Rafael Reig. Guapa de cara.

febrero 8, 2008

Editorial Lengua de Trapo, 2004. 219 páginas.

GuapadeCara
Mi vida como fantasma

En enero leía esta entrada de ReginaIrae y ya me llamó la atención el autor. Lo primero que encontré fue Sangre a borbotones, ya reseñada por aquí y en la biblioteca encontré este libro, ambientado, al igual que el anterior, en un Madrid inundado y navegable, una España ocupada por los Estados Unidos y un mundo en el que el petróleo está agotado.

En ese escenario encontramos a la escritora Lola Eguíbar, que acaba de morir de un tiro y que deambula como fantasma acompañada de Benito Viruta, un niño repelente incapaz de amar que es el protagonista de sus libros infantiles. Para averiguar quien ha ordenado su muerte vagará entre los protagonistas de la historia, incapaz de actuar pero con la ventaja de observar sin ser vista.

Como soy un ignorante me acabo de enterar de que Reig tuvo mucho éxito con la novela Sangre a Borbotones. No es de extrañar que repita ambiente e incluso algún que otro personaje. Pero dónde allá seguía el esquema típico de novela de detectives aquí intenta ser más intimista. Nos encontramos menos explosiones verbales y más comedimiento en las referencias literarias, aunque por suerte no desaparecen del todo. Lamento decir que el final -como en la otra novela- también me decepcionó un poco, y además es el mismo -o parecido-.

No me ha gustado tanto como Sangre…, es menos divertido y no tan original, pero virtudes no le faltan. Yo de momento ya he hecho propósito de seguir leyendo todo lo que encuentre de Rafael Reig. Les animo a hacer lo mismo.

Escuchando: Danza Germana Op 33. Schubert.


Extracto:


Ahora me doy cuenta de que a mí, de pequeña, me hacían mucha ilusión cosas que luego he comprobado que en realidad estaban al alcance de cualquiera: tener carnés con foto y firma, saber los nombres de las calles, viajar en metro.

O ser norteamericana, como lo somos todos desde hace años.

O ser hombre, sin ir más lejos.

El problema era que mis dos deseos tenían que cumplirse a la vez, pues no le veía ni la más mínima gracia a convertirme en chico, por ejemplo, pero sin hacerme mayor. Entonces me quedaría durante los recreos jugando al churro mediamanga mangotero. O mucho peor todavía, la opción B: acabar siendo de la noche a la mañana eso que llaman «una mujer de mediana edad». Muchas gracias, pero no: o las dos cosas o ninguna. Para eso que me quede como estoy, Virgencita. Mejor seguir así, alimentándome de flashgolosinas y bocadillos de mantequilla con azúcar, con la falda escocesa y la pulsera de plástico que exige ver pasar por la calle cinco embarazadas, cuatro cojos, tres calvos, dos niños en carrito y una mujer con sombrero, porque entonces y sólo entonces se cumplirá el deseo que he pedido en secreto, con los ojos cerrados, mientras Marisol, mi mejor amiga, me la anudaba a la muñeca.

—Pide un deseo, Lolita.

¿Un solo deseo? ¿Uno sólo?

Con un solo deseo, yo nunca he tenido suficiente. No quepo en un deseo. Soy como las nueces: es imposible abrir una sola con las manos. Para partir una, hay que apretar dos juntas. Para alcanzar el fondo de mi corazón, yo también necesitaba que se cumplieran dos deseos, apretados el uno contra el otro.

Al final ha sucedido lo que más miedo me daba, la espantosa opción B: me hice mayor sin llegar a ser chico, lo que acabó por convertirme en una «mujer de mediana edad», una de tantas mujeres fáciles en una edad difícil.

Y todo esto para acabar asesinada en mi propio domicilio, ¡las vueltas que da la vida!
Los freudianos de obediencia estricta, como mi padre, aseguran que a partir de los seis años nada importante sucede en la vida de una persona. Nada en absoluto. Solo vuelve a pasar lo mismo una y otra vez, pero con otro decorado. La misma película con otros actores, como en uno de esos remakes de los clásicos que hacen en Hollywood.

No lo sé, no tengo recuerdos de infancia. Soy como uno de esos contestadores automáticos en los que los mensajes entrantes se graban encima de los antiguos. Cada acontecimiento nuevo ha ido borrando un recuerdo para ocupar su sitio.

Sin embargo, el argumento de la película ha sido siempre el mismo: no hay nada de-mi tamaño. No quepo en nada, salvo en la vida.

Seguir viva, por encima de todo, contra todos y contra mí misma. Vivir, ese ha sido siempre mi único deseo, adoptar la forma del recipiente que me contiene.

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