Un nuevo valor de la literatura

junio 20, 2006

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El que dijo que los periódicos no valían para mucho porque anunciaban la muerte de un gran hombre, pero nunca nos avisaban de su nacimiento tenía más razón que un santo. En el Cuchitril siempre estamos dispuestos a arriesgarnos y apoyar a los nuevos valores. Pero a los nuevos nuevos de verdad.

Es el caso de Daniel Martí Tubau ganador del accesit de la última edición de los Juegos florales de Ciutat Vella. Quizá se pregunten por qué no publicamos al ganador del primer premio. En primer lugar porque si esta narración no fue la ganadora es por el injusto castigo que sufren las obras con un toque de humor. Y en segundo lugar porque Daniel es un gran amigo mío y el ganador del primer premio no.

Para que vean que no es un caso de favoritismo y que estamos ante un escritor que con sólo diez añitos ya da muestra de un innegable talento les voy a reproducir (con permiso del autor) el texto premiado, junto con una traducción preparada al alimón entre mi morenaza y yo. Espero que les guste y que cuando el nombre de Daniel empiece a sonar en los cenáculos literarios se acuerden de decir El Cuchitril ya nos lo avisó.

La frase inoblidable

Un dissabte ja fa molt de temps estava estirat al meu llit mirant la televisió i menjant llaminadures. S’ha de reconèixer que jo era molt desendreçat en aquella època i tenia una habitació que amb prou feines s’hi podia caminar. Quan a la tele començava la meva sèrie preferida es va sentir una veu que va dir:

– Endreça l’habitació o no hi entraràs mai mes!!!

Jo, en sentir aquella amenaça, ràpidament em vaig posar a recollir, però de cop vaig pensar que com podia ser, el pare tenia una reunió de feina i s’havia anat molt aviat. La mare havia anat a comprar el dinar a la plaça i com que estava bastant lluny sempre trigava mitja hora aproximadament, i justament feia cinc minuts que s’havia anat. De cop em vaig aturar a pensar i en veu alta vaig dir:

– Doncs si no hi son ni el pare ni la mare qui ho ha dit això?

Llavors molt espantat em vaig arraconar a una punta de l’habitació i vaig dir:

– Qui ets? Que hi fas a casa meva?

I es va sentir un altre cop:

– Endreça l’habitació o no hi entraràs mai mes!!!

Llavors vaig pensar que la mare havia entrat a casa perquè s’havia descuidat alguna cosa i em volia aixecar la camisa per a que endrecés l’habitació. Vaig decidir trucar-la al mòbil i així la delataria. Ho vaig fer però no se sentia res, de cop va respondre però la música del mòbil a casa no va sonar.

Estava molt espantat. Podia ser que hagués entrat algun desconegut a casa?

Vaig agafar un bat de beisbol que tenia per allà escampat i vaig anar a plantar cara a l’intrús.
La frase s’anava repetint i jo més o menys m’anava guiant gràcies a ella. L’intrús estava a la sala de convidats n’estava més que seguríssim, vaig agafar un munt de valor i hi vaig entrar. Segur que no endevineu a qui em vaig trobar. Doncs em vaig trobar, ni més ni menys que al meu lloro.

Ara ho entenia tot, el lloro, que per cert es deia “Kai”, havia sentit tantes i tantes vegades la mateixa frase que ja la deia fins i tot ell.

Aquella experiència em va servir de molt, i ara sempre tinc l’habitació endreçada i encara que no us ho creieu el lloro s’ha oblidat completament d’aquella frase però jo, jo aquella frase no l’oblidaré mai.

La frase inolvidable

Un sábado, hace ya mucho tiempo, estaba estirado en mi casa mirando la televisión y comiendo gominolas. Tengo que reconocer que yo era muy desordenado en aquella época y tenía una habitación en la que a duras penas se podía caminar.

Cuando en la televisión empezaba mi serie preferida, se oyó una voz que dijo:

-¡Ordena la habitación o no entrarás nunca más!

Yo, al oír aquella amenaza, me puse rápidamente a recoger pero de golpe pensé que cómo podía ser, mi padre tenía una reunión de trabajo y se había ido muy pronto. Mi madre había ido a comprar la comida a la plaza y como estaba bastante lejos siempre tardaba aproximadamente media hora y justo hacía cinco minutos que se había ido. De repente me paré a pensar y dije en voz alta:

– Pues si no están el papa ni la mama ¿Quién ha dicho esto?

Entonces muy asustado me arrinconé en una punta de la habitación y dije:

– ¿Quién eres? ¿Qué haces en mi casa?

Y se oyó una vez más:

-¡Ordena la habitación o no entrarás nunca más!

Entonces pensé que mi madre había entrado en casa porque se había olvidado alguna cosa y me quería tomar el pelo para que ordenara la habitación. Decidí llamarla al móvil y así la delataría. Lo hice pero no se oía nada, de repente respondió pero la música del móvil no sonó en casa.

Estaba muy asustado. ¿Podía ser que hubiese entrado algún desconocido en casa?

Cogí un bate de béisbol que tenía por ahí tirado y fui a plantarle cara al intruso.
La frase se iba repitiendo y yo me iba guiando más o menos gracias a ella. El intruso estaba en la sala de invitados, estaba más que segurísimo, me armé de valor y entré. Seguro que no adivináis a quién me encontré. Pues me encontré, ni más ni menos, que a mi loro.

Ahora lo entendía todo, el loro, que por cierto se llamaba “Kai”, había oído tantas y tantas veces la misma frase que ya la decía incluso él.

Aquella experiencia me sirvió de mucho y ahora siempre tengo la habitación ordenada y aunque no os lo creáis, el loro se ha olvidado completamente de aquella frase pero yo, yo aquella frase no la olvidaré jamás.

4 comentarios

  • Miguel Alejo junio 20, 2006en6:54 pm

    Eso de los amigos no es tan gracioso porque es muy verdad. Literatura-amistad, esa relación que obtiene siempre grandes autores, que los fabrica de una manera…El relato de tu amigo está simple y divertido; pero le falta el el golpe final que nos tira a la lona. ¡Ah, vida de absurdos!

  • Palimp junio 20, 2006en10:16 pm

    Si con este post consigo fabricar un gran autor me daré con un canto en los dientes.

    Quizá mi amigo consiga tirarte a la lona cuando tenga 12 años ¿Lo has conseguido tú a tus veinte?

  • Vailima junio 21, 2006en12:44 pm

    Dile a tu amigo Daniel que me preste el loro una temporada. La devolución está garantizada, soy mujer de palabra. De muchas, según mis hijos. De demasiadas pienso yo a veces.
    Apuntaremos en nuestra memoria, amigo Palimp, el nombre del autor de tan magnífico relato y ojalá un día podamos decir que «yo a este chico ya lo conocí haciendo sus primeros pinitos en el blog de Palimp»
    un abrazote

  • Palimp junio 23, 2006en6:51 pm

    Me temo que el loro pertenece a la ficción… por desgracia.

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