Andrés Barba. República luminosa.
Novela / noviembre 14, 2018

Anagrama, 2017. 190 páginas. En la pequeña ciudad de San Cristóbal han aparecido como de la nada unos niños medio violentos, de los que nadie sabe nada, ni siquiera dónde malviven. Tras algunos sucesos luctuosos toda la ciudad exigirá que la alcaldía tome cartas en el asunto, sobre todo desde que empiezan a desaparecer otros niños. Me ha costado entrar en la trama, sobre todo porque venía cargado de buenas expectativas que no se han visto colmadas. La prosa excelente, nada que objetar a la construcción del libro, pero la lectura me ha dejado algo frío. Incluso algunos acontecimientos los iba previendo antes de que ocurrieran. El final, sin embargo, me ha redimido la novela que finalmente no ha sido lectura desaprovechada, aunque menos luminosa de lo que esperaba. Se puede leer. Todo se resiste a la muerte, pensé, desde la larva hasta la secuoya, desde el río Eré hasta la termita. No moriré, no moriré, no moriré parece ser el único grito real de este planeta, la única fuerza verdaderamente segura. Lo demostraba aquella perra, Moira, con el simple movimiento de su cola al recibirme, lo demostraba la niña dormida en la habitación, la atención de Maia cuando le…

Andrés Barba. Agosto, octubre.
Novela / junio 19, 2017

Anagrama, 2010. 148 páginas. Un adolescente se junta en el pueblo de veraneo con una pandilla de malotes, saboreando otra forma de ver la vida. Por desgracia se ve involucrado en una situación violenta que le será difícil de gestionar. Está bien escrito y estructurado, pero la historia me ha parecido bastante floja. Mucha introspección adolescente, algunos momentos emotivos, y la parte más escabrosa, que podría haber dado mucho juego, se trata casi como de pasada. Es una buena lectura, pero sabe a poco. Tuvo la vaga impresión vanidosa de que cualquiera de aquellas chicas le aceptaría, de que podría acercarse a cualquiera de ellas una de aquellas pocas noches que iban quedando de vacaciones y decirle: ¿Me chupas la polla? Y ellas lo harían sin remilgos con sus rasgos regulares y desgastados como las conchas de la orilla, como si se aburrieran tal vez. Ninguna de ellas le habría gustado por separado y sin embargo todas juntas despertaban en él un estado físico desconocido. Hablaban ¿de qué? No importaba. Era última hora de la tarde y pensó que le quedaban diez días de vacaciones. El sol comenzó a ponerse al fondo de la ría. Era siempre una hora suspendida…