William Saroyan. El tigre de Tracy.

diciembre 4, 2017

William Saroyan, El tigre de Tracy
Acantilado, 2011. 126 páginas.
Tit. Or. Tracy’s tiger. Trad. David Horacio Colmenares.

Tracy tiene un tigre imaginario que le acompaña desde que era un niño. Un tigre que en realidad es una pantera negra, pero él la llama tigre. Su tigre está detrás de algunas de sus respuestas y comportamientos. Pero lo extraño vendrá cuando un día, al volver a Nueva York, descubra que todo el mundo puede ver a su tigre, que parece haberse vuelto real.

Historia de narrativa muy fresca, con momentos sublimes, como la conversación entre el psiquiatra y el protagonista. El final un poco cogido por los pelos, pero en conjunto muy bien, se lee en un suspiro y te deja una sonrisa y un olor a buen café recién hecho.

Recomendable.

Tras haber degustado tres tazas de café cada uno, el doctor Pingitzer dijo:
—Aja. Trabajo. Odio el trabajo. Odio la psiquiatría. Siempre detesté el trabajo. Me gusta diversión, juego, imaginación, magia.
—¿Por qué trabaja entonces?—dijo Tracy.
—¿Por qué?—dijo el doctor Pingitzer—. Confusión. —El doctor reflexionó un momento—. En Viena salía con una chica, Elsa. Es decir, Elsa Varshock. Aja. Elsa es esposa, es madre, es «¿Dónde está dinero para comida?». ¿Qué hago yo? Ponerme a trabajar.
—¿Entiende algo de psiquiatría?—preguntó Tracy.
—Psiquiatría, no—dijo el doctor Pingitzer—. Gente, un poco. Muy, muy, muy poco. Cada año, cada día, menos, menos, menos. ¿Por qué? La gente es difícil. La gente es gente. La gente es diversión, juego, imaginación, magia. Aja. La gen-
te sufre, la gente enferma, la gente se vuelve loca, a la gente la hieren, la gente hiere a la gente, la asesinan, se asesina a sí misma. ¿Dónde quedó la diversión, dónde el juego, dónde la imaginación, dónde la magia? Odio la psiquiatría. Amo a la gente. Gente loca, gente hermosa, gente herida, gente enferma, gente destruida, gente hecha añicos; la amo, la amo. ¿Por qué? ¿Por qué la gente pierde la diversión, el juego, la imaginación, la magia? ¿Para qué? Aja. ¿Dinero?—Sonrió—. Eso creo. Dinero. ¿Es amor, este dinero? ¿Es belleza, este dinero? ¿Es diversión, este dinero? No lo sé. Se acabó la diversión. Hora de trabajar. A trabajar. Tigre. Tigre.
—¿Conoce el poema?—dijo Tracy.
—¿Es un poema?—dijo el doctor Pingitzer.
—Desde luego.
—¿Qué poema es?—dijo el doctor Pingitzer.
—«¡Tigre! ¡Tigre!, reluciente incendio | en las selvas de la noche | ¿qué mano inmortal u ojo | pudo trazar tu terrible simetría?»—recitó Tracy.
—Aja. ¿Hay más?—dijo el doctor Pingitzer.
—Sí, bastante más—dijo Tracy—, si no recuerdo mal.

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