porque era mía’, y una desgracia que, en pleno siglo XXI, todavía estemos con la violencia de género a cuestas.

Una obra llena de dramatismo, con momentos realmente gloriosos teatralmente hablando, como Otelo abrasado por las dudas, o la muerte de Desdémona (aprovechado con bastante fortuna en la ópera). He disfrutado mucho con su relectura e invito a todo el mundo a hacer lo mismo; dejen de buscar en el google el resumen de la obra y léanla: no se arrepentirán.

Y si no la tienen, pueden encontrarla aquí

(Un día, un libro 100/365)
Escuchando: ‘Sin voluntad’, Gilberto Santa Rosa

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