Montero Glez. Besos de fogueo.

mayo 6, 2011

Montero Glez, Besos de fogueo

ElCobre, 2007. 95 páginas.

En el margen

Tenía ganas de leer algo de Montero Glez, y lo tenía al lado, en la biblioteca. Una selección de relatos que dejan un estupendo sabor de boca y cuya lista es la siguiente:

La trampa del Diablo
Al sur de tu cintura
El secreto de la Garbo
Sin mierda en las tripas
El último sacramento
La favorita
Barrio de las Injurias
Rubia de rabia
El vestido de la Chata
Cuarto oscuro

En la contraportada Pérez-Reverte dice que le envidia la prosa a ese hijo de puta, y no es de extrañar. Don Arturo va de macho, pero su prosa es bastante plana y bestsellera. Montero, por el contrario, parece escribir con los cojones. Y suena a verdad.

Hablar de mendigos, camorristas y gente que vive al margen tiene el peligro de parecer un reportaje de callejeros escrito por alguien que ve los toros desde la barrera. Pero cuando no es así, es una delicia. Pasa con algunos relatos de Fonseca y pasa con este autor que recomiendo desde ya -si gustan de este tipo de historias- y del que seguiré leyendo e informando.


Extracto:[-]

Eran otros tiempos y todavía se podía viajar de gorra. Los servicios de transporte público eran mucho más públicos que los de ahora y te podías colar en cualquier tren o autobús y no digamos Metro, con la misma facilidad con la que decimos joder. Hoy las cosas han cambiado tanto que no son ni una pálida sombra de lo que fueron. Sólo hay que pasarse a echar un vistazo por la misma estación de Atocha. Por haber hay hasta escá-ner y además apenas hay chaperos. Y todos aquellos yonquis que lucían en el vestíbulo durante los años ochenta, hoy abonan el suelo de los cementerios de la capital. Y después de situarnos en un marco con tan virulentas molduras sigamos con aquel entonces, pues yo acababa de coger por los pelos el expreso con destino a San Fernando, provincia de Cádiz, que anunciaban los roncos altavoces. Como es natural en estos casos, andaba por el último vagón, el de atrás del todo, me acababa de subir y aún no me había dado tiempo a reparar en el revisor. Tuve potra, pues el fulano andaba por la locomotora y empezaba a picar por los primeros coches. El chivatazo me lo había dado una familia de gitanos que ocupaban uno de los compartimentos. Y fueron ellos mismos los que de manera hospitalaria me cedieron un sitio en su aposento y me acoplaron en lo alto, donde van los equipajes. Que decir no quede que siempre he sido un tirillas y que no me resultó difícil ovillarme allí arriba y pillar postura bajo las maletas. Pero antes charlé un rato con ellos, con los gitanos. Se mostraron muy bonachones conmigo y no sólo me ofrecieron cigarrillos sino que también me invitaron a compartir su comida: una tartera de arroz en blanco con garbanzos, melón y latas de sardina, todo ello regado con vino de bota. Yo les dije que buen provecho y que muy amables han sido ustedes, que ya había cenado y que, por favor, una vez se hubiese borrado el revisor me avisasen para salir del escondrijo. Sí, compadre, me dijo el más viejo. Pero al final no fue así y se quedaron dormidos. Con los inaugurales ronquidos y una vez pasado el primer siglo para mis huesos, empezaron las sospechas. Y cuál fue mi pasmo, cuando al retirar de encima los equipajes me los encontré durmiendo a pierna suelta, unos encima de otros. El vino de la bota, pensé. Y fue al ir a saltar al suelo, que la puerta se abrió y con tan mala pata que caí encima del interventor. Un hombre calvo y bigotón que era lo más parecido a un forzudo de circo y que en esos momentos hacía su entrada en el compartimiento. Y se armó la marimorena.

3 comentarios

  • Libros mayo 6, 2011en7:56 pm

    Palimp, a propósito del fragmento compartido, te dejo una reflexión que se me cruzó por la cabeza hace algún tiempo (creo que leyendo una traducción de Bukowsky): ¿Verdad que, cuanto más informal el lenguaje de un texto literario, más localista parece? Me resulta muy difícil leer de corrido el párrafo porque está lleno de expresiones que me resultan desconocidas, seguramente no me pasaría lo mismo con un texto periodístico, un ensayo o una prosa algo más convencional.

  • Palimp mayo 6, 2011en10:22 pm

    Cierto, algunos textos de Cortázar hay que leerlos con diccionario. En este caso el ejemplo es bastante normal, pero hay páginas que hasta a mí me costaba entender, por tener mucha jerga barriobajera y palabras en caló

  • Anatole mayo 8, 2011en9:19 pm

    hola, qué tal? Cómo contacto contigo para hacerte llegar un libro? Gracias.

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