Thomas Cathcart y Daniel Klein. Platón y un ornitorrinco entran en un bar.

marzo 29, 2013

Thomas Cathcart y Daniel Klein, Platón y un ornitorrinco entran en un bar
Planeta, 2008. 220 páginas.
Tit. Or. Plato and a platypus walk into a bar… Trad. Núria Pujol Valls.

Este libro ilustra la idea de que se pueden explicar conceptos en apariencia difíciles de una manera sencilla. Da un repaso a toda la filosofía, nos cuenta de qué va cada cosa, y lo ilustra con una selección de chistes. No siempre son iluminadores, pero casi siempre son graciosos.

La mejor reseña en este caso es una selección comentada. Por ejemplo, sobre la falsación de Popper:

Falsación
Paciente: Esta noche he soñado que tenía a Jennifer López y a Angelina Jolie en la cama, y que nos pasábamos la noche haciendo el amor.
Loquero: Es evidente que siente usted un profundo deseo de acostarse con su madre.
Paciente: ¿Cómo? Pero ¡si ninguna de esas mujeres se parece ni remotamente a mi madre!
Loquero: ¡Aja! ¡Un mecanismo de defensa! Es evidente que está usted reprimiendo sus verdaderos deseos.

La anécdota anterior no es ningún chiste, es el modo en que razonan algunos freudianos. Y el problema de su razonamiento es que no existe un conjunto de circunstancias reales que puedan falsar su teoría edípica. En su crítica a la lógica inductiva, el filósofo del siglo xx Karl Popper afirmó que, para que una teoría se sostenga, debe haber determinadas circunstancias en las que se pueda demostrar que es falsa. En el pseudochiste anterior, no existen circunstancias bajo las que el terapeuta freudiano admita dicha evidencia.

La falacia Post hoc ergo propter hoc:

En primer lugar, cuatro cosas sobre el uso social de término: en algunos círculos, cuando se dice profirien do una mueca, esta frase te puede hacer de lo más popular en las fiestas. Curiosamente, el efecto es precisamente el contrario cuando se dice en simple castellano «después de, por lo tanto, a causa de». Imagínate…
La frase describe el error de dar por hecho que como una cosa sigue a otra, ésta está causada por aquélla. Por motivos obvios, esta falsa lógica prolifera en los discursos sociopolíticos, en argumentacicones como «La mayoría de la gente que se engancha la heroína empezó con la marihuana». Es cierto, pero una mayoría aún más amplia empezó con la leche.

El post hoc hace que la vida sea más entretenida e algunas culturas: «El sol sale cuando el gallo canta; así que el canto del gallo debe ser lo que hace que salga el sol.» ¡Gracias, gallo! O, como decía una colega

Cada mañana, salía al quicio de la puerta y exclamaba: —¡Que esta casa esté a salvo de los tigres! Y se volvía para adentro.
Finalmente, un día le dijimos:
—Pero ¿de qué va esto? Si no hay ni un tigre a miles de kilómetros a la redonda… Y ella respondió: —¿Lo veis? ¡Funciona!

La regla de oro aparece, de una forma u otra, en casi todas las religiones:

Este tipo de consideraciones llevaron al dramaturgo irlandés George Bernard Shaw a reescribir la regla de oro con los renglones torcidos:
No hagas a los demás lo que te gustaría que te hicieran a ti. Tal vez tengan otros gustos.
Las variaciones sobre la regla de oro no se hallan únicamente en Kant, las encontramos también en las tradiciones religiosas que pueblan nuestro globo:
HINDUISMO (alrededor del siglo xin a.C.)
No hagas a los demás lo que no quieres que te hagan
a ti… en eso consiste el Dharma. Tenlo en cuenta.
El Mahabarata
JUDAÍSMO (alrededor del siglo xn a.C.) Lo que a ti te resulta odioso, no se lo hagas a tu vecino; en esto consiste la Torah; el resto no es más que comentario; ve y apréndelo. El Talmud babilónico
ZOROASTRISMO (alrededor del siglo xii a.C.)
La naturaleza humana sólo es buena cuando
no le hace a otro lo que no es bueno en sí mismo.
El Dadistan-i-dinik
BUDISMO (alrededor del siglo vi a.C.)
No dañes a los demás de maneras que tú
mismo considerarías dañinas.
El Dh^rrunapada tibetano
CONFUCJANISMO (alrededor del siglo vi a.C.) No hagas a los demás lo que no quieres que
te hagan a ti. Confucio, Analectas
ISLAM (alrededor del siglo vil d.C.)
Ninguno de vosotros es un verdadero creyente hasta
que desea para otro lo que desea para sí mismo.
La Sunna, del Hadit
BAHAI (alrededor del siglo xix d.C.) No adscribas a alma alguna lo que no quisieras que adscribieran a la tuya, ni le digas a nadie lo que no quieres que te digan. Esta es la orden que yo te doy
y que quiero que cumplas. Bahá’u’lláh, Las palabras ocultas
SOPRANOÍSMO (siglo xx d.C.)
Casca a todo hijo de vecino con el mismo respeto
con que te gustaría que te cascaran a ti, ¿estamos?
Tony Soprano, episodio XII

Los diferentes marcos lingüísticos dificultan la comunicación:

Historias en las que los distintos personajes se proponen cosas diferentes, y que nos proporcionan analogías de lo más chusco sobre cómo los distintos marcos lingüísticos complican la comunicación.
Tommy va a confesarse y le dice al sacerdote:
-Perdóneme, padre, porque he pecado. He estado con una mujer de vida disoluta.
—Tommy, ¿eres tú? —le pregunta el cura.
—Ay, padre, sí soy yo, sí.
—¿Con quién has estado, Tommy?
-Mejor no se lo cuento, padre.
-¿Con Bridget?
—No, padre.
—¿Con Colleen?
—No, padre.
—¿Ha sido con Megan?
—No, padre.
—Vale, Tommy, pues recita cuatro padrenuestros y cuatro avemarias.
Cuando Tommy sale de confesarse, su amigo Pat le pregunta qué tal le ha ido.
—¡De maravilla! —dice Tommy—. Me ha impuesto cuatro padrenuestros, cuatro avemarias, y me dado tres chivatazos geniales.

En la siguiente historia, el sacerdote es presa del entendimiento que tiene él del marco en el que está teniendo lugar el intercambio —el confesionario—, y es incapaz de imaginar un marco de referencias distinto.
Un hombre se arrodilla en el confesionario y le dice al cura:
—Padre, tengo setenta y cinco años y ayer por la noche les hice el amor a dos chicas de veinte años, a la vez.
-¿Cuándo fue la última vez que te confesaste? -pregunta el sacerdote.
—No me he confesado nunca, padre —responde—. Soy judío.
-Entonces —dice el padre asombrado-. ¿Por qué me lo cuentas a mí?
-¡Porque se lo cuento a todo el mundo! -exclama el hombre.

Algunos chistes extra:

—Te concedo uno de estos tres dones: sabiduría, belleza o diez millones de dólares.
Inmediatamente, el profesor opta por la sabiduría.
Envuelto en un halo de luz, el profesor aparece transformado. Pero sigue ahí sentado, contemplando la mesa, y uno de sus colegas le susurra:
—Di algo.
El profesor responde:
—Debería haber pedido el dinero.

»Cómo son los crios de hoy en día, ¿eh? El otro día mi hijo me pidió las llaves del coche y yo le dije: «Hijo, en el mejor de los mundos posibles tú tendrías tu propio coche.» Y él me respondió: «Pero, papá, éste no es el mejor de los mundos posibles.» Y yo dije: «¡Pues vete a vivir con tu madre!»
»Por cierto, esta noche, de camino para acá, me ha ocurrido una cosa muy divertida: Me he metido, ¡dos veces!, en el mismo río.
»Eh… el otro día Platón y un ornitorrinco se fueron a un bar. El camarero le dirigió una mirada interrogante al filósofo y Platón dijo: «¿Qué quiere que le diga? En la caverna tenía mejor aspecto.»

Calificación: Bueno y divertido.

2 comentarios

  • panta marzo 29, 2013en12:12 pm

    efectivamente, bueno y divertido.
    Empezando por el juego de palabras del título, quién iba a decir que ornitorrinco se decía ‘platibus’ en inglés? 😉

    Saludos

  • Palimp abril 2, 2013en12:39 pm

    Lo debí ver en tu blog, gracias por poner el enlace 🙂

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