Wajdi Mouawad. Ánima.

febrero 20, 2017

Wajdi Mouawad, Ánima
Destino, 2014. 446 páginas.
Tit. Or. Anima. Trad. Pablo Martín Sánchez.

Tras descubrir a su mujer brutalmente asesinada, el protagonista se lanzará a una búsqueda del asesino que le llevará a través del mundo de las reservas indias, la corrupción política, y hará aflorar un pasado que estaba profundamente enterrado.

La historia se va narrando a través de los ojos de diferentes animales con los que se cruza el protagonista. Este recurso, original, a veces juega a favor del relato pero otras lo lastra innecesariamente. La prueba en las dos últimas partes (si bien más breves), narradas desde dos únicos puntos de vista y que conservan la fuerza del relato.

Tiene algunas escenas bastante escabrosas, el lenguaje en ocasiones tiene bastante calidad, y aunque en mi opinión dista mucho de ser un libro perfecto se lee con gusto.

—¿Por qué no dejas que la policía arregle sus propios asuntos? El día en que ya no lo necesiten, tendrán que arrestarlo.
—No lo sé.
—¿Qué harás cuando lo tengas enfrente?
—Nada.
—¿Sabes que ese tipo te puede matar?

—A lo mejor es lo que estás buscando.
—Puede ser.
Los pasos de la mujer se han acercado, con el dulce olor de la comida.
—El cheese sin cebolla con la cerveza, y la tacita de miel con el trocito de pan para el señorito. ¡Que aproveche!
No le han respondido y se ha vuelto a alejar. Han empezado a comer.
—¿Querías a tu mujer? O sea: ¿todavía la querías? Siempre queremos a nuestras mujeres en el sentido de Quiero a mi mujer, quiero a mis hijos, y todo eso, pero a veces lo único que nos apetece es estar solos. Yo no he tenido hijos, así que no lo puedo saber, pero sí he tenido ganas de que mis chicas desaparecieran, de que les pasara algo para deshacerme de ellas. ¿Entiendes lo que quiero decir? No es que quisiera que se murieran, pero me imaginaba que ya no existían y no me importaba. ¿A ti no te va bien estar solo? ¿Con tu mochila a la espalda y sin ninguna otra ocupación? ¿Sin tener que limpiar la casa, sin tener que hacer la compra, sin tener que pagar el alquiler? ¿No es eso la libertad?
No ha contestado. Se ha hundido en el silencio como si intentara penetrar en la oscuridad a la que el otro quería abocarlo.
—Además, creo que tu mujer estaba embarazada.
Lo leí en el periódico… ¿no estaba embarazada?
—Sí.
—¿Y no te va bien? Quiero decir, por supuesto que es horrible, no me refiero a eso, pero ¿no te sientes liberado?
—¿De qué?
—No sé. La casa, el coche, la sillita del bebé que hay que poner y quitar, el cochecito, la familia, las vacaciones, todo el kit, las niñeras, los pañales, el infierno. Hay que tener ganas. No sé en tu caso, pero a las mujeres se les va la olla cuando dan a luz, ya no vuelven a ser nunca las mismas. Tengo un montón de colegas que han pasado de perro malo a perrito faldero, simpático caniche ovillado con una mantita en la espalda y almohadillas en las patas, porque han encontrado a una mujer. Es incomprensible. Sólo la muerte puede librarte de algo así. Que digan lo que quieran, pero es el mejor típex que existe. Una pareja de amigos míos vivía cerca de Sorel. Tenían un chaval de diecisiete años. Minusválido total. No podía andar, no podía comer, ca* no podía hablar. Organizaron su vida alrededor de la de él. Hicieron obras en la casa, reformaron la escalera, pusieron un montacargas, en fin, todo. Le organizaban viajes, lo llevaban a una escuela especializada, le buscaban amigos, todo lo que quieras, no hubo nada que no hicieran. Un día, volviendo a casa, tuvieron un accidente. No fue culpa suya, un camión perdió el control, no conozco los detalles, pero el chaval murió en el acto. Ellos salieron ilesos. Ni un rasguño. ¡Nada! Lloraron, organizaron un bonito entierro, un montón de gente asistió para decir lo guapo que era y lo listo que era y lo inteligente que era y lo valiente que era y que hay que ver, qué terrible, ¡tanto aguante para esto!


Mujeres sepultadas I Perros sepultados I Humanos y animales en un agujero I La respiración de Wahhch inspiraba y espiraba. Lo vi volver, titubeante y azorado, hasta el marco donde estaban recluidos, bajo el azul del cielo, los edificios amarillentos. Los miró, se inclinó para descifrar los signos inscritos al pie de la imagen, los volvió a mirar y se desmoronó. Se puso en cuclillas, me abrazó, me rodeó el cuello con los brazos, pegando su frente a mi frente, y empezó a llorar. Absorbí la calidez de su aliento, saboreé la sal de sus ojos. Su pena se convirtió en mi pena. Me separa un abismo de la palabra. Cómo consolar a un humano. Le ofrecí mi silencio, tómalo, tuyo es, escúchalo y dime a quién tengo que devorar, qué mal. qué pena. En los sollozos que salen de tu garganta oigo los sollozos de tu infancia amedrentada y, como es de ti de quien se trata, de ti, en quien deposité mi amistad desde el preciso instante en que te vi tendido sobre las frías aguas del arroyo, siento que nace en mí el deseo de matar a los responsables de tu desdicha. No es sólo que no quiera que te ocurra nada malo, sino que tampoco quiero que nada malo te haya ocurrido. Pero es demasiado tarde. ¡Demasiado tarde! Abrasadora revelación del irreversible acontecer del tiempo. Lo que se ha producido, ¿quién podría hacer que no hubiera sucedido? Habría querido estar allí en aquel entonces para poder defenderte, habría querido estar a tu lado y sufrir en tu lugar lo que te hicieron sufrir. No me habría hecho retroceder ningún temor, pues me habría bastado con pensar que lo que estaba sufriendo se lo estaba ahorrando a Wahhch, que lo que estaba soportando se lo estaba ahorrando a Wahhch, nada me habría hecho temblar. Me habría gustado, habría querido darte fuerza y tranquilidad, pero no estaba allí, aún no, aún no.

No hay comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.