Roberto Bolaño. La Universidad Desconocida.

marzo 7, 2012

Roberto Bolaño, La Universidad Desconocida
Anagrama, 2007. 460 páginas.

Bolañista acérrimo tenía que comprar este libro (bueno, me lo regaló mi mujer), aunque la poesía se me resista. Creo que el Bolaño poeta es inferior al Bolaño prosista, pero como digo no tengo mucho criterio en el tema y mi juicio es bastante despreciable.

Eso no quiere decir que no haya disfrutado de algunos de los poemas, así que he creado una selección particular para que ustedes también puedan apreciarlo.

En este poema se prefigura el que aparecería en Los detectives salvajes:

Y el resto, que los disfruten:

Según Alain Resnais hacia el final de su vida Lovecraft fue vigilante nocturno de un cine en Providence.
Pálido, sosteniendo un cigarrillo entre los labios, con un metro setenta y cinco de estatura leo esto en la noche del camping Estrella de Mar.

La pesadilla empieza por allí, en ese punto. Más allá, arriba y abajo, todo es parte de la pesadilla. No metas tu mano en ese jarrón. No metas tu mano en ese florero del infierno. Allí empieza la pesadilla y todo cuanto desde allí hagas crecerá sobre tu espalda como una joroba. No te acerques, no rondes ese punto equívoco. Aunque veas florecer los labios de tu verdadero amor, aunque veas florecer unos párpados que quisieras olvidar o recobrar. No te acerques. No des vueltas alrededor de ese equívoco. No muevas los dedos. Créeme. Allí sólo crece la pesadilla.

Ya no hay imágenes, Gaspar, ni metáforas en la zona.
Policías, víctimas, putas armadas
con desechos militares, maricas,
árabes, vendedores de lotería,
feministas que escriben en sus habitaciones.
La desesperanza. La furia.
El atardecer.

AZUL
El camping «La Comuna» de Calabria según nota sensaciona-lista aparecida en PEN. Hostigados por la gente del pueblo. En el interior los campistas se paseaban desnudos. Seis chicos muertos en las cercanías. «Eran campistas»… «Bueno, del pueblo no son»… Meses antes recibieron una visita de la Brigada Antiterrorista. «Se desmadraban, follaban en todas partes, quiero decir: follaban en grupo y en donde se les venía en gana»… «Al principio guardaron las distancias, sólo lo hacían dentro del camping, pero este año armaron orgías en la playa y en los alrededores del pueblo»… La policía interroga a los campesinos: «Yo no lo hice», dice uno, «si hubieran prendido fuego al camping podrían echarme la culpa, más de una vez lo pensé, pero no tengo corazón para balear a seis muchachos»… Tal vez fue la mafia. Tal vez se suicidaron. Tal vez ha sido un sueño. El viento entre las rocas. El mediterráneo. Azul.

LA SUERTE
Él venía de una semana de trabajo en el campo
en casa de un hijo de puta y era diciembre o enero,
no lo recuerdo, pero hacía frío y al llegar a Barcelona la nieve
comenzó a caer y él tomó el metro y llegó hasta la esquina
de la casa de su amiga y la llamó por teléfono para que
bajara y viera la nieve. Una noche hermosa, sin duda,
y su amiga lo invitó a tomar café y luego hicieron el amor
y conversaron y mucho después él se quedó dormido y soñó
que llegaba a una casa en el campo y caía la nieve
detrás de la casa, detrás de las montañas caía la nieve
y él se encontraba atrapado en el valle y llamaba por teléfono
a su amiga y la voz fría (¡fría pero amable!) le decía
que de ese hoyo inmaculado no salía ni el más valiente
a menos que tuviera mucha suerte

POLICÍAS
Romeo y Julieta en un sistema policiaco
Todo Dante todo Bocaccio todo Ariosto
Marlowe en un sistema policiaco
El fulgor oculto de Velázquez
Acuático desértico arbóreo aéreo mi cuerpo en un sistema
de comisarías y coches patrulla y la radio
a medianoche
sólo diciendo que algo marcha mal en el Distrito V
entre la calle Hospital y la calle del Carmen
¡bloqueen Jerusalén, saquen a los negros
del bar Jerusalén!
Y entre los pescados y los puestos de fruta
y los puestos de verdura y los puestos de carne
pasean los hombros y las rodillas de los polis
¡Cada vez más jóvenes!
Busca en Arquíloco la presencia inevitable
de los detectives
busca en Anacreonte las estelas de los policías
Armados hasta los dientes o desnudos
son los únicos capaces de mirar
como si sólo ellos tuvieran ojos
son los únicos que podrán reconocernos
más allá de cualquier gesto:
brazo inmovilizado en indicaciones
que ya nada querrán decir

LUPE

Trabajaba en la Guerrero, a pocas calles de la casa de Julián
y tenía 17 años y había perdido un hijo.
El recuerdo la hacía llorar en aquel cuarto del Hotel Trébol,
espacioso y oscuro, con baño y bidet, el sitio ideal
para vivir durante algunos años. El sitio ideal para escribir
un libro de memorias apócrifas o un ramillete
de poemas de terror. Lupe
era delgada y tenía las piernas largas y manchadas
como los leopardos.
La primera vez ni siquiera tuve una erección:
tampoco esperaba tener una erección. Lupe habló de su vida
y de lo que para ella era la felicidad.
Al cabo de una semana nos volvimos a ver. La encontré
en una esquina junto a otras putitas adolescentes,
apoyada en los guardabarros de un viejo Cadillac.
Creo que nos alegramos de vernos. A partir de entonces
Lupe empezó a contarme cosas de su vida, a veces llorando,
a veces cogiendo, casi siempre desnudos en la cama,
mirando el cielo raso tomados de la mano.
Su hijo nació enfermo y Lupe prometió a la Virgen
que dejaría el oficio si su bebé se curaba.
Mantuvo la promesa un mes o dos y luego tuvo que volver.
Poco después su hijo murió y Lupe decía que la culpa
era suya por no cumplir con la Virgen.
La Virgen se llevó al angelito por una promesa no sostenida.
Yo no sabía qué decirle. Me gustaban los niños, seguro,
pero aún faltaban muchos años para que supiera
lo que era tener un hijo.
Así que me quedaba callado y pensaba en lo extraño
que resultaba el silencio de aquel hotel.
O tenía las paredes muy gruesas o éramos los únicos ocupantes
o los demás no abrían la boca ni para gemir.
Era tan fácil manejar a Lupe y sentirte hombre
y sentirte desgraciado. Era fácil acompasarla
a tu ritmo y era fácil escucharla referir
las últimas películas de terror que había visto
en el cine Bucareli.
Sus piernas de leopardo se anudaban en mi cintura
y hundía su cabeza en mi pecho buscando mis pezones
o el latido de mi corazón.
Eso es lo que quiero chuparte, me dijo una noche.
¿Qué, Lupe? El corazón.

MEJOR APRENDER A LEER QUE APRENDER A MORIR
Mucho mejor
Y más importante La alfabetización
Que el arduo aprendizaje
De la Muerte
Aquélla te acompañará toda la vida
E incluso te proporcionará
Alegrías
Y una o dos desgracias ciertas Aprender a morir
En cambio
Aprender a mirar cara a cara
A la Pelona
Sólo te servirá durante un rato
El breve instante
De verdad y asco
Y después nunca más

Epílogo y Moraleja: Morir es más importante que leer, pero dura mucho menos. Podríase objetar que vivir es morir cada día. O que leer es aprender a morir, oblicuamente. Para finalizar, y como en tantas cosas, el ejemplo sigue siendo Stevenson. Leer es aprender a morir, pero también es aprender a ser feliz, a ser valiente.

DOS POEMAS PARA LAUTARO BOLAÑO
Lee a los viejos poetas
Lee a los viejos poetas, hijo mío
y no te arrepentirás
Entre las telarañas y las maderas podridas
de barcos varados en el Purgatorio
allí están ellos
¡cantando!
¡ridículos y heroicos!
Los viejos poetas
Palpitantes en sus ofrendas
Nómades abiertos en canal y ofrecidos
a la Nada
(pero ellos no viven en la Nada
sino en los Sueños)
Lee a los viejos poetas
y cuida sus libros
Es uno de los pocos consejos
que te puede dar tu padre
Otras lluvias
Y otros calores infernales -Así pues, la consigna es ésta: Resistid queridos libritos
Atravesad los días como caballeros medievales
Y cuidad de mi hijo En los años venideros

Biblioteca
Libros que compro Entre las extrañas lluvias
Y el calor De 1992
Y que ya he leído O que nunca leeré Libros para que lea mi hijo La biblioteca de Lautaro Que deberá resistir

Biblioteca y Lee a los viejos poetas fueron escritos inmediatamente después de salir del Hospital Valle Hebrón, en Barcelona, en el verano de 1992, o tal vez cuando aún estaba allí, con los viejos de hígados destrozados, con los enfermos de sida y con las muchachas que ingresaron por una sobredosis de heroína y a partir de entonces -el pabellón estaba lleno de predicadores de todo pelaje- reencontraron a Dios.
Son dos poemas muy sencillos, bastante torpes en la ejecución y con voluntad de claridad en el significado. El destinatario original del mensaje es mi hijo Lautaro -estas palabras, en el fondo, también son para él. Ambos poemas recogen no sólo buenos deseos y buenos consejos. Desesperado con la perspectiva de no volver a ver a mi hijo, ¿a quién encargar de su cuidado sino a los libros? Es así de simple: un poeta pide a los libros que amó y que le inquietaron, protección para su hijo en los años venideros. En el otro poema, por el contrario, el poeta pide a su hijo que cuide de los libros en el futuro. Es decir que los lea. Protección mutua. Como el lema de una banda de gángsters invicta.

Blanes, enero de 1993

Calificación: Bueno.

Un día, un libro (189/365)

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